Un nuevo desafío para la comunidad internacional

Por Fulvio Pompeo

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El terremoto que azotó a Haití ha sido un golpe brutal que puso a prueba la capacidad de la comunidad internacional para dar respuesta y socorrer a las naciones que son víctimas de tragedias como esta, pero abre también un desafío futuro, que va mucho más allá de la urgente ayuda que el país necesita para poder sobreponerse a las terribles consecuencias que dejó como secuela la catástrofe.

La problemática de Haití encierra un complejo entramado de causas y conflictos que debe ser interpretado de manera integral. Este desastre medioambiental, sumado a un largo historial de inestabilidad política con más de 30 golpes de Estado, altos niveles de violencia y confrontación interna y un cuadro social lacerado por índices de pobreza extrema, convierten al país centroamericano en un Estado altamente inestable y vulnerable.

Por ello la situación requiere un abordaje multidimensional, con políticas de asistencia internacional perseverantes y duraderas.

El debate sobre la difícil situación de Haití arrancó mucho antes de esta tragedia. La necesidad de reconfigurar la Misión de Estabilización de Naciones Unidas (Minustah) y complementarla con apoyo económico eran demandas que no sólo provenían de algunos importantes actores internacionales, sino también de los propios haitianos.

En la medida en que la misión de la ONU lograba garantizar mejores niveles de estabilización interna y una reducción de la violencia y la actividad delictiva, se imponía la idea de que era hora de reformular el programa de ayuda y dotarlo de un nuevo perfil, ya no tan marcado por el componente militar, sino por la incorporación de planes y políticas para solucionar los graves problemas de de atraso y de pobreza estructural que afectan al país.

Para cualquier observador internacional resulta claro que el caso de Haití no puede resolverse solamente a partir del establecimiento de una fuerza de paz, sino que requiere también de un consistente programa de ayuda económica para el desarrollo, que mejore las condiciones de vida de su población en materia de salud e infraestructura de servicios.

Sólo así se podrán generar condiciones favorables para instalar un sistema político más estable y un clima de mayor tranquilidad social, que son fundamentales para consolidar la paz interna y terminar con la recurrente saga de conflictos que dejaron el país a la deriva, con una fuerza pública desarticulada y un Estado con instituciones altamente debilitadas.

Los recientes terremotos no hicieron más que poner en evidencia estas falencias preexistentes y aceleraron la dinámica de los debates que giran en torno de estos dos ejes.

La comunidad internacional actuó con celeridad frente a la demanda de refuerzos por parte de las Naciones Unidas. Ya más de 30 países han prestado su apoyo y colaboración, mientras que Estados Unidos ha desempeñado un rol muy significativo en materia de logística, incluso destacado por el presidente francés Nicolás Sarkozy, quien resaltó también el excelente nivel de cooperación entre ambos países en el marco de esta operación humanitaria.

Por supuesto, el drama de Haití compromete también en gran forma a los países del Cono Sur, que han tenido un rol preponderante en la problemática del país. La Argentina es el mejor ejemplo en ese sentido, ya que ha participado en todas las misiones de paz implementadas en el marco de las Naciones Unidas para colaborar con el país centroamericano.

Más recientemente y sobre la base de una perspectiva común, la Argentina, Brasil y Chile decidieron conjuntamente involucrarse en el Minustah y aportaron una significativa cantidad de tropas. De esa manera privilegiaron una visión que reivindica la presencia activa de los países de la región para garantizar la seguridad dentro de su espacio geopolítico.

La reconstrucción de Haití va a demandar un esfuerzo gigantesco, pero el panorama no será tan sombrío si la comunidad internacional actúa con inteligencia y con capacidad para replantear la estrategia de largo plazo y avanzar hacia una política de alcance múltiple que enfoque y opere directamente sobre los factores sociales, políticos y económicos.

Ese es el camino a seguir para encender una luz de esperanza que ponga fin al sufrimiento del pueblo haitiano y allí debe concentrarse toda la fuerza de este desafío.

Artículo publicado en revista Veintitrés, enero 2010.