Historia: A mediados del siglo XIX el actual Barrio de Recoleta era una zona de quintas. En la intersección de las actuales Juncal y Quintana había una pulpería, esta es la misma esquina que hoy ocupa la confitería La Biela. Allí se vendía de todo: azúcar, yerba, tabaco, pan, alcohólicas, medicinas y era un lugar de encuentro social para vecinos y gente de paso.
A principios del siglo XIX el local estaba a cargo del Vasco Michelena con el mismo rubro. También se organizaban bailes y payadas populares. Se recuerda que el lugar era frecuentado por Gabino Ezaiza y Angel Villoldo.
Con el tiempo fue recibiendo distintos nombre. Hasta 1940 se llamó Aero Bar, porque en las inmediaciones había un club de pilotos civiles, luego La veredita y en 1942 se convirtió en La Biela.
En la década del cuarenta era frecuentado por pilotos del automovilismo dado que se dice que después de las siete de la tarde, se corrían picadas por las avenidas Quintana y Alvear. También forma parte de esta leyenda que el corredor Roberto Mieres fundió las bielas del motor de su auto al pasar por esa esquina. Este episodio habría motivado que el bar adoptara el nombre de La Biela Fundida antes de adoptar el nombre con el cual hoy se lo conoce.
Eran habitues del lugar Froilán González, el citado Mieres, los hermanos Guimarey, Charlie Menditeguy, Ernesto Tornquist, Eduardo Copello, Rolo Alzaga.
El restaurante fue inaugurado el 4 de mayo de 1967 al lado del bar y se convirtió en un lugar de gastronomía lujoso, concurrido por selectos conmensales.
Mientras tanto, la zona era lugar de reunión de nuestros hippies locales, a los cuales se agregaron chicos de buen pasar, que en la gerga urbana se conocieron como chetos.
La Biela tuvo notable influencia al lograr constituir un espacio urbano con gran oferta gastronómica y vida nocturna. Es punto de reunión de intelectuales y artistas y lugar de visita de cuanto turista extranjero o nacional pasa por la Ciudad de Buenos Aires. Del mismo modo que El Café de García, también es "bar notable"