Abril 2019
Columnas de opinión del Procurador General
Nuestro mundo cultural
Dada la naturaleza social de la persona humana, todos vivimos en el ámbito de una familia, un barrio, una ciudad, una provincia, y finalmente en un país. A la par, toda comunidad nacional mantiene vínculos comunes con otras, ya sea por lazos culturales, históricos, sociales, raciales, religiosos, lingüísticos, etc.
Aunque la globalización empuje de modo creciente a sentirnos todos cada vez más parte de una misma aldea planetaria, es válido reflexionar e interrogarnos sobre cual sería el mundo cultural que consideramos integra la Argentina. Las desgarradoras imágenes de la Catedral de Notre Dame en llamas nos precipitaron la inquietud, con su inmediata respuesta.
Es claro que formamos parte de la llamada civilización occidental, aquella forjada en sus albores en la Antigüedad Clásica a partir del pensamiento griego y el orden jurídico y político romano, iluminados ambos por el mensaje cristiano. La misma que, tras el medioevo, ingresó en la Modernidad en plena época renacentista, cuando merced a los viajes marítimos ese Viejo Mundo entró en contacto con nuestro continente. Aún contando con la riqueza del aporte autóctono, el influjo europeo fue predominante en la vida y las ideas del Nuevo Mundo, generándose con la cultura europea un vínculo tan real como profundo. El flujo inmigratorio llegado a nuestra tierra desde fines del siglo XIX refuerza esta trama. Es por ello que sentimos propio el dolor ante la destrucción de un templo que simboliza un legado cultural del que somos parte integrante.
Pero también cabe afirmar que somos occidentales del otro lado del Atlántico y compartimos también como muchos otros pueblos de América Latina una unidad cultural y política que trasciende la sola geografía.
Hace años tuve la grata posibilidad de disfrutar en Guanajuato (México) de una edición del clásico festival cervantino que allí se realiza, donde un conjunto musical deleitó con un repertorio de música tradicional latinoamericana; todos los asistentes gozamos como propias las diferentes melodías típicas de cada uno de nuestros países. Tenemos con nuestros pueblos hermanos un origen y un destino común.
El tema no se agota solo en constatar cuales son nuestras raíces culturales, sino también de cuestionarnos sobre los retos a los que estas pertenencias nos desafían.
La anunciada futura restauración de Notre Dame, cuya silueta felizmente se mantuvo en pie, nos intima también a pensar en la necesidad de reconstruir los valores más caros de nuestra civilización en el contexto de sociedades democráticas y pluralistas. Una mayor equidad social e integración entre los pueblos latinoamericanos sigue siendo una asignatura pendiente en la política de la región.
Los argentinos tenemos que solucionar muchos problemas fronteras adentro, está claro. Pero no somos ajenos a la suerte de los valores éticos del mundo cultural de donde venimos y del que formamos parte, ni del desarrollo de la región que habitamos.