Borges y el cine
Los vínculos entre Borges y el cine han sido continuos y variados. En
primer lugar, están sus colaboraciones como crítico (entre 1931
y 1945, aproximadamente) para la Revista Sur. Se trata de breves artículos
de tono ensayístico, en los que el autor tanto arremete con un film en
cartel (principalmente producciones norteamericanas e inglesas y, en menor medida,
argentinas) como reflexiona sobre problemáticas propias del medio (cine
y literatura, cine y teatro, las inconveniencias de utilizar el doblaje en los
films hablados en otro idioma, etc.). En segundo lugar, están los guiones
literarios que escribió junto a su amigo Adolfo Bioy Casares (Los
orilleros; El paraíso de los creyentes) y los argumentos originales
escritos por ambos para los films Invasión (1969) y Les
autres (1974), los dos dirigidos por Hugo Santiago.
En un tercer plano, encontramos las transposiciones que se hicieron de sus cuentos:
Días de odio (Leopoldo Torre Nilsson, 1954) y Emma Zunz
(Alain Magrou, 1969) sobre Emma Zunz; Hombre de la esquina Rosada (René
Mujica, 1962) sobre el cuento homónimo; Strategia del Ragno
(Bernardo Bertolucci, 1970) sobre El tema del traidor y del héroe;
La intrusa (Carlos Hugo Christensen, 1980) sobre el cuento homónimo;
y Guerreros y cautivas (Edgardo Cozarinsky, 1989) que es una versión
libre de Historia del guerrero y la cautiva.
Christensen, Borges, La intrusa y otros.
Según Carlos Hugo Christensen, Borges es el autor que marcó su
vida, el que lo acompaño desde su adolescencia "aunque sea con la
lectura de una página diaria" y gracias a quien descubrió
un universo literario misterioso y fascinante. Tal vez por eso, por la distancia
que tal admiración implica, es que tardó tanto en decidirse a
llevar un cuento suyo a la pantalla. Finalmente, eligió La intrusa,
un relato potente, conciso, austero. "Siempre pensé, dijo el cineasta,
que, entre los cuentos de Borges, éste era el que podía llegar
con más facilidad a un espectador que no conociera profundamente su obra".
Preocupado por conseguir los climas y tensiones que subyacen en el universo
borgeano, Christensen procuró, entonces, un guión atento al espíritu
y las recurrencias temáticas del autor en un sentido más amplio
que este solo cuento. Introdujo símbolos como las armas y los espejos
(mediante bañados que reflejan el paisaje), subvirtió la densidad
plástica de los laberintos por la contundente desnudez de la pampa de
Uruguayana y transcribió los códigos orilleros y el culto al coraje
a través de la confrontación de los hermanos Nilsen con los Iberra.
(1) Sin embargo, Borges no quedó
conforme con el resultado y declaró a los medios que el film no le había
gustado. Años más tarde, en diálogo con el historiador
cinematográfico Mario Gallina, Christensen recordó: "Borges
asistió a la proyección privada del film. Lo acompañaron
entre otros, María Kodama, la artista plástica Susana Rojo, Ulises
Petit de Murat y el director de la editorial Carlos Frías, que se ocupaba
sobre todo lo concerniente a los derechos de su obra. Mientras se pasaba la
película, María le iba diciendo qué pasaba en la pantalla.
Yo observaba que con la mano, Borges seguía el ritmo de la música
de Piazzolla. Cuando finalizó, me dijo en voz alta, que le había
encantado el film. Inexplicablemente, poco después, comenzó a
hacer comentarios desfavorables sobre el guión. Pero yo nunca lo responsabilicé
a él por eso. Un amigo suyo -cuyo nombre no recuerdo- creó toda
esa situación tan molesta. Una persona despreciablemente intrigante,
que influyó negativamente en Borges. No se olvide que era ciego."
(2)
El film representó oficialmente a Brasil en el Festival Internacional de Montreal (Canadá) y obtuvo los premios a Mejor Director, Mejor Fotografía, Mejor Actor (José de Abreu) y Mejor Música (Astor Piazzolla) en el VIII Festival de Cine de Gramado (Brasil).
Una cita bíblica
Antes del inicio del cuento de Borges se lee "2 Reyes, 1, 26". Con
ello nos introduce en el universo cerrado de los Nilsen. Pero también,
como señala Carlos Burone, (3)
se trata de una curiosidad bíblica recogida por Borges "para informar
sobre los antecedentes antiguos y prestigiosos que avalan algunas amistades
masculinas".
A diferencia del cuento, en el film la cita aparece sólo al término
de la segunda secuencia (cuando el menor de los Nilsen se enamora de Juliana
y el conflicto ya ha sido planteado). Entonces, en subtítulos impresos
sobre un primer plano de una Biblia apoyada en la mesa del rancho se lee:
"Me aflijo por ti, Jonathan, hermano mío -cariñoso y encantador
has sido conmigo- tu amor por mí fue maravilloso, superior al de cualquier
mujer."
Un cineasta polémico
La carrera de Carlos Hugo Christensen (1914-1999) fue una de las más
vertiginosas y prolíficas del cine argentino. Se inició como libretista
y director radial hacia fines de los años treinta pero debido al éxito
de sus radioteatros, pronto los directivos de Lumiton le ofrecieron incorporarse
a sus equipos. Allí, asistió a Francisco Mugica en el rodaje de
Así es la vida (1939) y, apenas unos meses después, dirigió
su primer largometraje (El inglés de los güesos, 1940).
Tenía tan sólo 25 años. A continuación, realizó
una serie de comedias livianas adaptadas del teatro (Noches de bodas;
Los chicos crecen; 16 años; La pequeña señora de Pérez)
y en 1943 escandalizó con el melodrama erótico Safo, historia
de una pasión, basado en la novela de Alphonse Daudet. En esta misma
línea continuaron El ángel desnudo (debut protagónico
de Olga Zubarry que hizo aquí el primer desnudo dorsal del cine argentino)
y Los pulpos. Polémicos y exitosos, sus films se destacaron
por la cuidada estilización de la puesta en escena y la acertada tensión
de los hilos narrativos. En 1951 pasó a los estudios San Miguel. Allí,
debutó con dos films, hoy considerados clásicos del cine policial
(Si muero antes de despertar y No abras nunca esa puerta.
Ambos, son adaptaciones de Alejandro Casona sobre relatos de William Irish).
Por sus desavenencias con Raúl Alejandro Apold, Secretario de Información
y prensa del gobierno de Perón, los directivos de los estudios recibieron
la orden de no contratar más a Christensen. Por ello, en 1954, y tras
dirigir dos melodramas para lucimiento de la estrella Laura Hidalgo, el cineasta
se radicó definitivamente en Brasil y continuó allí su
carrera.