Las principales diferencias radican en el sonido y en su color. El rango sonoro de la viola es cinco tonos más grave que el del violín. Pero lo más decisivo es el color del sonido, muy similar al de una voz alta. Básicamente, como sus cuerdas son similares a las de un chelo, podría decirse que la viola es un punto intermedio entre un chelo y un violín.
Sí, lo es. Al comienzo del siglo veinte la viola comenzó a desprenderse como un instrumento solista. En ese sentido, uno de los precursores fue el inglés Lionel Tertis, y luego llegó el escocés William Plimrose, un gran virtuoso que realizó varios adelantos en la interpretación de viola.
Empecé tocando violín a los cinco años y de adolescente me volqué al chelo para integrar la orquesta de la escuela. Entonces me enamoré del instrumento pero hoy no siento lo mismo. Estoy enamorado de la música. Bueno, sí, amo el sonido tan particular de la viola, su color; pero no es más que un trozo de madera, uno no debe olvidarlo. La gente suele confundirse en el mundo de la música; pasa lo mismo con el piano. La música es lo más importante. El instrumento es el medio, es la conexión del intérprete con el compositor que escribió una obra doscientos, trescientos años atrás, o hace dos semanas, y llega hasta el público. Después, claro, uno desarrolla una relación especial y puedo llegar a estar más con el instrumento que con mi novia (risas).
El escribía de un modo muy clásico. Incluso en sus tangos escritos para bandoneón, voz y guitarra, aunque se trata de música popular, sus patrones compositivos son muy clásicos. Las piezas que más me gustan de él y toco en mis conciertos son muy apropiadas para el chelo, en su desarrollo y su clima.
Bueno, debo decirte que antes de venir lo único que escuché sobre la Argentina fueron cosas positivas. Y la verdad es que superó mis expectativas; disfruté mucho la interacción con el público y el hecho de haber tocado con grandes músicos locales.