De regreso a un comienzo desconocido

Por Julio Conte-Grand, Procurador General de la Ciudad de Buenos Aires.

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Recibo la noticia del fallecimiento de Ricardo Busso y tengo la sensación que inmortalizó T.S. Eliot:

"Nunca dejamos de explorar y al final de esa exploración descubriremos que hemos llegado a donde comenzamos y ese lugar lo conoceremos por primera vez".

La vida es ese camino, una sucesión de llegadas a un final que es un principio que jamás conocimos, hasta que llegamos al fin último, que es un inicio eterno como el que fuera nuestro inicio, pero que no hemos conocido en plenitud hasta entonces.

Cuando en enero de 2012, después de más de veinte años, ingresé nuevamente al edificio de Uruguay 440, pensé mucho y recordé más.

Me representé en 1984, colmado de excitación por mi nuevo trabajo, esta vez como abogado de la Procuración General de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

Excitación, entusiasmo y orgullo, con un sentimiento de profunda responsabilidad hacia quien había confiado en alguien que, como era mi caso, hacía sólo instantes había concluido el camino universitario y en ese final se encontraba con un inicio desconocido, el del ejercicio profesional.

Es imposible no vincular aquella posibilidad que me brindara (y como a mí a otros) quien entonces era “el Dr. Busso”, con todo lo que profesional y humanamente sucedió después. Dios escribe la historia personal y la de la humanidad toda con trazos gruesos y cada uno de nosotros define los perfiles precisos ejerciendo el don de la libertad, que, correctamente entendida, es la autodeterminación hacia el bien. Errores y aciertos forjan el camino, ayudados por la generosidad de quienes nos acompañan en el tránsito.

Aquella posibilidad fue crucial en ambas dimensiones, la profesional y la humana. Sin esa puerta abierta nada hubiese sido igual. Es por eso que le debo tanto.

Sentado ahora en un ámbito que fue el suyo, con su recuerdo presente, detengo un instante el torbellino del trabajo diario y me apresto a escuchar, en boca de su propio autor, Jorge Luis Borges, esa maravilla calificada como poema que es “Límites”(1).

Rescato aquí algunos párrafos. Escribió y dijo Borges:

“De estas calles que ahondan el poniente,

una habrá (no sé cuál) que he recorrido

ya por última vez, indiferente

y sin adivinarlo, sometido

a quién prefija omnipotentes normas y una secreta y rígida medida

a las sombras, los sueños y las formas

que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa

y última vez y nunca más y olvido

¿quién nos dirá de quién, en esta casa,

sin saberlo, nos hemos despedido?”

Tras el cristal ya gris la noche cesa

y del alto de libros que una trunca

sombra dilata por la vaga mesa,

alguno habrá que no leeremos nunca.

( …)

Para siempre cerraste alguna puerta

y hay un espejo que te aguarda en vano;

(…)

Hay, entre todas tus memorias, una

que se ha perdido irreparablemente;

no te verán bajar a aquella fuente

ni el blanco sol ni la amarilla luna.

(…) ”

Es verdad, nunca sabemos de quién nos despedimos cada día. Prefiero, no obstante, una visión más esperanzadora y admitir que toda despedida no es más que el preludio de un reencuentro, en algún lugar y en algún tiempo.

Así entonces, en camino hacia el fin que es el principio que nunca conocimos, sentado en el lugar que fuera el suyo, sólo puedo escribir lo que a él le dije la última vez que no es la última, ¡muchas gracias Ricardo y hasta pronto!

(1): Versión completa recitada por el propio autor en: http://www.youtube.com/watch?v=gf3chlVK7w0

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