Civilización o barbarie constituye uno de los dilemas
que ordenó la educación en nuestro país. Y aunque suele ubicársela específicamente
para pensar la operación pedagógica argentina, fue ordenadora de todo el gesto
político que institucionalizó los Estados de la región.
En el campo de la educación existen numerosos trabajos que describen
y analizan las formas del gesto civilizatorio, incluyendo allí la cuota
de violencia presente en la operación de disciplinamiento. Queremos
hacer hincapié en el otro par del dilema, en la barbarie. ¿En
qué pensaban, qué se nombraba cuando se hablaba de barbarie?
¿A qué prácticas y órdenes hacía referencia
la clase política del Río de la Plata con el significante barbarie?
¿Qué gran amenaza representaba la barbarie frente a la posibilidad
de construir un país, que justificó tamaña operación
pedagógica? Proponemos, desde La intrusa, abocarnos a pensar la idea
de barbarie, de modo de avanzar en la comprensión de la operación
civilizatoria.
La intrusa relata el cuento homónimo de Jorge Luis Borges, donde dos
hermanos se enfrentan por una mujer. Dirigida por un argentino, Carlos Christensen,
fue filmada en la región rural de Uruguayana, en la frontera con Brasil
y Uruguay, y ambientada hacia los finales del siglo XIX, en las décadas
que Adriana Puiggrós señala como cruciales para el tejido de
las relaciones entre educación, Estado y sociedad civil.
(1) Su enclave geográfico da cuenta de las
todavía lábiles fronteras nacionales y de la amplitud del territorio
donde el gaucho (o gaúcho, como lo llaman en el sur de Brasil) habitaba,
con reglas y justicia propia.
Lejos está de nosotros pensar que en lo que Sarmiento denominó
como barbarie se significa un orden sin reglas, sin justicia, sin lazo social.
Lo que La intrusa despliega es el funcionamiento de otro orden, que desde
la operación civilizatoria se denominó barbarie. Un orden violento,
esto es innegable, pero con códigos, reglas, justicia y honor entre
sus habitantes, lo que de ningún modo los hace menos hombres. "En
la cultura 'bárbara' (...), la violencia lo impregnó todo: cualquier
clase de disputa entre hombres y entre mujeres, el 'discurso' político,
el juego (...), la relación entre el Estado y las clases populares,
los delincuentes, los jóvenes y los niños, de los maestros con
los alumnos y de los padres con los hijos, la relación del hombre con
los animales". (2)
Barbarie no es sin ley, sino otra ley: la de la palabra empeñada, el
honor, la resolución de los conflictos por medio de la violencia física,
la defensa del apellido, el "duelo" como vía para resolver
disputas. Un orden que para nosotros puede resultar violento.
¿Cuál es el orden presente entre estos bárbaros? ¿Cuál
es su principio, su fuerza? El historiador uruguayo José Pedro Barrán
lo responde con otra pregunta: "¿Cómo influye en nuestra
manera de vivir lo que alimenta siempre nuestros sentidos, percibir todos
los colores, la rotundidad de la noche, la invencibilidad del frío,
captar un mundo de olores fuertes, de paisajes que, se sabe, ocultan peligros,
de silencios quebrados sólo de tiempo en tiempo?"(3)
Porque de eso se trata, de "una primera comprobación: la naturaleza
dominaba al hombre". (4)
Christensen consigue plasmar en La intrusa esta fuerza arrolladora, modeladora
del carácter de los hombres, a través de la presencia del silencio,
los vientos, el cielo del amanecer y del atardecer, las nubes, el frío,
la noche, las estrellas, los horizontes, la extensión sin fin de la
llanura, el sol. Una "naturaleza geográfica" que no presenta
distancias con la "naturaleza humana" sino que, por el contrario,
constituyen una sola cosa. Una "naturaleza" presente en los modos
de vivir y de morir, en los juegos, en la sexualidad, en las relaciones sociales,
políticas y económicas.
Esta naturaleza no pasa desapercibida para Sarmiento y sus contemporáneos.
(5) Para ellos, la barbarie no sólo
nombra a sectores de la población, sino a especiales formas de vida,
ubicadas básicamente en el campo, que traen consigo leyes propias de
organización política. Los males que concurren en la barbarie
pueden enumerarse en:
- un contorno, el marco fantasmal de la extensión, receptáculo
inevitable del despotismo (mientras la ciudad perfecciona la legitimidad,
el desierto es su negación);
- la igualdad como voluntaria subordinación a un mandato inmiscuido.
El poder lo detenta una biografía: el caudillo;
- Un orden del gobierno animado por un principio único y fundamental:
el miedo;
- la barbarie como forma de gobierno posee una naturaleza ligada a la extensión
y a la ausencia de sociabilidad y se mueve por las pasiones dominantes de
la fuerza, el miedo y el egoísmo;
- es un gobierno sin bien y sin público. (6)
Es que la institución de la República Argentina se hacía
sentir de diferentes modos en la ciudad y en el campo. En la primera, no significaba
mayores cambios estructurales: la construcción de la ciudadanía
era quizá su máximo movimiento, que por otra parte, fue siendo
paulatina, y fundamentalmente política. En cambio, el campo -durante
el período de las revoluciones anteriores, como la de Mayo- se mantuvo
quieto, inalterado, y de repente, significado como amenaza, pasó a
ser su mutación, requisito indispensable para la constitución
de un nuevo orden.
Sarmiento, en Facundo, lo plantea así: "Con esta sociedad, pues,
en que la cultura del espíritu es inútil o imposible, donde
los negocios municipales no existen, donde el bien público es una palabra
sin sentido, porque no hay público, el hombre dotado eminentemente
se esfuerza por producirse, y adopta para ello los medios y los caminos que
encuentra. El gaucho será un malhechor o un caudillo, según
el rumbo que las cosas tomen en el momento en que ha llegado a hacerse notable".
Es así que para este autor, la nación tenía que ser cultivada
por laboriosas familias de agricultores y modestos propietarios de campo intercambiando
mercaderías con los pequeños comerciantes industriales de las
ciudades. (7)
Los hermanos Nilsen, personajes centrales de La intrusa, condensan ese espíritu
que oscila entre el caudillo y el malhechor. Las historias que el film desarrolla
(conflictos de intereses con otros gauchos, duelos, etc.) giran cada vez más
alrededor del conflicto que significa para los hermanos la presencia de una
mujer en la casa, que se convierte en motivos de disputa entre ellos y con
otros. Tanto en el modo de dirimir sus disputas como en el modo de relacionarse
está la violencia física: en los modos de habitar la sexualidad,
de jugar (los Nilsen participan de riñas de gallos y carreras de caballos),
de hacer justicia. Violencia física dirigida directamente a castigar
el cuerpo, a lidiar con la muerte cotidianamente.
Como señala Barrán, son el juego, la sexualidad y la fiesta
las prácticas a las que apuntará la operación civilizadora,
pretendiendo operar sobre ellas para erradicar la violencia. "La 'barbarie',
es decir, la sensibilidad de los 'excesos' en el juego y el ocio (su consecuencia
improductiva) en la sexualidad, en la violencia, en la exhibición 'irrespetuosa'
de la muerte, la 'barbarie' que practicó también buena parte
-a veces la mayoría de las clases dominantes en su vida cotidiana-
fue opuesta, sobre todo por los dirigentes de la política y el saber
-cabildantes, gobernadores, presidentes, ministros, legisladores, periodistas
y fundamentalmente el clero- a la 'civilización, en el sentido de la
represión de la violencia, el juego, la sexualidad y la 'fiesta' de
la muerte". (8) La violencia
presente en estas prácticas no es privativa de los sectores populares,
sino que está presente en el conjunto de las relaciones que se ordenaron
sobre esa sensibilidad: era método del Estado y de los amos (patrones,
maestros, padres), como de los subordinados (sirvientes, alumnos, hijos).
La intrusa y los personajes que se despliegan en su relato nos acercan a formas
de vida reprimidas, demonizadas y/u olvidadas por una gesta pedagógico-política.
Una buena alternativa para entender esta gesta y para evaluar sus límites
y posibilidades en el presente, quizá sea ocuparse de la superficie
donde se inscribió y bucear en los sentidos que la originaron.