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Rollo girando
La belleza de las cosas
Una mirada cinematográfica.
por Diana Paladino


El film
La belleza de las cosas se centra en la relación amorosa entre un adolescente quinceañero (interpretado por Johan Widerberg, hijo del director del film) y su bella maestra de treinte y siete años. Un tema que, en principio, no parece novedoso. De hecho, la iniciación sexual, los encuentros secretos, el amor prohibido, la relación entre un joven y una mujer mayor y -además- casada, han sido tópicos probados hasta el cansancio en numerosos films. Incluso, hay clásicos al respecto como es El graduado (1967, Mike Nichols).
No obstante, lo atípico de La belleza de las cosas es que la narración relega los costados morbosos de la anécdota y exalta los vínculos y situaciones que vive el protagonista en función de un aprendizaje de vida más amplio y totalizador. Aunque, necesario es decirlo, tanto el planteo como el desarrollo de ese aprendizaje se establece desde una óptica masculina con rasgos de misoginia. Bajo esta perspectiva, la relación que el muchacho sostiene con la maestra -sensual, manipuladora, vengativa- representa la antítesis de la que se establece con el apacible marido (un vendedor de lencería femenina que consiente las relaciones entre su esposa y el estudiante e, incluso, admite al joven como amigo sin anteponer resentimientos).
En el aspecto formal, el film está muy lejos de aquel espíritu de ruptura que caracterizó al cine de Widerberg en los años sesenta. La narración es lineal, la puesta en escena es reposada. Es un relato que cifra su atractivo en la creación de climas, en la acertada elección de la música, en el cuidado de los diálogos y en el contenido trabajo de los actores. Se sabe que Widerberg, no sólo dirige y escribe sus películas, sino que también interviene en el momento del montaje, en el trabajo de la banda sonora y en la supervisión del proceso de laboratorio. En este sentido, podemos decir que en La belleza de las cosas se reconoce la mano de un artesano, pero también la concepción de un cineasta que ha decantado un estilo.

El director
En 1960, Bo Widerberg se inicia como crítico cinematográfico en uno de los diarios más importantes de Suecia. Dos años después, publica Visionen i Svensk Film (Visión del cine sueco), un libro crítico-teórico en el que analiza duramente los vicios y errores de la industria fílmica de su país y a sus principales referentes, en especial, a Ingmar Bergman. "Todos sus personajes son vistos desde el bien o el mal, desde Dios o el demonio, desde la exaltación o la humillación", dice Widerberg acerca de Bergman en un artículo titulado "La muerte del padre".
La reforma proteccionista en la legislación cinematográfica que promueve la producción de films de experimentación y riesgo formal (en 1963) abre una posibilidad para los jóvenes realizadores. Bajo ella se acoge Widerberg para realizar su opera prima (Barnvagnen). Otros que debutan en esos años son Jan Troell, Jörn Donner, Alf Sjoberg y Mai Zetterling, todos identificados con el movimiento del "Nuevo cine sueco".
En 1967, Widerberg alcanza éxito y trascendencia internacional con su film Elvira Madigan y, tres años más tarde, viaja contratado a Hollywood para rodar Joe Hill. En los años ochenta, alterna haciendo trabajos para el cine con otros para la televisión. Pero a mediados de la década cesa su producción cinematográfica y sólo vuelve al set, tras nueve años de ausencia, con La belleza de las cosas .

Premios
La belleza de las cosas obtuvo los premios a Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor Secundario de la Academia Sueca (1995); el Oso de Plata y el Premio Especial del Jurado del Festival de Berlín de 1996 y fue nominada por la Academia de Hollywood para el Oscar a la Mejor Película extranjera (1995).

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