Agosto 2016
Columnas de opinión del Procurador General
Una deuda histórica. Una decisión apropiada
Quisiera en esta oportunidad compartir una reflexión sobre el reciente dictado de una normativa que tiene gran transcendencia. A fines de junio pasado el Honorable Congreso de la Nación sancionó la Ley 27.260 que crea el Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados y para lo cual, entre otros aspectos, aprueba también un Régimen de Sinceramiento Fiscal. Hace pocos días, a través de los decretos 894 y 895 del Poder Ejecutivo Nacional, se han reglamentado las principales cuestiones necesarias para poner en vigencia lo establecido en la Ley.
Una visión superficial podría hacernos suponer que se trata meramente de un nuevo “blanqueo” fiscal de los muchos que han existido entre nosotros en el pasado, con relativo o poco éxito.
Pero en este caso la propuesta de este nuevo régimen de sinceramiento fiscal parece contar con elementos que lo destacan y distinguen de los anteriores precedentes. El mundo globalizado deja cada vez menos espacio para el ocultamiento de cuentas y activos; una sana y creciente tendencia en favor de una mayor transparencia va predominando, aún lentamente, en la normativa y en las prácticas. Es preciso ir regularizando la anormal situación de un país en el que una parte importante de su economía transcurre al margen de la ley. El nuevo Gobierno Nacional parece inspirar una mayor confianza. Este régimen no puede ser entendido como la solución principal ni como sustitutivo de las reformas necesarias que el país debe llevar adelante para lograr el anhelado crecimiento y desarrollo, sino como una medida adicional que servirá para acrecentar las chances de éxito en el nuevo rumbo adoptado.
Pero a todas estas consideraciones cabe agregar una más importante y es que los resultados de este sinceramiento contribuirán a generar los fondos para atender al “Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados” que se dispuso en el Libro I de la mencionada Ley.
Es por demás conocida la deuda que a lo largo de muchas décadas el país ha generado con sus jubilados y pensionados, muchos de los cuales se han visto obligados a tener que demandar ante la Justicia por su legítimo derecho a percibir los haberes que le corresponden tras una vida de trabajo. Este programa se propone brindar una solución para que en el más breve plazo posible puedan percibir su dinero quienes cuentan ya con una sentencia favorable como también aquellos que tienen un juicio en trámite o están en condiciones legales de poder iniciar un reclamo.
Como decíamos en el título, esta normativa luce entonces como una decisión apropiada para procurar reparar una deuda histórica. Pero de toda esta cuestión vale también reflexionar sobre algo más profundo, el cuidado y respeto que debemos brindar a nuestros mayores. La tercera edad es algo que inevitablemente a todos nos llegará, y por ello debemos formularnos varios interrogantes. ¿Cómo queremos que nos traten los más jóvenes cuando lleguemos a esa edad?
¿Cómo nos gustaría que seamos reconocidos por nuestra sociedad? ¿Valorarán nuestro esfuerzo de tantos años? Si partimos de la regla de oro de que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen, ello nos permitirá apreciar mejor la relevancia de la deuda contraída.
Nuestros ancianos son el mayor tesoro que tenemos. Son portadores de experiencia y sabiduría. Olvidarnos de ellos es como soslayar nuestro pasado y caer de algún modo en una actitud egoísta.
No son sólo números. Se trata de rostros que están ahí, muy cerca de nosotros formando parte de nuestra propia comunidad y que claman por nuestro interés. Muchos de ellos hoy se encuentran solos y no podemos ser indiferentes. Y si a veces nos cuesta pensar en ellos, sólo tenemos que volver la mirada a nuestros seres queridos que tenemos más cerca.
Que ese espíritu patriótico que afloró en el Bicentenario de nuestra independencia, nos siga motivando para incluir en las mentes y corazones de todos a nuestros hermanos mayores con quienes convivimos bajo un mismo cielo.