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La intrusa
Sugerencias para una lectura desde la problemática de la autoridad
Por Paula Marini y Silvia Serra

Civilización o barbarie constituye uno de los dilemas que ordenó la educación en nuestro país. Y aunque suele ubicársela específicamente para pensar la operación pedagógica argentina, fue ordenadora de todo el gesto político que institucionalizó los Estados de la región.
En el campo de la educación existen numerosos trabajos que describen y analizan las formas del gesto civilizatorio, incluyendo allí la cuota de violencia presente en la operación de disciplinamiento. Queremos hacer hincapié en el otro par del dilema, en la barbarie. ¿En qué pensaban, qué se nombraba cuando se hablaba de barbarie? ¿A qué prácticas y órdenes hacía referencia la clase política del Río de la Plata con el significante barbarie? ¿Qué gran amenaza representaba la barbarie frente a la posibilidad de construir un país, que justificó tamaña operación pedagógica? Proponemos, desde La intrusa, abocarnos a pensar la idea de barbarie, de modo de avanzar en la comprensión de la operación civilizatoria.
La intrusa relata el cuento homónimo de Jorge Luis Borges, donde dos hermanos se enfrentan por una mujer. Dirigida por un argentino, Carlos Christensen, fue filmada en la región rural de Uruguayana, en la frontera con Brasil y Uruguay, y ambientada hacia los finales del siglo XIX, en las décadas que Adriana Puiggrós señala como cruciales para el tejido de las relaciones entre educación, Estado y sociedad civil. (1) Su enclave geográfico da cuenta de las todavía lábiles fronteras nacionales y de la amplitud del territorio donde el gaucho (o gaúcho, como lo llaman en el sur de Brasil) habitaba, con reglas y justicia propia.
Lejos está de nosotros pensar que en lo que Sarmiento denominó como barbarie se significa un orden sin reglas, sin justicia, sin lazo social. Lo que La intrusa despliega es el funcionamiento de otro orden, que desde la operación civilizatoria se denominó barbarie. Un orden violento, esto es innegable, pero con códigos, reglas, justicia y honor entre sus habitantes, lo que de ningún modo los hace menos hombres. "En la cultura 'bárbara' (...), la violencia lo impregnó todo: cualquier clase de disputa entre hombres y entre mujeres, el 'discurso' político, el juego (...), la relación entre el Estado y las clases populares, los delincuentes, los jóvenes y los niños, de los maestros con los alumnos y de los padres con los hijos, la relación del hombre con los animales". (2)
Barbarie no es sin ley, sino otra ley: la de la palabra empeñada, el honor, la resolución de los conflictos por medio de la violencia física, la defensa del apellido, el "duelo" como vía para resolver disputas. Un orden que para nosotros puede resultar violento.
¿Cuál es el orden presente entre estos bárbaros? ¿Cuál es su principio, su fuerza? El historiador uruguayo José Pedro Barrán lo responde con otra pregunta: "¿Cómo influye en nuestra manera de vivir lo que alimenta siempre nuestros sentidos, percibir todos los colores, la rotundidad de la noche, la invencibilidad del frío, captar un mundo de olores fuertes, de paisajes que, se sabe, ocultan peligros, de silencios quebrados sólo de tiempo en tiempo?"(3) Porque de eso se trata, de "una primera comprobación: la naturaleza dominaba al hombre". (4)
Christensen consigue plasmar en La intrusa esta fuerza arrolladora, modeladora del carácter de los hombres, a través de la presencia del silencio, los vientos, el cielo del amanecer y del atardecer, las nubes, el frío, la noche, las estrellas, los horizontes, la extensión sin fin de la llanura, el sol. Una "naturaleza geográfica" que no presenta distancias con la "naturaleza humana" sino que, por el contrario, constituyen una sola cosa. Una "naturaleza" presente en los modos de vivir y de morir, en los juegos, en la sexualidad, en las relaciones sociales, políticas y económicas.
Esta naturaleza no pasa desapercibida para Sarmiento y sus contemporáneos. (5) Para ellos, la barbarie no sólo nombra a sectores de la población, sino a especiales formas de vida, ubicadas básicamente en el campo, que traen consigo leyes propias de organización política. Los males que concurren en la barbarie pueden enumerarse en:
- un contorno, el marco fantasmal de la extensión, receptáculo inevitable del despotismo (mientras la ciudad perfecciona la legitimidad, el desierto es su negación);
- la igualdad como voluntaria subordinación a un mandato inmiscuido. El poder lo detenta una biografía: el caudillo;
- Un orden del gobierno animado por un principio único y fundamental: el miedo;
- la barbarie como forma de gobierno posee una naturaleza ligada a la extensión y a la ausencia de sociabilidad y se mueve por las pasiones dominantes de la fuerza, el miedo y el egoísmo;
- es un gobierno sin bien y sin público. (6)

Es que la institución de la República Argentina se hacía sentir de diferentes modos en la ciudad y en el campo. En la primera, no significaba mayores cambios estructurales: la construcción de la ciudadanía era quizá su máximo movimiento, que por otra parte, fue siendo paulatina, y fundamentalmente política. En cambio, el campo -durante el período de las revoluciones anteriores, como la de Mayo- se mantuvo quieto, inalterado, y de repente, significado como amenaza, pasó a ser su mutación, requisito indispensable para la constitución de un nuevo orden.
Sarmiento, en Facundo, lo plantea así: "Con esta sociedad, pues, en que la cultura del espíritu es inútil o imposible, donde los negocios municipales no existen, donde el bien público es una palabra sin sentido, porque no hay público, el hombre dotado eminentemente se esfuerza por producirse, y adopta para ello los medios y los caminos que encuentra. El gaucho será un malhechor o un caudillo, según el rumbo que las cosas tomen en el momento en que ha llegado a hacerse notable". Es así que para este autor, la nación tenía que ser cultivada por laboriosas familias de agricultores y modestos propietarios de campo intercambiando mercaderías con los pequeños comerciantes industriales de las ciudades. (7)
Los hermanos Nilsen, personajes centrales de La intrusa, condensan ese espíritu que oscila entre el caudillo y el malhechor. Las historias que el film desarrolla (conflictos de intereses con otros gauchos, duelos, etc.) giran cada vez más alrededor del conflicto que significa para los hermanos la presencia de una mujer en la casa, que se convierte en motivos de disputa entre ellos y con otros. Tanto en el modo de dirimir sus disputas como en el modo de relacionarse está la violencia física: en los modos de habitar la sexualidad, de jugar (los Nilsen participan de riñas de gallos y carreras de caballos), de hacer justicia. Violencia física dirigida directamente a castigar el cuerpo, a lidiar con la muerte cotidianamente.
Como señala Barrán, son el juego, la sexualidad y la fiesta las prácticas a las que apuntará la operación civilizadora, pretendiendo operar sobre ellas para erradicar la violencia. "La 'barbarie', es decir, la sensibilidad de los 'excesos' en el juego y el ocio (su consecuencia improductiva) en la sexualidad, en la violencia, en la exhibición 'irrespetuosa' de la muerte, la 'barbarie' que practicó también buena parte -a veces la mayoría de las clases dominantes en su vida cotidiana- fue opuesta, sobre todo por los dirigentes de la política y el saber -cabildantes, gobernadores, presidentes, ministros, legisladores, periodistas y fundamentalmente el clero- a la 'civilización, en el sentido de la represión de la violencia, el juego, la sexualidad y la 'fiesta' de la muerte". (8) La violencia presente en estas prácticas no es privativa de los sectores populares, sino que está presente en el conjunto de las relaciones que se ordenaron sobre esa sensibilidad: era método del Estado y de los amos (patrones, maestros, padres), como de los subordinados (sirvientes, alumnos, hijos).
La intrusa y los personajes que se despliegan en su relato nos acercan a formas de vida reprimidas, demonizadas y/u olvidadas por una gesta pedagógico-política. Una buena alternativa para entender esta gesta y para evaluar sus límites y posibilidades en el presente, quizá sea ocuparse de la superficie donde se inscribió y bucear en los sentidos que la originaron.

[1] Puiggrós, Adriana, Historia de la educación en Argentina. Tomo I: Sujetos, disciplina y curriculum en los orígenes del sistema educativo argentino, Galerna, Buenos Aires, 1994. Subir
[2] Barrán, José Pedro, Historia de la sensibilidad en el Uruguay. Tomo I: La cultura "bárbara": 1800-1860., Ediciones de la Banda Oriental/Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, 1992, p. 15. Subir
[3] Ibídem, p.21. Subir
[4] Ibídem, p.17. Subir
[5] Esto se ve también en el debate político de la época. Sarmiento y sus contemporáneos veían en las figuras de Facundo Quiroga o Juan Manuel de Rosas a los caudillos que simbolizaban y protegían a esta "naturaleza", y los acusaban de defender los intereses de los ganaderos latifundistas, quienes a su vez eran apoyados por grupos de gauchos, indios, negros y mulatos. Subir
[6] Seguimos aquí a Botana, Natalio, La tradición republicana, Sudamericana, Buenos Aires, 1984, p.279-284. Subir
[7] Salessi Jorge, Médicos maleantes y maricas, Beatriz Viterbo, Rosario, p.16. Subir
[8] Barrán, José Pedro, Op. Cit., p.15. Subir

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