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Ensayo de orquesta
Sugerencias para una lectura desde la problemática de la autoridad.
por Ma. Paula Pierella


Cualquier organización social moderna puede ser pensada a partir de la metáfora de una orquesta. En ella nos encontramos con una división social de las tareas, con directores y dirigidos, con una forma determinada de relaciones intersubjetivas y con modos específicos de regular la libertad y decidir un orden (1) . A los fines de pensar la categoría autoridad, el director de orquesta puede ser un "jefe", un presidente, aquél que organiza y gobierna a un grupo de personas, y -por qué no- un maestro o profesor.
A partir de lo expresado, considero a este film es interesante para pensar cuestiones tales como ¿qué es la autoridad? ¿podemos plantear fundamentos determinados que condicionen la aceptación y autorización de alguien como figura de autoridad? ¿Cuándo decimos que alguien tiene autoridad? ¿Qué características asume la autoridad desde una mirada pedagógica?
El sociólogo Max Weber, a principios del siglo XX, desarrolla una teoría acerca de la autoridad o "dominación legítima", sosteniendo principalmente la noción de legitimidad como fundamento de cada uno de los tipos de autoridad que conceptualiza. Estos son: racional-legal, tradicional o carismática. Dice Weber: "La disposición a avenirse con las ordenaciones "otorgadas", sea por una persona o por varias, supone siempre que predominan ideas de legitimidad y -en la medida en que no sean decisivos el simple temor o motivos de cálculo egoísta- la creencia en la autoridad legítima, en uno u otro sentido de quien impone ese orden." (2)
Siguiendo esta línea, nos encontramos con que atribuir a alguien o a algo autoridad, o sea, delegar en ello el poder de decisión sobre aspectos importantes de nuestras vidas, obedecer los mandatos de otros, sería cuestión de dar legitimidad a alguien por determinados atributos percibidos. Este enfoque asimilaría autoridad a legitimidad y a obediencia voluntaria.
Pero el tema no es tan simple, ya que desde otras vertientes de pensamiento sobre la sociedad, la cuestión se ha complejizado. Preocupados por el fenómeno del fascismo y del nazismo, los teóricos de la Escuela de Frankfurt (3) tratan de explicar por qué las masas apoyaron y se sintieron identificadas con líderes que desde una mirada racional no serían tan favorables ni legítimos. Estableciendo una relación entre marxismo y psicoanálisis van a introducir la presencia de necesidades psicológicas de las personas a la hora de creer en determinadas figuras. Recurren a imágenes internalizadas de la autoridad desde la más temprana infancia como así también a particularidades sociales y culturales, a la hora de explicar la adhesión popular a determinados personajes. Resultan significativas aquí las palabras de M. Caruso, que nos acercan al ámbito pedagógico: "...Se trata de la simple constatación que la consecuencia de la autoridad no es la obediencia, sino la creencia. ¿No es constitutiva de la escena de la enseñanza la creencia en la transformación del sujeto? ¿No es constitutiva de la obligatoriedad escolar la creencia en la posibilidad de reproducción y de producción social a través de instituciones de transmisión del saber?" (4) Con respecto al ámbito pedagógico, es importante la articulación que realizan Dussel y Caruso entre estas explicaciones que la teoría social nos ha legado y la conceptualización de la autoridad en clave pedagógica. Sostienen estos autores que la misma puede ser considerada desde ambas perspectivas: a partir del pensamiento weberiano se puede entender al modo en que la plantearon los normalizadores, como una autoridad legal-racional, basada en reglas y normas claras y en personas que ocupan su lugar de trabajo porque están capacitadas para ello, porque poseen los conocimientos necesarios para ocupar determinado puesto. Pero también se puede plantear que el tipo de autoridad puede ser tradicional o carismática, fallando en este caso la capacidad de legitimar la acción docente en el saber hacer y fundamentándola en el carisma o la tradición. Según estos autores, tal como lo señala la segunda corriente mencionada, es decir, la Escuela de Frankfurt, este modelo deja sin considerar la necesidad de creer. (5)
Surgen entonces nuevas preguntas: ¿por qué ciertos hombres, maestros, líderes, instituciones, ideas, poseen ese poder de "llamar" a otros de manera incondicional? ¿Qué es ese "algo" que hace que creamos en ellos y los sigamos? ¿Por qué ciertas tradiciones, escuelas de pensamiento, representaciones, sentidos, son eficaces? ¿Qué es lo que hace que esa eficacia tambalee o se derrumbe?
Ensayo de orquesta da cuenta de manera sorprendente acerca de esta cuestión, fundamentalmente a través de las palabras del director de la orquesta. Dice éste a quien lo entrevista: "Un director de orquesta es como un cura, debe tener una iglesia con creyentes, con fieles. La iglesia se vuelve abajo cuando los creyentes se vuelven ateos... cada concierto es una misa". Y a continuación comienza a recordar la época en que él tocaba y evoca a quien fuera su director: "Estábamos allí, encantados, esperando el movimiento de la batuta éramos una sola cosa... Entonces daba la señal de comienzo, nada era mejor que su autoridad, sólo la idea nos estremecía... ¡Había tanto amor entre nosotros y el director! (con nostalgia) Un amor que como usted ve ahora está perdido. Con mis alumnos me une un odio común, es como una familia destruida".
Son muchas las cuestiones que podemos analizar a partir de este párrafo. En primer lugar, la relación entre autoridad y creencia, el hecho de que el sentimiento de compromiso con una persona, idea, con una causa, o el otorgarle autoridad a algo y dedicar esfuerzos en pos de ello estaría indisolublemente ligado a una creencia, más que a la aceptación racional de competencias, ideas, atributos determinados.
Por otro lado, la metáfora de la misa y su relación con la enseñanza parecería implicar que para este director sólo existe una palabra verdadera, comentada por la autoridad, y fieles que asisten a escucharla y a responder según reglas pautadas de antemano.
También nos encontramos con que para que una persona ubicada en una posición de poder, en un rol de mando, tenga autoridad, la misma tiene que ser "investida" de un "algo" irracional, aquello que el director llama "amor", o estar "encantados".
Resultan útiles aquí las palabras del psicoanalista Slavoj Zizek: "Cuando la autoridad está respaldada por una compulsión física inmediata, no estamos tratando con la autoridad propiamente dicha (esto es, la autoridad simbólica) sino, simplemente, con una agencia de la fuerza bruta: la autoridad propiamente dicha siempre es, en su nivel más radical, impotente. Se trata de cierta "llamada" que "no puede obligarnos efectivamente a nada" y, no obstante, por una especie de compulsión interna, nos sentimos obligados a seguirla incondicionalmente". (6)
Por lo tanto, si la autoridad está condicionada por una compulsión interna, por una especie de llamada, la complejidad de la categoría radicaría en el acto mismo de delegación no racional. Cuando ésta no se da, nos encontramos con situaciones metaforizadas por el filme, con lamentos similares a los del director de orquesta. Escuchémoslo nuevamente: "Cuando dirijo me siento como un sargento que debe dar a todos puntapiés en el trasero. Ahora, por leyes absurdas, está prohibido actuar como un sargento... Se acabó la época grandiosa. Recuerdo la primera vez que subí al podio era un silencio enorme delante de mí. Hice la señal para empezar y ví con gran emoción que a mi batuta de dirigente estaba ligado el sonido de la orquesta... Su voz nacía de mi mano... Ahora somos todos iguales. Debo parecerme al primer violín que tiene dedos de carnicero".
Aquí estaría dando cuenta del debilitamiento de la eficacia de las figuras de autoridad en cuanto a generar "fieles", "creyentes" y de la disolución de las jerarquías. (7) Esto es algo que, indudablemente, nos tiene muy preocupados a los pedagogos y que da pie a la proliferación de todo tipo de nostalgias del pasado, provenientes de conservadurismos de toda índole que intentan un retorno imposible y generalmente no deseable. Cualquier maestro o maestra, profesor o profesora puede sentirse identificado con el director de orquesta. Parece ser que los docentes tenemos que salir a diario a ganarnos fieles y creyentes y nos sentimos ridículos a la hora de recurrir a medidas antaño legítimas. Pero a partir de lo desarrollado hasta aquí entendemos que ese "salir a buscar" no tiene nada que ver con la autoridad, y que el mero hecho de ocupar un puesto y poseer ciertos atributos tampoco es garantía de autoridad si no existe esa creencia previa en el mensaje que se transmite.
Ahora bien ¿en qué radica dicha creencia? ¿tiene que tener el docente ciertas condiciones o atributos para que se crea en él?
Esta cuestión se encuentra estrechamente relacionada con el desarrollo que realiza Kierkegaard y que re-trabaja Zizek, acerca de las paradojas de la autoridad, a partir de figuras como las de Sócrates y de Cristo. Estos personajes, paradigmáticos a la hora de pensar en la efectividad de la transmisión de un mensaje determinado, resultan muy significativos a la hora de pensar en los fundamentos de la autoridad docente. Representan algo así como modelos de "maestros", en el sentido de que sus vidas mismas consistieron en transmitir mensajes, inculcar "verdades", o lograr que el discípulo encuentre la verdad en sí mismo.
Zizek, siguiendo a Kierkegaard, señala una gran diferencia entre estos dos personajes, diferencia interesante para abordar el tema de la autoridad. Parece ser, siguiendo a estos autores, que el reconocimiento supremo que puede otorgarse a Sócrates, al ser su tarea la de permitir que el sujeto dé a luz el conocimiento ya presente en él, es el de ser olvidado en el momento en que se accede a la verdad. Es decir, lo importante aquí sería la verdad conocida y no la figura del maestro. En cambio no ocurre lo mismo con Cristo, ya que el objeto de la fe cristiana no sería la enseñanza en sí, sino el maestro. "Un cristiano cree en Cristo como persona, no inmediatamente en el contenido de sus afirmaciones; Cristo no es divino por haber proferido verdades tan profundas, sus palabras son verdaderas porque fueron pronunciadas por El (...). La garantía última de la verdad de las palabras de Cristo es la autoridad de quien las profirió, esto es, el hecho de que fueran expresadas por Cristo, no la profundidad de su contenido, esto es, lo que dicen." (8)
Este análisis se complejiza un poco más, al punto de parecer contradictorio, cuando Kierkegaard dice que un apóstol -figura tan ligada a los orígenes del oficio docente- se reduce a su papel de ser portador de un mensaje de otro; entonces, lo que adquiriría importancia aquí es el contenido del mensaje. En esa especie de contradicción residiría entonces la paradoja de la autoridad: "Obedecemos a una persona a quien esta es conferida, independientemente del contenido de sus afirmaciones (la autoridad deja de ser lo que es en el momento en que la hacemos depender de la calidad de su contenido), aunque esta persona retiene la autoridad sólo en tanto se reduce a un mensajero neutral, portador de algún mensaje trascendente -en oposición a un genio- en el que la abundancia de contenido de su obra expresa la riqueza interior de la personalidad de su creador". (9)
Después de todo este desarrollo, volvemos a preguntar: ¿dónde reside la autoridad? Zizek nos responde dando cuenta de la inconsistencia de la misma: "La única respuesta posible es: en el espacio vacío de la intersección entre los dos conjuntos, el de sus rasgos personales y el de su enseñanza, en la insondable X que es 'en Cristo más que Él mismo'". (10)
Ahora bien, después del desarrollo realizado acerca del concepto, debemos prestar atención a algo que se pone de manifiesto en el film: el cuestionamiento de las figuras y los lugares de autoridad. Y en este sentido no es un detalle menor considerar el momento histórico en que el mismo es realizado: 1979. Tengamos en cuenta que Alemania e Italia, entre otros países, tuvieron ciclos de regímenes autoritarios durante el período que va de la década de 1930 a la de 1970, y que esta última década estuvo signada por importantes acontecimientos políticos, por grandes movimientos de liberación que se venían desarrollando en el mundo desde los '60. Mayo del 68 gritando "la imaginación al poder", pedagogías libertarias que resaltan la autonomía del sujeto y que se oponen a cualquier tipo de directivismo y a seguir los designios del llamado "principio de autoridad". Todas esas manifestaciones de liberación de clases, sexual, de rango, toman forma a través de los músicos rebelados, que se oponen a ser dirigidos, no porque sostengan que el director no posee las competencias necesarias o que el mismo carece de ciertos atributos, sino porque aquello que se rechaza es a la autoridad en sí misma a favor de una libre interpretación de sus instrumentos.
Se escuchan consignas representativas de esto: -¡No queremos director! ¡Está prohibido dirigir! -¡No hace falta el director, no hace falta la música, no hace falta nada...! -La música debe ser un bien público que todos deben usufructuar, sin distinción de clases. En cambio la usan para explotarnos e idiotizar a la gente. -Director, no te queremos más, si nos diriges lo harás cabeza abajo! -¡No al poder de la música! ¡Es una cadena de explotación! -¡Nosotros decidiremos el ritmo y la cadencia! (Aquí resulta significativo el hecho de que rompen el metrónomo: aparato para medir el ritmo.) Dichas expresiones podemos ubicarlas como manifestaciones de un discurso revolucionario, libertario y autogestionario, que apunta a dar un salto cualitativo entre la "coerción" y la "libertad", entendiendo a la misma en antagonismo total con la autoridad. Esta última se encontraría en una directa articulación con las ideas de alienación y opresión, relación muy común en los desarrollos teóricos de las Ciencias Sociales durante los años '70.
En este punto, nos preguntamos: ¿pueden ser pensados modos de organización diferentes a aquellos exaltados por conservadores nostálgicos de un pasado en el que las jerarquías eran aceptadas sin discusión y en que el poder arbitrario de las autoridades dejaba de lado el hacerse cargo por los efectos de ocupar determinado espacios y funciones sociales? En la actualidad en el campo de la educación nos encontramos con un problema muy complejo, ya que el discurso de la autonomía se ha convertido en hegemónico y no estamos, como en los '70, enfrentados al binomio dependencia-liberación, o, podríamos decir, autoridad-libertad.
Según Dussel y Caruso, algo que se perdió en las críticas antiinstitucionales y antiautoritarias es la cuestión de que siempre es necesario un orden. "Uno puede -y si puede, debe, dice Derrida- tratar de pensar en otros tipos de órdenes que contengan la paradoja de la autoridad y la libertad en otra ecuación, que no subordine a la segunda ni deshaga a la primera. (11)
Entonces, afrontemos el desafío de "poder" y "deber" pensar la autoridad en conjunción con la libertad asumiendo el rol social de enseñar. Sólo de ese modo se podrá dar sentido a una de las acepciones derivadas del concepto en cuestión: autorizar, habilitar a otro a que, partiendo de una transmisión legada, tome su palabra, interprete su música. "Al fin y al cabo el mundo que vendrá, vendrá con liberaciones y servidumbres y se trata en todo caso, como miles de maestros lo hacen cada día, de tomar lugar en la batalla." (12)

[1] Emile Durkheim, quien es considerado por muchos como el padre de la Sociología, realiza un importante desarrollo y análisis acerca del funcionamiento de las sociedades a partir de la división social del trabajo y del creciente espacio que fueron adquiriendo las asociaciones profesionales y gremiales, no sólo a nivel económico sino también como reguladoras del orden moral. Una de sus preocupaciones fundamentales: la anomia social y económica, sólo podrá resolverse -a su criterio- si las pasiones humanas se contienen ante un poder moral que respeten."Si falta toda autoridad de este género, la ley del más fuerte es la que reina y, latente o agudo, el estado de guerra se hace necesariamente crónico". Durkheim, E. (1995): La división del trabajo social, Akal, Madrid, p. 3. Subir
[2] Weber, M. (1996): Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, p. 30. Subir
[3] Aquí nos estamos refiriendo fundamentalmente a Adorno, Horkheimer, Marcuse, Benjamín, pensadores a quienes, según Sennett, les interesaba combinar el psicoanálisis con la crítica social marxista más avanzada. Ver Sennett, R. (1982): La autoridad, Alianza, Madrid. Subir
[4] Caruso, M. (2001): "Autoridad, gramática del cristianismo y escuela: breves reflexiones en torno a "lo absoluto-frágil", de Slavoj Zizk", en Cuaderno de Pedagogía Rosario, Año IV Nº 9. Subir
[5] Dussel, I. y Caruso, M. (1999): La invención del aula, Santillana, Buenos Aires. Subir
[6] Zizek,S. (1994): ¡Goza tu síntoma! Jacques Lacan dentro y fuera de Hollywood, Nueva Visión, Buenos Aires., p. 120. Subir
[7] También se podría pensar, a partir de las expresiones del director en algo fundamental en Pedagogía: La imposibilidad de una relación lineal entre lo que se enseña y lo que se aprende, entre "la batuta" y el "sonido pretendido". Subir
[8] Zizek, S., Op.cit., p. 118. Subir
[9] Ibídem, p. 121. Subir
[10] Ibídem, p. 121. Subir
[11] Dussel,I. y Caruso, M., "La autoridad de la pedagogía", en La invención del aula, Santillana, Bs.As., 1999, p. 205. Subir
[12] Antelo, E. La escuela más allá del bien y del mal, Amsafé, Rosario, 2001, p. 14. Subir

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