El chico de enfrente
Rebelde sin causa no es la primera película que trata sobre adolescentes
revulsivos, pandillas violentas y actos de delincuencia. De hecho, poco antes,
en esta misma línea se estrenaron dos famosísimos films: El salvaje
(The Wild One, 1953, Laslo Benedek) y Semilla de maldad (The Blackboard Jungle,
1955, Richard Brooks). Antecedentes imprescindibles a la hora de considerar
este tema pues ambos delinearon el perfil juvenil de los años cincuenta
en la pantalla a partir del inconformismo, la desazón, la falta de rumbo
y de perspectivas. Sin embargo, estas películas remitían a determinados
sectores de la sociedad norteamericana. Motoristas vagabundos que asaltan a
un pueblo, alumnos descarriados en un barrio pobre neoyorkino, tan sólo
representaban unos pocos componentes marginales para el conjunto generacional
de la década. En este sentido, y tal como lo explica Nicholas Ray, Rebelde
sin causa apuntaba a otra cosa: "Por regla general se admite que los delincuentes
son niños de origen humilde que se convierten en criminales porque han
crecido en la miseria. En realidad, el joven delincuente que ocupa casi todos
los días las páginas de los periódicos, es muy a menudo
el chico de enfrente, el hijo de una respetable familia burguesa, que va a un
buen colegio, y cuyos padres no logran explicarse cómo se ha podido llegar
a ese punto, ya que ellos siempre le dieron todo lo que necesitaba. Mi hijo
mayor, que por entonces también tenía sus problemas, me proporcionó
la que quizá sea la mejor definición: El delincuente juvenil es
el que se deja atrapar".
Por esta razón, cuando la Warner le ofreció el libro original
de un adolescente psicópata, hijo de un inmigrante polaco, que estaba
preso por haber violado a una joven, lo rechazó de inmediato: "Yo
ya había leído el libro -continúa Ray- y sabía que
no quería hacer de él una película porque se trataba de
un caso demasiado anormal. No me interesaban ni el psicópata ni el hijo
de una familia extranjera y pobre. (...) Pero no tenía todavía
una idea demasiado clara de lo que quería. Únicamente sabía
que mis recortes de prensa y los dramas de los que había sido testigo,
me llevaban a una dirección diferente. Trataba de dramatizar la situación
de los delincuentes normales. No estaba convencido más que de una cosa:
para todos aquellos adolescentes surgidos de familias comunes, el delito era
el modo de atraer la atención sobre sí mismos".
Contrariando la postura de los jefes del estudio, Ray cargó de angustia
y vulnerabilidad a los personajes de Jim, Judy y Platon brindando con ello una
dimensión psicológica más compleja, pero también,
más realista que la que predominaba entonces en los films con jóvenes.
Esto explica, de algún modo, porqué Rebelde sin causa se convirtió
en la película paradigmática de toda una generación.
Más que un joven rebelde
Sin dudas, una de las claves principales de Rebelde sin causa es la presencia
de James Dean: su temple de solitario desvalido, su particular estilo de actuación,
la mirada intensa, el gesto sombrío se imponen desde el comienzo y salvan al
film de convertirse en una insípida "gran producción en CinemaScope". Pero,
además de esto, es sabido que Dean aportó también ideas sobre cómo debía ser
la puesta en escena, indujo a cambios de situaciones y sugirió matices para
varios personajes. Obviamente, su buena relación con Ray fue la que posibilitó
esto que algunos críticos consideraron como una especie de codirección y que
prometía continuarse en próximas realizaciones. Lamentablemente, quince días
antes del estreno de Rebelde sin causa, Dean murió en un accidente automovilístico.
Entonces, tenía veinticuatro años y (con sus apenas tres películas) (1)
había consolidado una de las carreras más cortas, intensas y perdurables de
la historia del cine.
El director
Tras sus inicios teatrales como actor y ayudante de dirección, Nicholas Ray trabajó en la realización de programas radiales (Back Where I Come From) y televisivos (Sorry, Wrong Number) para la cadena CBS.
En 1945, participó como asistente de dirección de Elia Kazan en el film Lazos
humanos (A Tree Grows in Brooklyn). Y, al año siguiente, contratado por la RKO
debutó en la dirección cinematográfica con Sendas torcidas. Un film que anticipa
temas y problemáticas, luego recurrentes en la obra de Ray, como son la delincuencia
juvenil, las dificultades para interactuar con los otros, la fatalidad del destino
y la hostilidad del entorno. A caballo entre el proyecto personal y el film
por encargo, Ray consiguió no obstante, dar un matiz distintivo a su obra a
través del inconformismo de sus personajes, del apego a los géneros y, al mismo
tiempo, del trastocamiento de las fórmulas que lo conforman.
De su prolifera y exitosa producción en los años cincuenta se destaca Mujer
pasional, La leyenda de los malos, La rosa del hampa y, especialmente, Rebelde
sin causa, verdadero clásico del cine norteamericano. Ya en los años sesenta,
Ray realizó sus dos últimos rodajes para Hollywood, las superproducciones Rey
de Reyes (sobre la Pasión de Cristo) y 55 días en Pekín (sobre la rebelión bóxer
en China). Luego de ello, solo realizó un film en colaboración con sus alumnos
de la Universidad de New York (We Can't Go Home Again), participó con un episodio
en Wet Dreams y codirigió junto a Wim Wenders Relámpago sobre el agua, película
que registra sus últimos días de vida. Como actor, trabajó también en El amigo
americano (Wim Wenders, 1977) y Hair (Milos Forman, 1979).