Haz lo correcto marca la gran tensión socio-racial que existe en un
barrio de los EE.UU. habitado, en gran mayoría, por gente de color, pero también
por italo-americanos, latinos, coreanos. El film plantea la tirantez que se
produce en la convivencia de estos grupos y complejiza la clásica mirada
sobre el racismo centrado exclusivamente en la gente de color. En las distintas
escenas que conforman la película aparece manifestada la violencia a
la que son sometidos los diferentes personajes: peleas, insultos, manifestaciones
de xenofobia verbal y/o física. Todas estas situaciones parecieran acontecer
como propias de un devenir natural. Cada uno de sus personajes ve en el otro
un "mal".
Peter McLaren, para pensar en la "naturalidad" de las diferencias trae a Slavoj
Zizek, quien señala que la manera en que el lenguaje se relaciona con
la totalidad de la experiencia está de antemano sobredeterminada por
el lenguaje mismo o, en términos lacanianos, el lenguaje (el orden simbólico)
no puede ser reducido a la experiencia. La totalidad del lenguaje estructura
el horizonte de nuestra experiencia y la dirección de nuestro deseo,
por lo que el mundo es siempre ideológico en el sentido de que no podemos
distanciarnos hacia alguna plataforma fuera del lenguaje para reflexionar sobre
nuestra situación en el lenguaje. Desde esta lógica, más
allá de las diferencias que puedan existir entre un grupo de personas,
McLaren plantea que hay un modo de habitar el lenguaje y la cultura que ordena
la experiencia, en este caso, la de habitar las diferencias raciales, que puede
ser pensada como un relato o una ficción (en el sentido de un orden construido)
y es tarea de la pedagogía que sean revisados. (1)
La película de Spike Lee muestra un grupo de personajes, pertenecientes
a distintos grupos raciales, que tienen incorporada a su existencia
la desvalorización que la sociedad les ha impuesto. Ejemplos de esto
lo constituyen las escenas donde los hombres de color más viejos están
sentados como si fueran adornos en la esquina, o cuando se quieren referir entre
ellos despectivamente y lo hacen diciéndose negros, o cuando
frente al éxito de un coreano en su negocio, la gente de color se piensa
a sí misma naturalmente menos inteligentes que él. Estas escenas
muestran cómo su posición frente a los otros está enmarcada
en un lenguaje más amplio que los incluye, y en el cual se ubican acríticamente,
naturalizando su inferioridad. Es "normal" que en un barrio predominantemente
"negro" ocurran esas cosas, lo que no significa que sea "natural".
Cada uno de los personajes porta algún tipo de xenofobia hacia el otro.
En el caso de Pino, blanco racista, vemos como se construye la mirada hacia
un otro negro. En su reconocimiento la construcción de la identidad del
otro se hace desde una inferioridad inscripta en la naturaleza: son sólo
"jugadores de básquet", cantantes de rap, no les gusta mucho trabajar,
son peligrosos. La naturaleza dice que son vagos, lentos, traidores. Pero también
son peligrosos y hay que mantenerlos lejos, ya que pueden atacar y despojar
(no por nada Pino quiere irse cuanto antes del barrio).
El film trae a discusión la "naturalización" de los contextos
socio-históricos donde se fundan los hechos de violencia, y se distancia
de la clásica relación blancos/negros presente en muchas producciones
hollywoodenses, donde pareciera existir una relación directa, natural,
entre la raza negra y la violencia.
En otra dirección, Hannah Arendt señala que es necesario examinar las raíces de la violencia, porque según la
autora nada es más peligroso que la tradición de pensamiento orgánico
en cuestiones políticas por las que el poder y la violencia son interpretadas
en términos biológicos. El peligro de dejarse llevar por las metáforas
provenientes de la biología está presente, sobretodo, nos dice
la autora, en la cuestión racial. El racismo, blanco o negro, está
por definición preñado de violencia porque se opone a hechos orgánicos
naturales, que ninguna persuasión ni poder pueden modificar: todo lo
que uno puede hacer es exterminar a su portadores. El racismo, a diferencia
de la raza no es un hecho de la vida, sino una ideología, y las acciones
a las que conduce no son acciones reflejas sino actos deliberados. La lucha
interracial resulta siempre homicida pero no es irracional, es la consecuencia
lógica y racional del racismo. (2)
La "ajenidad" que en nuestra realidad argentina puede tener el problema del
racismo en clave norteamericana no nos libra de revisar los supuestos biológicos
presentes a lo largo de todas las operaciones político-pedagógicas
presentes en nuestra historia. Quizá desde aquí sea útil
examinar cómo los discursos pedagógicos biologicistas están
en el constante peligro de convertirse en racistas.
Henry Giroux en su artículo Utopías blancas y realidades de
pesadilla, plantea que el viejo racismo se desarrolló en el marco
del legado histórico del colonialismo y la esclavitud moderna, y se apoyó
en un recurso ideológico ligado a teorías científicas y
pseudobiológicas sobre la raza para justificar las desigualdades, las
jerarquías y la explotación como parte del orden universal. En
este racismo la identidad del otro justifica su misma aniquilación, porque
se lo considera impuro, malo e inferior. Además, la blancura representa
por sí misma un indicador universal de civilización y, con ello,
sitúa al otro dentro del lenguaje de la patología, el miedo, la
locura y la degeneración. Se intenta construir negros como objetos y
no tanto como sujetos de representación, proceso que permite a la blancura
seguir siendo algo no problemático, al tiempo que proyecta sobre los
sujetos negros sus propias fantasías de noble primitivismo y de violencia
temeraria. (3) Lo que aquí estaría
en juego es el reconocimiento de que "negro" es esencialmente una categoría
construida política y culturalmente, que no tiene fundamentos en la naturaleza,
poniendo en circulación otro tipo de discusiones. Asimismo, señala
que la escuela todavía está asentada en una ideología racial
que hace del predicado blanco, de la blancura, el sujeto universal y esencial.
Esa blancura está muy arraigada en el pensamiento pedagógico y
en la práctica escolar. (4)
Podemos leer en el film la intención de mostrar a la raza negra orgullosa de sí misma, representada en el personaje de Buggin
Out (o "el que tiene cabeza de plumero"), exaltación que muchas veces
linda con lo ridículo. Tomemos, por ejemplo, la lucha por la legitimidad
que se da en el nudo de Haz lo correcto: las escenas
de la pizzería. Para Sal, el dueño italiano, él es quien
pone las reglas en su interior, puesto que es su espacio, su
pizzería, su lugar, donde pone en juego su cultura;
pero Buggin Out, un joven negro, no lo ve así: ese no es su lugar, sino
un apéndice dentro del barrio negro, y donde la reglas las imponen los
negros (quienes le compran las pizzas), no los blancos.
Queremos señalar aquí el énfasis puesto en Haz lo correcto
por no caer en la salida de la autocompasión ("pobres de nosotros,
negros discriminados"), sino, por el contrario: el film complejiza la discriminación
presente al interior de los mismos grupos estigmatizados y desvalorizados. Esto
puede verse también en una escena que muestra un vecino blanco, ciclista,
que se dirige a su casa, ubicada en la misma cuadra que Buggin Out pero que
él siente como de su exclusiva propiedad. Cualquier motivo servirá
para que se ofenda la negritud que Buggin Out busca "defender": un conflicto
se genera porque le ha manchado con un minúsculo pedazo de tierra la
zapatilla, el ciclista por el sólo hecho de ser blanco es culpable. Y
si no lo es, se le inventa una culpabilidad.
Llamativamente el mismo sistema democrático que durante siglos convivió con un racismo fuertemente legitimado es el que actualmente, bajo la fachada de lo políticamente correcto, introduce salidas como la tolerancia, el multiculturalismo o el respeto por la diversidad. Esto se ve en el film, que muestra los propios límites de estos discursos: lo único que se logra es avanzar en la puja de identidades que se ven a sí mismas como puras, y no se pone en cuestión el modelo social que produce la exclusión (es lo que presenta el alcalde, quien como máximo trata de ampliar las reglas de urbanidad bajo la recomendación de tolerar lo que resulta molesto).
La reivindicación de la tolerancia aparece en los discursos (tanto de
derechas como izquierdas) y esto no deja de ser paradojal. Por un lado, invita
a admitir la existencia de diferencias pero en esa misma invitación residen
las paradojas, ya que si se trata de aceptar lo diferente como principio también
se tienen que aceptar los grupos en cuyas marcas están los comportamientos
antisociales u opresivos. En una entrevista de reciente publicación,
S. Zizek plantea lo siguiente: ... "El racismo actual es precisamente este racismo
de la diferencia cultural. Ya no dice: 'Soy más que tú'. Dice:
'Yo quiero mi cultura, tú puedes quedarte con la tuya'...", para más
adelante señalar: "La otra cosa que me parece mal de la tolerancia multiculturalista
es su habitual hipocresía, en el sentido de que el otro al que tolerar
es ya un otro reducido. Lo otro está bien siempre y cuando se trate solamente
de una cuestión de alimento, cultura, danzas. Un problema aún
más importante es que dicha noción de tolerancia enmascara efectivamente
a su opuesto, la intolerancia. Es un tema recurrente en mis libros el hecho
de que, desde esta perspectiva liberal, la percepción básica de
otro ser humano es siempre como la de algo que puede de algún modo dañarnos..."
(5)
Reflexión que nos ayuda a pensar en el filme y principalmente en las escenas finales, es así que complejizando aún más la mirada, podríamos preguntar: ¿Dónde está la violencia? ¿Quién la ejerce (personas, saberes, instituciones)? ¿Cómo se legitima?
En definitiva, ¿qué es hacer lo correcto para unos y para otros? Solemos encontramos en la historia con inadaptados que hacen lo correcto y con inadaptados que no hacen lo correcto. Claro que no entrarán en el mismo registro (a la hora de sancionarlos o justificarlos) aquellos que de antemano han sido condenados por su lugar de origen.