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¡Arriba hazaña!
Sugerencias para una lectura desde la problemática de la autoridad
Por Natalia Fattore y Ma. Paula Pierella

¡Arriba Hazaña! está basada en un libro de José María Vaz de Soto, titulado "El infierno y la brisa". La historia se desarrolla en una institución "disciplinaria", un internado religioso en la época de la España franquista. Desde el comienzo, el film nos enfrenta con elementos propios del poder disciplinario; es decir, nos muestra una institución que basa su eficacia en la utilización de métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo; una coerción ininterrumpida, constante, ejercida según codificaciones que regulan el tiempo, el espacio, los movimientos; nos muestra las herramientas propias de lo que Foucault llamó "disciplinas", "técnicas" que se aplican al cuerpo para domesticarlo, y así lograr efectos en las almas.
Las primeras escenas presentan la sistematización de ciertos códigos que llaman al orden prescindiendo de la utilización de la palabra oral. Un número específico de sonidos de silbato hace que se formen filas, se cante el himno, se dispersen ordenadamente los alumnos; ante un número de palmadas se debe rezar, y otros ejemplos similares.
La creación de este sistema de señalizaciones y signos que reemplazan a las palabras tiene como representante fundamental en la historia de la pedagogía a De La Salle (1651-1719), religioso fundador de las llamadas "escuelas de caridad", quien estaba preocupado fundamentalmente por las técnicas disciplinarias más eficaces para el gobierno de los cuerpos y las almas de los niños. Ubicamos tanto a De La Salle como a los jesuitas, en el marco de lo que llamamos formas de autoridad "modernas", es decir, aquellas que pretenden la internalización de las normas, más que la coerción exterior, apuntando a la formación de las conciencias, con la intención de producir una obediencia que no sea superficial.
En la película es el Hermano Ramón, el prefecto, quien se encuentra más identificado con los nombrados sistemas de codificación de las conductas. En este personaje podemos obsevar una forma de "conducción" del grupo que retoma elementos del "modelo militar" pero que también se organiza a partir de lo que Dussel y Carusso, siguiendo a Foucault llaman modelo "pastoral"; un liderazgo ejercido sobre un "rebaño", con el objetivo de disciplinarlo y al mismo tiempo conducirlo hacia la salvación. Este tipo de conducción se evidencia a partir de la presencia constante de pecados y castigos. (1)
Foucault nos ha enseñado que las relaciones de poder aparecen encarnadas materialmente en los cuerpos, en los edificios y en los objetos. Como lo expresan Dussel y Caruso en otro de sus textos, "las sutiles concepciones de las jerarquías y del poder tienen explicitaciones más allá de lo verbal, lo cual puede verse en la distribución y uso del espacio y el tiempo". (2)
Podríamos pensar, en este sentido, cómo se juega la autoridad a partir de la estructura edilicia del colegio; pensada para que todo pueda ser visto y controlado. Los alumnos saben que son observados, ven al Director mirando todo el tiempo desde el edificio hacia el patio con sus largavistas. Hay una escena muy clara para tener en cuenta: cuando el alumno Lamberto es llamado a la Dirección para que explique el contenido de una carta de amor -en ese contexto considerada obscena- sufre la intromisión en su intimidad por parte del Director. Este quiere conocer todo: el trabajo de los padres, si asisten a misa, cuántas veces comulgan por semana. Y en un intento de reforzar el hecho de que no hay posibilidad en el niño para el secreto, le dice: "Dios está en todas partes". "El que está en todas partes es usted con esos prismáticos", contesta muy acertadamente Lamberto.
Esta escena nos remite a pensar en la figura arquitectónica del panóptico (pan: todo; óptico: visión), figura a partir de la cual se constituyó la lógica de las instituciones de la modernidad. Lo que aquí se pone en juego es esta necesidad de inducir un estado consciente y permanente de visibilidad que sea garantía del funcionamiento automático del poder.
En este sentido, "participar de la autoridad" es participar de esta mirada omnipresente. Anne Querrien se encargó de mostrar cómo "las miradas" son captadas por los dispositivos de poder y organizadas para servirlos, miradas eficaces a partir de las cuales se organizan los espacios escolares. (3)
Podríamos pensar desde esta misma perspectiva el lema de "las tres S", sostenido por los Hermanos; "Sanos, Santos y Sabios". El ordenamiento de los alumnos, la distinción entre unos y otros mediante la organización de un espacio adecuado en el que no pueden mezclarse ni tocarse, la vigilancia permanente, dan muestras claras de este tipo de poder aplicado al cuerpo del alumno. La escuela aparece no sólo como transmisora de conocimientos, sino como la encargada de "normalizar", a partir de una vigilancia del cuerpo en su totalidad, limpio, sano, santo. (4)
Sin embargo, lo interesante del film es que veremos aparecer "signos" que dan cuenta del agotamiento, de la pérdida de eficacia de estas "herramientas" disciplinadoras. La crisis de la institución educativa -en este caso religiosa y con forma de internado- se evidencia principalmente al entrar en decadencia el discurso disciplinador autoritario. Si tenemos en cuenta que la película se filma unos años después de la muerte de Franco, podríamos pensar que lo que aquí se pone en juego es el pasaje, no libre de conflictos, de un orden social autoritario a la democracia.
El cambio de la letra del Himno del Colegio por parte de los alumnos como uno de los elementos representativos de que "algo" en esta institución ha perdido su eficacia y requiere ser renovado; ya que cuando el himno es transformado y convertido en medio de protesta, parece adquirir un nuevo sentido y es cantado con entusiasmo por los colegiales.
Adriana Puiggrós afirma que los símbolos patrios, los rituales escolares, son necesarios en tanto "engarces de la sociedad, lugares donde se produce la vinculación entre la gente, operaciones discursivas de construcción de lo colectivo". Pero también nos aclara que "toda institución tiene una falla, un lugar donde su estructura no termina de cerrarse sobre sí misma, un momento en el cual el acto de instituir es incompleto. Esta falla es la que permite que nuevos elementos irrumpan, penetrándola y haciendo posible el cambio". (5)
Entendemos que hay algo allí, en el gesto de cambiar la letra del himno, del orden de esta falla que permite sacar a la luz el agotamiento de la institución. No es casual que las transgresiones recaigan sobre los rituales y sobre los "símbolos religiosos", lugares donde reside precisamente el poder de la Institución. Como dice Tomás Abraham, en esos lugares es donde se juega la posibilidad de la dominación de los hombres. Dominación que requiere para producirse algo más que la exposición de la fuerza. "No hay poder sin decorado".
Es interesante entonces observar cómo esos mismos elementos, símbolos y rituales a partir de los cuales la escuela funda su eficacia y su poder, son transformados, para manifestar la oposición. Destacamos la escena donde se hace "estallar" una paloma dentro de la capilla, así como la aparición del cáliz roto en la cama de un alumno.
En el intento por solucionar el conflicto desatado, veremos aparecer distintos modos de entender y ejercer la autoridad. Se asumirán estilos de conducción, de autoridad pedagógica, claramente diferenciados: el prefecto cree en la "disciplina" y en el "principio de autoridad", y tratará de encontrar respuestas en un discurso ya perimido y sin eficacia. El Director, en cambio, da claros ejemplos de demagogia, intimidación, manipulación y se valdrá de métodos "psicológicos" en su intento de descubrir a los culpables de los numerosos actos de rebeldía que se van dando entre los alumnos, buscando sobre todo que alguien "delate". En medio del desborde institucional y de su visible debilidad como figura de autoridad dice: "No confundáis bondad con debilidad, benevolencia con falta de carácter".
Nos interesa centrarnos aquí en la presencia de la ideología anarquista en algunos de los alumnos. La introducción de un libro de Manuel Azaña y Díaz, escritor y político anarquista, anticlerical, que se encontró al frente de diferentes funciones y cargos durante la Segunda República hasta ser elegido como Presidente, operará como marca de rechazo a todo tipo de autoridad. ¡Arriba Hazaña! funcionará como lema representativo de una situación en que la institución toda será puesta en cuestión.
Una frase de un conocido filósofo anarquista, Proudhon, puede resultar útil para pensar la fuerza de este discurso a la hora de cuestionar lo instituido:

"Ser gobernado es ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado por seres que no tienen ni título, ni ciencia, ni virtud. Ser gobernado significa, en cada operación, en cada transacción, ser anotado, registrado, censado, tarifado, timbrado, tallado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado, amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido. Es, bajo pretexto de autoridad pública, y en nombre del interés general, ser expuesto a contribución, ejercido, desollado, explotado, monopolizado, depredado, mistificado, robado; luego, a la menor resistencia, a la primera palabra de queja, reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo, burlado, ridiculizado, ultrajado, deshonrado. ¡He aquí el gobierno, he aquí su moralidad, he aquí su justicia!" (6)

Lo que aparece en el discurso anarquista no es la puesta en duda de un tipo de autoridad o forma de gobierno (la que operaba en el internado) sino el cuestionamiento de toda forma de autoridad. Jesús, uno de los alumnos más identificados con el anarquismo, es claro con relación a esto cuando reclama que no sólo tienen que luchar y organizarse por conseguir algunas reformas en la vida escolar sino que lo que él pretende es que nadie interfiera en sus deseos, poder hacer todo lo que le plazca. Para este personaje, "lo único que se puede ser en este lugar con dignidad es anarquista".
En los verbos que aparecen en la cita de Proudhon predomina la idea del poder operando casi exclusivamente desde sus mecanismos represivos. En relación a esta manera habitual de entender al poder dice Foucault: "En general se describen los efectos y los mecanismos de poder como mecanismos y efectos de exclusión, descalificación, exilio, rechazo, privación, negación, desconocimiento, es decir, todo el arsenal de conceptos o mecanismos negativos de la exclusión". Quizás de lo que se trate, es de entender al poder no como una tecnología que tan sólo expulsa, prohíbe, margina y reprime, sino como un poder positivo, un poder que fabrica, que observa, un poder que sabe y se multiplica a partir de sus propios efectos. (7)
Proponemos en este sentido prestar atención a cada uno de los verbos mencionados en esta cita, que en su mayoría forman parte constitutiva del discurso pedagógico y hacen a la "eficacia" del acto de educar. Quizás lo que debamos preguntarnos es si hay posibilidades de educar sin la intención de gobernar al otro, y si hay posibilidades de pensar relaciones humanas de las cuales esté ausente el poder. Recordamos aquí una conocida cita de Foucault cuando dice: "No veo en qué consiste el mal en la práctica de alguien que, en un juego de verdad dado y sabiendo más que otro, le dice lo que hay que hacer, le enseña, le transmite un saber y le comunica determinadas técnicas. El problema está más bien en saber cómo se van a evitar en estas prácticas -en las que el poder necesariamente está presente y en las que no es necesariamente malo en sí mismo- los efectos de dominación (...) Me parece que es necesario plantear el problema en términos de reglas de derecho, de técnicas racionales de gobierno". (8)
La película muestra la pérdida de eficacia de una concepción de autoridad propia de una coordenada témporo-espacial, cercana a esta idea de dominación. Ahora bien, la inhabilitación de toda autoridad dejaría fuera de funcionamiento el orden escolar mismo y, podríamos decir, hasta el mismo orden social. De hecho, la posibilidad de abolir el poder jerárquico representó siempre lo impensable e inimaginable de la política.
Esta paradoja se manifiesta en la película claramente. En un primer momento, cuando los conflictos se agudizan; si bien los planteos de los alumnos no son uniformes ni unívocos, el discurso ideológico del movimiento anarquista opera como discurso autorizado para aglutinar al grupo.
Al llegar el nuevo director, que introduce una nueva concepción de autoridad democrática, abriendo espacios de participación, el discurso anarquista pierde su eficacia como única posición antagónica.
Esta nueva figura de autoridad va a lograr que la generalidad de los alumnos internalicen nuevos modos de organización, de reclamar por sus derechos, de dirigirse a los superiores. Se sucederán elecciones, asambleas, reuniones.
Sin embargo, esas prácticas funcionan porque los disidentes, es decir, los "anarquistas", quedaron excluidos. Algunos de los alumnos sólo quieren comenzar a discutir una vez que se hayan reincorporado todos aquellos que con su accionar fueron logrando los cambios en los estilos de conducción.
Las últimas escenas habilitan, a nuestro entender, a discutir algunas cuestiones en torno a la idea de democratización.
Si entendemos, tal como argumenta Chantal Mouffe, que el antagonismo, el conflicto, son parte misma de la conformación de las identidades colectivas, entonces, no hay posibilidad -ni es deseable que la haya- de "armonía perfecta". Para construir un "nosotros" es menester distinguirlo de un "ellos". Según el argumento de Mouffe, la cuestión no reside en llegar a un consenso sin exclusión (9) -lo que nos devolvería a la creación de un nosotros que no tuviera un ellos como correlato- sino, en llegar a establecer la discriminación nosotros/ellos de tal modo que resulte compatible con el pluralismo. Este argumento es interesante para pensar; sobre todo, la escena final de la película. Sólo puede funcionar "armónicamente" el colegio, cuando los disidentes quedan excluidos.
Proponemos hacer el ejercicio de pensar en la historia de la pedagogía, qué identidades fueron quedando excluidas a partir de la instauración de determinadas inclusiones.

Por otro lado, los conflictos ocurridos en el colegio pueden ser leídos a la luz de la historia de la sociedad española en tiempos del franquismo, en la cual muchos discursos quedaron violentamente acallados.
Adriana Puiggrós utiliza el discurso psicoanalítico para afirmar que también en la historia de los pueblos es imposible la anulación de los hechos del pasado. En esa imposibilidad de cierre, de cancelación, reside la posibilidad misma de que la historia siga. La introducción del libro de Azaña podría pensarse como parte de la operación de un "retorno de lo reprimido" ya que no es un dato menor que Azaña era considerado por los hermanos un "masón, anticlerical, perseguidor de curas". Quizás entonces de lo que se trata es de pensar que precisamente, "lo que el discurso escolar es renuente a dejar entrar tarde o temprano penetra descontrolado por la ventana". (10)
Creemos que ¡Arriba Hazaña! nos permite pensar en la necesidad de autoridades que otorguen un marco a las relaciones sociales, que establezcan criterios claros acerca de lo que se considera legítimo que sea prohibido y permitido. La película habilita también a discutir acerca de cuáles son las mejores formas de "gobernar" a los sujetos y a los grupos humanos (si es que sostenemos la necesidad de alguna forma de autoridad para la institución de sujetos), discusiones constitutivas del terreno educativo.


[1] Ver Caruso, M. y Dussel, I., La invención del aula, Santillana, Buenos Aires, 1999. Subir
[2] Dussel, I.; Caruso, M., De Sarmiento a Los Simpsons, Kapelusz, Buenos Aires, 1996. Subir
[3] Recomendamos la lectura del capítulo "Las miradas eficaces", del texto Trabajos elementales de la escuela primaria, La Piqueta, Madrid. Subir
[4] La asociación "sanos, santos y sabios", nos recuerda el papel clave que cumplieron en nuestro país los médicos positivistas en la constitución de las instituciones escolares y sus concepciones que organizaron rituales aún en ejercicio. Adriana Puiggrós afirma que la metáfora" civilización o barbarie" fue la madre de su higiénica sucesora, constituyendo un dispositivo que ha sido inherente a la cultura argentina. "El higienismo permite dividir la comunidad entre sanos y enfermos, cuerdos y locos, sabios y disparatados, educables e ineducables, maestras obedientes de la autoridad central o pérdidas, irremisiblemente enfermas de aflicción, como Raselda, la maestra normal de Gálvez". En: Puiggrós, A. "Mitos y complejos argentinos que afectan la educación y la investigación en sus orígenes, con ecos presentes", Revista de Ciencias Sociales, Universidad de Quilmes, 2002. Subir
[5] Puiggrós, A., Volver a educar, Ariel, Buenos Aires, 1995. La autora analiza las transformaciones de los rituales en la escuela argentina a partir de lo que significó en nuestro país el gesto de rebeldía de Charly García, "pateando el tablero", al componer una nueva versión del himno en ritmo de rock. Subir
[6] En Idea General de la Revolución en el siglo XIX. Citado por: Savater, F., Política para Amador, Ariel, Buenos Aires, 1992, p. 53 y 54. Subir
[7] Foucault, M., Los anormales. FCE: México, 2000, p. 51 y sgtes. Subir
[8] Foucault, M., Hermenéutica del sujeto, Altamira, Buenos Aires, 1996. Subir
[9] Para Mouffe, la categoría de "enemigo" no desaparece, en tanto sigue siendo pertinente en relación con quienes, al cuestionar las bases mismas del orden democrático –en nuestro caso los anarquistas– no pueden entrar en el círculo de iguales". En El retorno de lo político, Paidós, Buenos Aires, 1999. Subir
[10] Puiggrós A., Op. cit., 1995, p. 28. Subir

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