Junio 2020
Columnas de opinión del Procurador General
Siempre el equilibrio es virtud
Según el diccionario el término “equilibrio” posee muchas acepciones y significados, en muy diversos ámbitos. Del lado de la física alude a la situación de un cuerpo que se mantiene sin caerse; también a un peso que es igual a otro que lo contrarresta. Pero aplicado a los actos humanos predica sobre una armonía entre aspectos diversos, y, con más precisión, significa ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios, como así también la prudencia para sostener una situación u opinión.
Este período excepcional que estamos atravesando, que lleva ya entre nosotros noventa días, pone sin dudas a prueba nuestro temple y fortaleza individual para enfrentar esta pandemia y sus naturales derivaciones, entre ellas la cuarentena. En todas las regiones del planeta, además, los diferentes gobiernos han debido adoptar decisiones que, de un modo lógico y natural, implican un acrecentamiento de las facultades del poder administrador, en resguardo principalmente del bien tutelado que es la salud pública, que puede ser visto como un riesgo o amenaza.
De modo recurrente, esta palabra me ha venido dando vueltas en mis acciones y reflexiones. En las dos dimensiones mencionadas, tanto en la faz de la vida personal como en la institucional, está claro que el equilibrio es una condición bien apreciada que nos permite en todo momento adoptar las mejores decisiones. Aunque no siempre se la suele reconocer como tal, cabe reivindicar el carácter de virtud que ella posee de modo evidente.
En el plano individual una persona equilibrada es capaz de conocer y apreciar la realidad tal como ella es, y ponderar adecuadamente los diversos intereses, circunstancias y personalidades que se entrecruzan en cada situación para adoptar las mejores posturas y decisiones. Es pensar, expresar, decidir y ejecutar lo que resulte más justo y conveniente en el momento apropiado.
En los actuales momentos ello implica reconocer que las pestes han existido siempre en la historia de la humanidad. No elegimos vivir en esta emergencia, y frente a un nuevo virus tan desconocido como contagioso el principal remedio es el prudente aislamiento.
Necesitamos proseguir con nuestras vidas en las condiciones que se puedan, que ya no serán definitivamente las mismas previas a esta pandemia. Tenemos que proteger nuestra salud y la de los demás, respetando los protocolos. Debemos convivir por ahora con esta realidad, desarrollando nuestro mejor espíritu para enfrentar esta situación que nos afecta a todos. Pasarán con el tiempo estos momentos tan complicados, nos vacunaremos o inmunizaremos, y retomaremos una nueva normalidad.
Aplicado a la esfera institucional la noción de equilibrio se dirige inmediatamente al clásico principio de división de poderes que es una de las notas más típicas del sistema republicano y democrático. No debe extrañar que ante una emergencia real y amenazante - tal es la que afrontamos hoy - se acrecienten los poderes y facultades estatales dado el fuerte peso del interés público que exige acciones prontas y concretas para proteger el bien tutelado de la salud de toda la población. Puede parecer por ello que el balance armónico entre prerrogativas y libertades que debe reflejarse en el obrar y el derecho administrativo lleguen a sufrir un grave menoscabo. La normativa que ordena el aislamiento y que restringe severamente el ejercicio de varios derechos contribuye a generar la sensación de que estamos en presencia de individuos inermes frente a un Estado omnipresente, de una tutela que puede lucir avasallante en desmedro de la autonomía personal.
Frente a todas estas sensaciones y realidades cabe también reivindicar el equilibrio. Ello supone un ejercicio razonable de las facultades que la emergencia brinda a los poderes ejecutivos, que deben limitarse solo a las medidas que se relacionan con la amenaza y no entenderse como un aprovechamiento para avanzar indebidamente sobre otros derechos ni para desviarse del rumbo institucional debido. También una actuación más ágil y diligente del poder legislativo para asegurar una efectiva división y control en el juego de los poderes. Y por último un funcionamiento más pleno del poder judicial para garantizar la efectiva prestación del servicio de justicia que también debe ser considerado esencial. Todas las instituciones deben cumplir su rol, aun en esta situación de emergencia, para que la pandemia no termine haciendo sucumbir la republica y el estado de derecho.
Procuremos hacer lugar y mantener en todos los ámbitos de nuestra vida personal y colectiva un sano equilibrio, que siempre requerirá contar como insumos básicos de una cuota apreciable de sentido crítico, fortaleza y capacidad de diálogo. Los saludo con mi mayor cordialidad