¿Querés una historia de terror, miedo, desesperación y cuiqui? Agarrate, Catalina, porque el relato de hoy te va a helar la sangre…
Todo comenzó cuando misia María Luisa Auvert Aurnaud, estanciera y multimillonaria, encargó a un arquitecto catalán la construcción de un edificio de departamentos para vender. Pero le quedó tan lindo el edificio que misia María Luisa se instaló allí con sirvientes, perro y loro.
Poco a poco, misteriosamente, los sirvientes se le fueron yendo ¡Ya no querían trabajar en ese tenebroso lugar! Se escuchaban los gritos de julepes de la señora o de los pocos sirvientes fieles.
Una noche, en silencio, la señora Auvert abandonó la casa y se recluyó en su estancia…
La torre más alta fue alquilada a una artista plástica y se convirtió en un atelier. Clementina se llamaba, y era tan bonita como amable. Todos los vecinos la querían. Una periodista, Eleonora, fue a hacerle una nota y tomó fotografías de sus obras. Las inconclusas y las terminadas, fotos de todo el trabajo de Clementina.
A partir de ese día se sucedieron hechos misteriosos y comenzaron a escucharse gritos de terror que venían de la torre. Finalmente, Clementina saltó al vacío desde lo alto de su torre. Una tragedia sin explicación. Nada hacía pensar que la dulce Clementina podía tomar esa decisión.
Cuando Eleonora reveló las fotos una imagen escalofriante apareció en una de ellas. Era la foto del cuadro en el que estaba trabajando la pintora ¡tres abominables duendes rodeaban la pintura!
Eleonora investigó y supo de la existencia de misia María Luisa Auvert y viajó a la estancia para entrevistarla. Mientras conversaban, misia Auvert le preguntó si creía en los duendes. Y comenzó a contar la historia de los maléficos duendes catalanes que cuando se alteran ¡hacen todo tipo de diabluras! Le contó que en la casona de La Boca los duendes habían sido muy amables al comienzo, pero un maldito día uno de los duendes quiso aprovecharse de una de las empleadas y, ante la mala reacción de ella, el duende se convirtió en una verdadera pesadilla, poniendo en peligro la vida de todos los que habitaban en la casa.
Doña Auvert nunca había revelado este secreto por temor a ser tomada por loca.
Cuentan que, todavía hoy, los duendes siguen espantando a los habitantes de la casa.
Si querés compartir alguna historia de tu Comuna o contarnos qué historia te gustaría saber, escribinos a comunas@buenosaires.gob.ar.