La Nouvelle Vague y Los cuatrocientos golpes
En 1954, Francois Truffaut, líder de la joven generación de críticos
que desde las páginas de Cahiers du Cinéma fustigaba al adocenado
cine de la época, publicó un polémico artículo titulado
"Una cierta tendencia del cine francés" . Allí, Truffaut
señaló los vicios y errores del cine de la época (llamado
Cinéma de Qualité ) y cuestionó su excesivo apego
a lo literario y el acartonado teatralismo de su puesta en escena. En términos
generales, todo el staff de críticos y colaboradores de Cahiers (entre
quienes se encontraban Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, Eric Rohmer, Jacques
Doniol-Valcroze y Jacques Rivette) compartían este pensamiento y creían
que una renovación de las formas narrativas y productivas del cine era
no sólo posible, sino también necesaria. Con esa intención,
paralelamente al estudio de los grandes maestros del cine, se lanzaron a la
praxis fílmica primero con cortos y luego con largometrajes. El Festival
Internacional de Cannes de 1959 les dio el impulso consagratorio. Allí
Truffaut -que por sus críticas al Festival había sido declarado
persona no grata tan sólo un año antes- ganó el Premio
al Mejor Director con Los cuatrocientos golpes, y Alain Resnais logró
un suceso con la presentación fuera de concurso de Hiroshima, mon
amour . Todavía en 1959, Chabrol prenunció su estilo intelectual
y distante en Los primos (Les cousins) y Godard hizo una
desenfadada mirada al cine de género con su ópera prima Sin
aliento (Á bout de souffle).
Pese a los encuentros y desencuentros del heterogéneo grupo de cineastas
que conformaron la Nouvelle Vague, en términos generales, sus películas
se caracterizan por el estilo informal y despreocupado, por la libertad expresiva
con la que alternan ritmos de montaje, yuxtaponen diferentes tamaños
de planos, combinan largas panorámicas con planos entrecortados o con
cámara en mano y desafían la coherencia espacio-temporal de la
representación clásica al establecer quiebres de continuidad y
saltos de eje entre los planos. Con todo ello, la escritura de estos cineastas
apostó no tanto a la historia que se cuenta sino a la forma de contarla.
La intrascendencia de los diálogos, la frecuente improvisación
de escenas, la presencia de actores no profesionales, los escenarios naturales,
la iluminación precaria y el rodaje en exteriores fueron algunos de los
elementos que, aunque en principio motivados por la estrechez presupuestaria
luego se impusieron como elección estética. En consecuencia, la
puesta en escena resultó espontánea, dispersa; la cámara
descubrió una ciudad rica en tonos de grises y los personajes transitaron
sin rumbo ni apuro por insospechados circuitos parisinos.
En los años que siguieron, Truffaut alternó el cine de género
con la saga de Antoine Doinel (ver aparte). Godard enfatizó
su tendencia antidogmática en films como El soldadito (Le
petit soldat , 1960), Vivir su vida (Vivre sa vie ,
1962) y El desprecio (Le mépris , 1963). Chabrol depuró
un estilo preciosista en Ophelia (1962),Landrú (1963)
y Les biches (1968). Rohmer se dedicó casi exclusivamente al
cortometraje y Jacques Rivette se lanzó al largometraje con París
nos pertenece (Paris nous appartient, 1960). Para mediados de
la década del sesenta, la Nouvelle Vague comenzó su disolución
formal. Quienes la integraron continuaron filmando pero sus preocupaciones expresivas
eran otras. Con todo, habían revolucionado las estructuras productivas,
representacionales y narrativas de la institución cinematográfica.
Habían equiparado el cine a otras artes y lo habían ingresado
definitivamente en la modernidad. Con el tiempo, Los cuatrocientos golpes
y Sin aliento se convirtieron en los films emblemáticos
de este proceso.
Antoine Doinel, el personaje
"En septiembre de 1958 -cuenta Pierre Billard- apareció en France-Soir
un pequeño anuncio: una productora cinematográfica desconocida,
Les Films du Carrosse, convocaba a muchachos de 13 a 14 años
para el elenco de un film sobre la adolescencia." El film en cuestión
era Los cuatrocientos golpes y su director, el novato Francois Truffaut.
A la entrevista se presentaron unos cuarenta niños, entre ellos, Jean-Pierre
Léaud. Al verlo, Truffaut no dudó: él era su personaje.
"Me convenció por el parecido con el chico que yo creí haber sido",
señaló años después. Toda una prueba del carácter
semi-autobiográfico del film.
Lo cierto es que, si bien Antoine Doinel estaba pensado a imagen y semejanza
del niño Truffaut, la incorporación al proyecto del personalísimo
Leaud modificó mucho el personaje. De tal modo, Truffaut-Léaud-Doinel
se amalgamaron en una especie de trinidad cinematográfica (director,
actor, personaje) en la cual cada uno participó en algo del otro. Inéditamente,
en los años que siguieron el personaje continuó (y, en consecuencia,
también la trinidad mencionada) en una saga de películas.
Al abandonado y solitario niño Doinel de Los cuatrocientos golpes,
le siguió -en 1961- el adolescente que sufre por un amor no correspondido
en Antoine y Colette (episodio de Amor a los veinte). En
La hora del amor (1968) se retrató el deambular de este joven
antihéroe por distintos trabajos, tras una rápida salida del servicio
militar debido a su inestabilidad psicológica. Y, para 1970, en Domicilio
conyugal, se presentó a un Doinel casado que debe asumir nuevas
responsabilidades. Luego de éste, Truffaut señaló: "En
interés de Jean Pierre Léaud, de Doinel y en el mío propio,
no se volverá a hablar de Antoine en la pantalla". Sin embargo, en 1978,
Doinel volvió en El amor en fuga, una película que recapitula
parte de la prehistoria del personaje (utilizando fragmentos de las anteriores
a modo de collage), tratando de explicar con ello su carácter y actitudes.
El director
Francois Truffaut (1932-1984)
El primer acercamiento de Francois Truffaut al cine fue a través de
la crítica. Tras algunas colaboraciones en revistas de segunda línea,
a los veintiún años ingresó como redactor a la afamada
Cahiers du Cinéma. En 1955 realizó su primer cortometraje Une
visite (no estrenado) y en 1957 consiguió cierta repercusión
con Los mocosos (Les mistons). Dos años después,
debutó en el largometraje con Los cuatrocientos golpes y con
él ganó el Premio al Mejor Director en Cannes. Pese a tener un
estilo apasionado, espontáneo, directo, sus obras se distinguen por el
cuidado plástico-formal que les imprime; "por su poca virulencia", según
se lo criticó en más de una oportunidad. Como buen gustoso del
cine de géneros -de hecho, realizó policiales (Disparen sobre
el pianista , 1960; Confidencialmente tuya, 1983); melodramas
(La mujer de la próxima puerta , 1981) y, hasta films de ciencia-ficción
(Fahrenheit 451, 1966), gran parte de su cine expresa una mirada personal
sobre universos fílmicos reconocibles. La otra parte de su obra, gira
en torno de la problemática infantil iniciada con Los mocosos
(El niño salvaje, 1969; La piel dura, 1975); del personaje
de Antoine Doinel (ver aparte: Antoine Doinel, el personaje) y de sus preocupaciones
meta-cinematográficas (La noche americana, 1973).