Tomé conciencia de la existencia de estos festivales cuando estuve en Europa, y participé en ellos. El primer festival en el que participé tuvo lugar en 1971. Y doce an˜os más tarde, en 1983, puse en funcionamiento el primer festival de órgano en Buenos Aires. Ideé hacerlo con algunas diferencias, por ejemplo, en las ciudades europeas se realizan festivales en la catedral de cada ciudad, mientras que acá realizamos los conciertos en distintas iglesias, incluso mezquitas, sinagogas y el Colegio Nacional.
Confío en el critero de los organistas. A veces pido un autor en especial; por ejemplo, cuando se cumplieron los aniversarios de Bach y de Franck, y este año se celebran cien años del nacimiento de Messiaen, así que haremos algunas de sus obras. También hemos pedido obras de su país de origen a los organistas extranjeros, y nacionales a los nuestros.
Afortunadamente, en el país tenemos muy buenos organistas, y en los últimos años hubo una camada de músicos jóvenes, muy buenos.
El único modo de mantenerla viva es familiarizando a los músicos con el instrumento. Personalmente, suelo invitar a los compositores para que conozcan al instrumento y siempre terminan escribiéndome alguna pieza. Y diría que en los últimos cincuenta años hubo un creciente interés, sobre todo a partir de las composiciones de Ligeti, Kagel y otros estupendos compositores argentinos como Augusto Rattenbach, Juan Francisco Giacobbe y el propio Ginastera, por mencionar sólo algunos.