El cine iraní de las ultimas décadas
A partir de 1979, el cine iraní declinó abruptamente debido
a los cambios políticos y culturales que se produjeron con el ascenso
del ayatollah Khomeini. Entonces, se censuraron películas, se proscribieron
cineastas y se cerró la importación de películas extranjeras.
Sin embargo, a mitad de la década del ochenta, el gobierno decidió
que el cine no necesariamente se contradice con el fundamentalismo islámico
y creó la Fundación Farabí de Cine para fomentar a la alicaída
industria. Como resultado de ello, la producción creció, debutó
una nueva camada de cineastas, aumentó la cantidad de espectadores y
varios films lograron una triunfante inserción en los festivales internacionales,
especialmente los de Abbas Kiarostami. No obstante, la censura continuó
en vigencia y directores como Bahman Farmanara y Sohrah Shahid-Saless siguieron
proscriptos. Parte de esta situación varió con la asunción
del Presidente Jatami y la implementación de su política progresista
en 1997. En los últimos años, pese a que aún el mercado
permanece cerrado y a que todavía existen casos de censura, la gradual
liberalización en el campo cinematográfico posibilitó un
mayor intercambio (coproducciones) con occidente, la vuelta de varios cineastas
y la incorporación de la mirada femenina a partir de directoras jóvenes
como Samira Makhmalbaf.
Fronteras de la ficción
Samira Makhmalbaf supo la historia de las niñas que crecieron sin salir
nunca de su casa a través de un noticiero televisivo. De inmediato, se
contactó con la familia, los vecinos y el área de la asistencia
pública que tenía el caso a su cargo e inició la investigación.
Simultáneamente, fue haciendo un registro fílmico de este proceso
y, ya con todo ello, diseñó el guión junto a su padre,
Mohsen Makhmalbaf. Por último, sobre la base de ese guión, recreó
situaciones que le permitieran redondear la historia y completar los baches
narrativos de lo que había documentado. De tal modo, el film quedó
configurado con una rara (y armoniosa) mixtura de ficción y realidad.
Dónde comienza una y dónde acaba la otra, cuáles son las
"fronteras de esa ficción" (1) son cuestiones
que, si bien no parecen relevantes a efectos de la historia, interesan a la
hora de estudiar la articulación narrativa y la concepción de
la puesta en escena.
Desde otra perspectiva, esta particularidad de La manzana plantea
también interrogantes de tipo metacinematográfico. Pues el hecho
de que no haya actores, que los personajes se interpreten a sí mismos,
que los espacios y, en muchos casos, las situaciones sean las reales, ubica
al film en un límite complejo. No es ficción basada en un hecho
real. Pero, tampoco es el mero registro documental de un acontecimiento (recordemos
que se han insertado escenas de ficción). La cámara de Makhmalbaf
testimonia -sin prejuzgar ni condolerse- las explicaciones fundamentalistas
del padre, el cándido despertar de las niñas al mundo, la decisión
del Estado que las devuelve al hogar paterno. Ahora bien, qué ocurre
si damos vuelta el planteo y pensamos en qué medida el rodaje puede haber
jugado como variable externa. ¿Cuánta conciencia había
de que todo ello se estaba filmando? ¿Cómo incidió esto
en el desarrollo de los hechos? (2) ¿Hasta qué
punto la filmación condicionó episodios como el de la visita de
los padres a las niñas, el encuentro con la asistente social o el paseo
por la ciudad? En definitiva, ¿qué hubiera sido de Zahra y Massoumeh
sin la presencia de la cámara?
La directora
Samira Makhmalbaf nació en Teherán en 1979. Como hemos planteado
más arriba, es hija de Mohsen Makhmalbaf, uno de los directores iraníes
más prestigiosos y reconocidos en occidente. Su primer contacto con el
cine fue como actriz para un film de su padre (Baysikelran, 1987) cuando
tenía ocho años. A los quince ingresó en una escuela de
cine. Paralelamente, asistió a su padre en algunos trabajos cinematográficos
y dirigió cortos en video.
En 1998, debutó precozmente en el largometraje con La manzana.
Ovacionado en los festivales internacionales de Lorcano, Cannes y Valladolid,
unánimemente elogiado por la crítica y adquirido por distribuidoras
de todo el mundo, el film resultó un éxito. Ello dio también
trascendencia internacional a su autora, quien entonces contaba con apenas dieciocho
años.