Viernes 03 de Enero de 2014

Palabra de Jesuita

El Papa le envió un mensaje a los integrantes de su congregación religiosa. Pidió que "no anuncien el Evangelio católico a bastonazos inquisitorios", sino que lo hagan con "dulzura, fraternidad y amor".

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El Papa exhortó este viernes a los jesuitas, orden a la que pertenece, a que no anuncien el Evangelio católico "a bastonazos inquisitorios", sino que lo hagan con "dulzura, fraternidad y amor", tengan siempre presente a Dios, para poder llegar así a las "periferias del mundo".

Francisco presidió la misa en la iglesia del Gesú de Roma con motivo de la fiesta de imposición del nombre de Jesús a esa congregación religiosa y con motivo de la reciente canonización del Pedro Fabro (1506-1546), uno de los primeros compañeros de Ignacio de Loyola, su fundador.

El Papa destacó que Fabro "tenía el verdadero y profundo deseo de abrirse a Dios: estaba completamente centrado en Dios, y por esto quería ir, con espíritu de obediencia, a menudo también a pie, por todas partes de Europa, a dialogar con todos con dulzura y anunciar el Evangelio".

"Me viene a la mente la tentación que quizá podamos tener nosotros y que muchos tienen, de conectar el anuncio del Evangelio con bastonazos inquisitorios, de condena. No, el Evangelio se anuncia con dulzura, con fraternidad, con amor", subrayó.

El Papa puso como ejemplo el hecho de que Pedro Fabro sintiera "el deseo de dejar en el centro de su corazón a Jesús", lo que "significa pensar como él, amar como él, ver como él, caminar como él".

"Solo si se está centrado en Dios es posible ir a las periferias del mundo", incidió Francisco durante su homilía, y dijo que no hay que ser "hombres en tensión, contradictorios e incoherentes, pecadores, sino hombres que quieren caminar bajo la mirada de Jesús".

Francisco fue recibido por el superior general de la Compañía de Jesús, el español Adolfo Nicolás. Entre los presentes, también estaba el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos; el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini; y el obispo en Annecy, monseñor Yves Boivineau, de la diócesis francesa en la que nació Fabro, y más de 350 sacerdotes jesuitas.