Declarada Monumento Histórico Nacional en el año 1942, la Catedral posee un gran valor arquitectónico y simbólico, tratándose del principal templo católico de la Argentina. La obra está orientada a preservar las características y cualidades de su arquitectura, así como también, los valores urbanísticos del paisaje definido por el conjunto monumental de la Plaza de Mayo.
Breve reseña histórica
Hacia fines del siglo XVIII, la fachada de la Catedral de Buenos Aires aún permanecía inconclusa. Fue en enero de 1822, por impulso de Bernardino Rivadavia, que se iniciaron las obras para la materialización de este edificio clave en un sitio privilegiado de la ciudad, adoptandose el estilo neoclásico como reflejo de la ruptura con las formas hispánicas. Según el arquitecto e historiador Mario Buschiazzo, el francés Próspero Catelin -encargado de terminar la fachada- puede haberse inspirado en el Palais Bourbon, cuya fachada posee también doce columnas, en representación de los doce apóstoles. En 1862, el escultor francés Dubordieu realizó las esculturas del tímpano que representan el encuentro de José y sus hermanos, en alusión al encuentro de los argentinos después de la batalla de Pavón en 1861.
La puesta en valor
El inicio de la restauración y puesta en valor de la Catedral quedó marcado por la colocación de una lona de protección en tela mesh impresa con una foto de la Catedral en escala real. Luego se comenzaron las obras para la consolidación de revoques y pintura de la fachada, incluyendo columnas, cielorrasos y frontis. El proyecto incluye la iluminación exterior del frente, el frontispicio y el atrio interior de la fachada para destacar su línea arquitectónica. Se utilizarán artefactos lumínicos de tecnología LED, lo que permitirá no sólo reducir costos en la provisión energética, sino también proteger el medio ambiente.
Esta obra irá acompañada de la puesta en valor de aproximadamente 120 fachadas de edificios patrimoniales ubicados en el área del Microcentro, con el objetivo de recuperar estos conjuntos arquitectónicos para el paisaje de la ciudad. La iluminación arquitectónica de estos edificios juega un papel fundamental en esta acción ya que contribuye a consolidar la identidad del lugar, permite el reconocimiento de puntos de referencia para la orientación y, al mismo tiempo, ofrece seguridad a vecinos y turistas que recorran el Microcentro.
