La adaptación
Cuando, en 1971, Anthony Burgess vio la adaptación que Kubrick hizo de
su novela, habló elogiosamente acerca de la "exquisitez técnica"
y "la maestría kubrickiana" del film. Sin embargo, es evidente
que, más allá de lo formal y del diseño plástico
de la imagen, las visiones filosóficas y morales de ambos -escritor y
cineasta- eran disímiles. Pues, a diferencia de Burgess que plantea una
suerte de "redención final" del personaje y abre una nueva
perspectiva a partir de su reincorporación a la sociedad, el film de
Kubrick sustenta la tesis de que el hombre es originalmente violento y que esa
agresividad no puede revertirse totalmente. Al respecto, en una entrevista publicada
el 27 de febrero de 1972 en el New York Times, el cineasta declaró:
"Hemos nacido de monos erectos, no de ángeles caídos.
Y esos monos eran unos asesinos armados ¿De qué vamos a asombrarnos?
¿De nuestros asesinatos, genocidios y misiles? No, sino de nuestras sinfonías,
por pocas veces que las toquemos, de nuestros tratados, por poco que valgan,
de nuestros sembrados, por más que a veces los convirtamos en campos
de batalla, de nuestros sueños, por más que raras veces se conviertan
en realidad. El milagro del hombre no reside en cuan bajo ha caído sino
a qué altura se ha elevado". Ahora bien, esta concepción
acerca de la esencia del hombre no es privativa de La naranja mecánica,
pues subyace en toda la obra de Kubrick, especialmente, en 2001: Una odisea
del espacio.
Resumiendo, el punto clave que diferencia a la novela del film es el desenlace.
Aunque, justo es decirlo, tampoco se trata de una versión libre ideada
por Kubrick. Él utilizó la versión de la edición
norteamericana de la novela que se publicó en 1962, en la cual se elimina
el capítulo final. Transcurrido cierto tiempo, menos elogioso con el
film y con el cineasta, Burgess (1)
arremetió: "Mi libro tiene 21 capítulos. En el último,
el personaje central acaba por casarse, por tener hijos y por cambiar de vida.
Es decir, se pasa a las filas de la ´normalidad´. Kubrick cortó
este capítulo de mi historia y parece que al final se obsesionó
con la idea de la violencia. Por lo tanto, yo no me reconozco cuando veo esta
película". El director, por su parte, justificó su decisión
diciendo: "El capítulo veintiuno describe la rehabilitación
de Alex pero, en mi opinión, es poco convincente y no es coherente con
el estilo y la propuesta del libro. No me sorprendería saber que el editor
haya forzado de algún modo a Burgess para añadirlo en contra de
su propia opinión, para que el libro concluyese de un modo más
positivo. Ciertamente nunca me ha atraído la idea de utilizarlo".
(2)
Aunque la polémica parezca anecdótica, no se trata de un dato
menor. No si consideramos que este solo detalle cambia de punta a punta el sentido
ideológico de la historia y distancia abiertamente al film de la novela
original de Burgess.
Momentos del film
El film se divide en dos grandes partes. En la primera se muestran la violencia
y las perversiones de que son capaces Alex y sus drugos: golpean en la calle
a un mendigo borracho, luchan con otra pandilla, amordazan a un escritor que
les brindó hospitalidad y violan delante de él a su esposa, ingresan
a una casa y Alex asesina a la mujer aplastándola con una escultura fálica.
En la segunda parte, cuando Alex, que ha sido sometido al tratamiento "Ludovico",
es devuelto a la sociedad como un ser vulnerable y desprotegido, se repiten
algunas de estas situaciones pero en sentido inverso. Las víctimas toman
revancha convirtiéndose en los victimarios del joven: el mendigo lo golpea,
el escritor lo tortura, sus padres alquilan su habitación a otro, los
ex-drugos, ahora policías, lo maltratan. Entre ambas partes, a modo de
bisagra entre el Alex violento que produce nuestro rechazo y el Alex indefenso
que nos provoca cierta piedad y compasión, median las instituciones:
la cárcel, el centro donde se le aplica el tratamiento "Ludovico",
la presencia del Ministro de Estado y el sacerdote, quién -a su vez-
instaura el tema del libre albedrío cuando expone sus dudas sobre la
efectividad del tratamiento: "La bondad viene de adentro, es algo que uno
elige. Cuando un hombre no puede elegir, deja de ser hombre."
Por último, en el epílogo, la visita del Ministro y la frase de
Alex "¡Sí, yo ya estaba curado!!!!" mientras suenan los
acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven, cierra circularmente la narración,
dejándonos con la certeza de que nada ha cambiado.
Desde otra perspectiva, Juan Miguel Company y José Javier Marzal han
interpretado al episodio del tratamiento "Ludovico" como una metáfora
sobre el propio espectáculo cinematográfico: "En la oscuridad
de la sala de proyección, Alex será obligado a tomar conciencia,
a partir de las imágenes proyectadas, de su propia conducta violenta,
y a desarrollar un profundo rechazo hacia ellas. El paralelismo con el mito
de la caverna de Platón -una teoría de conocimiento, en toda regla-
es pues inevitable. Alex asiste a la proyección, aprisionado en una camisa
de fuerza, con unas pinzas que le mantienen abiertos los ojos y unas correas
que no le permiten retirar la vista de la pantalla. Alex, como el resto de los
humanos, está a merced de la manipulación de lo real a la que
nos somete el poder de la imagen -no sólo cinematográfica- en
nuestras sociedades contemporáneas." (3)
Cuando se estrenó el film, la crítica -especialmente la neoyorkina-
fue implacable. Se le recriminó la ambigüedad del mensaje y el hacer
una apología de la violencia. No obstante, hubo un reconocimiento al
formidable trabajo de la puesta en escena y a la ajustada armonía lograda
entre la estética del Pop, los motivos eróticos de los objetos
y la asepsia arquitectónica de los decorados.