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Archivo fílmico-pedagógico

Rollo girando
Sábado / Los jóvenes viejos
Una mirada cinematográfica
por Diana Paladino


Dos generaciones
Ni bien la producción fílmica de la segunda mitad de los años noventa conformó un primer corpus orgánico y se pensó en ésta como resultante de un solo grupo generacional, surgió, inevitablemente, la comparación con la llamada generación del 60. Ciertamente, la asociación no es caprichosa. Hay rasgos e intenciones comunes; existen cuestiones artísticas e, incluso, coyunturales que hacen lícita tal confrontación.
En primer lugar, debiéramos señalar brevemente dos condiciones extrafílmicas que propiciaron la aparición y afianzamiento de estas avanzadas. En el orden económico, fue la incorporación de nueva tecnología (cámaras livianas y portátiles en los años sesenta / cámaras digitales en los noventa) la que permitió el acceso a la praxis y abrió cauce a nuevas posibilidades estéticas. En el orden institucional, resultó decisivo el apoyo que se dio en los 60 y 90 a la realización y difusión de cortometrajes como vehículo práctico y rápido para la experimentación y la adquisición de experiencia.
En segundo lugar, están las consideraciones acerca del patrón generacional y los caracteres que sobreimprimen claramente en ambas camadas. Las dos están integradas por jóvenes de clase media con una formación cinematográfica académica (a diferencia de los que hicieron el escalafón práctico dentro de la industria). A grandes rasgos, las dos, también, niegan -y, en algún punto, ignoran- el pasado fílmico nacional que las antecede (el cine clásico industrial de los años cuarenta y cincuenta, en un caso; las realizaciones de los años ochenta y comienzo de los noventa, en el otro). Al tiempo que encuentran referentes y recogen influencias del cine europeo contemporáneo. (1)
Acorde a estos intereses artísticos, las producciones fílmicas de los ´60/´90 comportan un mismo afán de ruptura con respecto al modelo estético y narrativo dominante. En este sentido, es notoria, además, la tendencia por la descripción de lo cotidiano, la semblanza de la anécdota sencilla, la plasmación de climas antes que el retrato de universos complejos y la narración de “grandes historias”. Sus films, entonces, evitan el tono declamatorio y el espíritu trascendente que tradicionalmente tuvieron los diálogos en el cine argentino y escapan al acento moralista con intención normativa que prevalecía en el cine comercial. De tal modo, los films ´60/´90 sincronizan la nueva mirada con una imagen nueva hasta el punto de llegar a conformar un plantel actoral de figuras jóvenes desconocidas por el público en pos de cristalizar una identidad propia.
Por otra parte - y esto es, tal vez, lo que le da carácter de fenómeno a estos dos momentos -, hay una producción crítico-ensayística que alienta y guía a la producción fílmica, hay importantes reconocimientos y premios cosechados en certámenes internacionales; y hay un público numeroso adepto que acompaña a las películas. Sin embargo -debemos admitirlo- ninguna de las dos generaciones logró interesar al público masivo.

Dos miradas
- Hoy es una de esas noches en que quisiera tener mucha guita para filmar una historia de tipos jóvenes, de tipos como nosotros.
- ¡Qué aburrido!
- ¿Vos creés?
Roberto y Ricardo en Los jóvenes viejos.

Los jóvenes viejos y Sábado son films emblemáticos de las generaciones del sesenta y el noventa, respectivamente. Los caracteres reseñados anteriormente encajan a la perfección en estas dos óperas primas que abordan el tema de los jóvenes: la falta de rumbo y de metas claras. Para más coincidencias, ambas películas tratan sobre las relaciones interpersonales que se establecen entre seis jóvenes (tres parejas) en el acotado marco de un fin de semana (dividido en dos en Los jóvenes viejos), y proponen una narración laxa en la que abundan los tiempos muertos y destaca el tono monocorde de los diálogos.
Ahora, desde otra perspectiva, hay matices evidentes que distancian estos abordajes al tema.
Pese a transcurrir en un ochenta por ciento en exteriores, Los jóvenes viejos plantea un relato claustrofóbico. Por más que escapen a la calle, a la costanera o, a Mar del Plata, no hay salida. En última instancia, siempre está la certeza de que se volverá al punto de partida, al lugar de pertenencia. Porque los jóvenes de Los jóvenes viejos están cruzados por mandatos sociales que en gran medida no comparten pero a los que siguen atados (las chicas se casarán con sus respectivos novios, Ricardo lo hará con su novia virgen). En Sábado, en cambio, el viaje es laberíntico. Es un deambular por lugares ya vistos pero no por ello conocidos. Es un relato plagado de tribulaciones que no buscan concluir nada. No tiene la carga existencialista de la sartreana generación del sesenta. Sábado representa los hábitos de los jóvenes, su modo de relacionarse, sus balbuceos y contradicciones cotidianas, abre el juego para que se reflexione sobre ellos pero no propone un itinerario de lectura.
En la metáfora de una (Los jóvenes viejos plantea imágenes como la del pescado que está vivo a medias o la de los muchachos comiendo caviar mientras atraviesan en Jeep por una villa miseria) y la ironía de la otra, está quizás la clave distintiva de cada mirada.

[1] La generación del 60 tuvo como modelo indispensable la obra de la Nouvelle Vague (ver ficha: Los cuatrocientos golpes) y del italiano Michelangelo Antonioni. La generación del 90, además del cine europeo, también evidencia fuertes anclajes en el cine norteamericano. Subir

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