El nombre original del film es Quills, que significa pluma para escribir, pero
también y al mismo tiempo, escritor. La traducción castellana
no la favorece. Letras prohibidas habla de una aproximación al film que
sólo resalta lo que la crítica remarcó como "una torpe
apología de la libertad de expresión". Creo que Quills alude
a otras interpretaciones si se observa la significativa relevancia que se da
a la escritura y al escritor a lo largo de la trama, como algo más que
los instrumentos que el escritor utiliza. Las superficies sobre las que escribe
van cambiando desde la clásica hoja de papel, hasta sábanas o
su mismo traje; así como el material con el que lo hace, que puede ser
tinta, vino, sangre o hasta excremento. Es que su imperiosa necesidad de escribir
no claudica cuando le son arrebatadas las hojas y las plumas para tal fin.
La historia no es fiel a los verdaderos hechos de la vida del Marqués
y todo reparo que pueda haber surgido por parte de los espectadores sobre el
uso que se hace de la misma es acertado. Se modifican tanto algunas circunstancias
de su vida como las condiciones de su muerte; pero, a pesar de esto, al momento
de pensar la película como un analizador de la categoría de violencia,
ésta me aporta un material significativo. El escritor de la obra juega
con una ficción que permitirá analizar el concepto de violencia
interrogando la legitimación que se hace de ella de acuerdo al lugar
desde donde es proferida y la posición en la que se ubica aquel que la
ejerce sobre otros.
La película narra la historia del personaje que da nombre a una patología,
el sadismo. Esta es una perversión sexual que se satisface acompañando
las manifestaciones eróticas con actos de crueldad y violencia; es decir
que el film toma uno de los personajes históricos más cuestionados
en su integridad moral para demostrar cómo es él quien sufre
el ejercicio de violencia y crueldad, y no las personas con las que el Marqués
instrumentaba sus juegos sexuales. Esta mirada puede pretender hacer parecer
inofensivas las novelas de Sade, cosa que ofendería al mismo Marqués.
Sin embargo, a la hora de comprender y analizar la crueldad, fractura y desafía
el modo habitual de hacerlo. No muestra a la crueldad como un acto individual,
enfermo e independiente del contexto, sino como la puesta en juego de un dispositivo
de poder.
La crueldad es este exceso que sobreviene del ejercicio de la violencia, que
se explica habitualmente como producto de la "bestialidad". Solemos
escuchar decir que algo es inhumano, que son como "bestias" las personas
que cometen ciertos actos. Sin embargo, podríamos decir que los animales
no tienen la capacidad de ser crueles con otros animales. En este punto es dable
pensar cómo algo tan propiamente humano es revelado como lo menos propio,
cuando en el lenguaje se intenta describirlo como efecto de una práctica
"animal" y no humana. La paradoja está dada al suponer que
los hombres sólo se entregan a la crueldad en la medida en que no son
hombres.
Observar algunos de los detalles del film que hacen alusión a la crueldad
(por ejemplo las prácticas médicas que el doctor aplicaba a sus
pacientes entre ellos el Marqués, el trato que da al cura, a su mujer,
a la criada; las escenas de la revolución, la relación amorosa
del Marqués y su esposa, etc.) me llevó a recordar el texto Genealogía
de la moral y, con él, a enhebrar algunas asociaciones al modo de disparadores
de análisis de la categoría de violencia. En este controvertido
texto, Nietzsche aporta una serie de desarrollos para pensar la crueldad como
uno de los fundamentos más antiguos de la cultura y cómo la vida
social no sólo se explica por el instinto de conservación (preservar
el ser y la vida).
Según el autor de esta obra, la vida es crueldad. Acusa a los historiadores
de la moral de estar faltos de "instinto histórico": para él
contar la historia del origen de nuestros prejuicios se plantea como la posibilidad
de repensar el concepto de moral e invertir ciertos valores. En este punto Nietzsche
intenta quebrar el carácter absoluto que adquieren los valores al ser
relativizados a fines utilitarios o altruistas. Un ejemplo de esto sería
decir que alguien es bueno porque es reconocido por otra persona como tal. A
esto el autor dirá que "El juicio de 'bondad' no lo emiten aquellos
a quienes se les dispensó la bondad. Por el contrario, fueron los propios
'buenos', esto es los nobles, los poderosos, los individuos de posición,
quienes se vieron a sí mismos y a sus actos como buenos". Estos
sujetos en posición de poder se auto-confieren el derecho de crear valores
y establecer términos valorativos. El film nos invita a analizar la dimensión
de esta aseveración de Nietzsche cuando muestra cómo en la corte
de Napoleón, mientras escuchan interesados y hasta fascinados al personaje
que lee la obra del Marqués "Justin", se deciden a quemar todos
sus libros y enviar a un médico a acallar "terapéuticamente"
a dicho inmoral escritor.
La crueldad para este autor forma parte de la esencia del hombre y de los pueblos
fuertes y originarios. Esta queda oculta en las prácticas disciplinares
o de control de los pueblos moralizados, de manera tal que la crueldad aparecería
en el trasfondo oculto de la cultura humana. Nos dice: "¿No es criar
y disciplinar a un animal que pueda hacer promesas la paradójica tarea
que se ha impuesto la naturaleza respecto al hombre?" El hombre llega a
ser calculable, a hacer promesas, luego de sufrir el efecto de la "camisa
de fuerza social" que necesita que él tenga memoria de sus promesas
y ofrezca una garantía de su cumplimiento. "Una vez que el hombre
vio la necesidad de hacerse una memoria, la empresa no se realizó nunca
sin sangre, martirios, ni sacrificios": "... el dolor constituye el
instrumento más poderoso de la mnemotécnica".
(1) Según el autor, los genealogistas de la
moral sustentan erróneamente que el castigo tendría una finalidad
específica, es decir, castigar a quien no cumple sus promesas, siendo
que esta explicación, la de su finalidad, sería posterior al hecho
originario. Nietzsche rechaza la idea de que primitivamente el castigo respondiera
al empleo retributivo de quien, a consecuencia de transgredir la norma, recibe
una sanción dolorosa. En este sentido, el móvil que impele a aplicar
castigos, dice, es gratuito, cruel y produce un placer (a quien lo ejecuta)
más allá de cálculo utilitario. Las comunidades se arrogarían
el derecho de disponer de feroces castigos sobre los individuos que no les respondan
y cuanto más poder detenten las sociedades mayor será su capacidad
de ser benévola si lo desea. Para el autor, la transformación
de la población errante en Estado es consecuencia de un acto de violencia
ejercido con fuerza para cohesionar y domesticar, a diferencia de los planteos
de Rousseau o Locke de un contrato social primitivo como origen de la sociedad.
Para él, este contrato sería posterior al ejercicio de violencia.
A todo lo largo del recorrido del film se desarrolla una historia paralela:
la del romance entre el cura y la criada. Ambos se desean pero esta relación
es imposible en el marco de sus creencias religiosas. Lo que llama poderosamente
mi atención es como el Marqués incide en la misma afectando a
los personajes de diferentes maneras. En la criada, se plantea cómo son
los libros del Marqués los que le permiten llevar una vida más
pura ya que mediante la lectura de los mismos canaliza su deseo sexual. En el
cura, el Marqués despertaría su deseo sexual, el que intentará
evitar a toda costa infligiéndose enormes sufrimientos. Estas escenas
me remontan nuevamente a otro de los factores abordados por Nietzsche en el
libro antes citado, el sentimiento de culpabilidad. Este sentimiento se une
a la vida en sociedad donde ante la imposibilidad de dirigir la agresión
contra otros, retorna al propio sujeto como auto-tormento. Es por esta razón
que aquellos que intentan pensar la crueldad se encuentran con un esfuerzo que
los excede al tratar de analizarla, el hombre quiere lo que lo hiere y hiere
cuando quiere.
Otro giro en la lectura del film completaría lo antes planteado: que
todas las sociedades instituyen sus fuentes de autoridad y poder. Para estos
fines, las sociedades utilizan mediadores privilegiados, al modo de este médico
que arriba al manicomio donde se encuentra internado el Marqués. El médico
encarna un cierto saber científico sobre el modo de abordar, en este
caso, la locura y este saber hablará a través de su boca. La contradicción
con la que juega el film respondería a que en cierto punto, el médico
encargado de la cura sería tanto o más perverso que el propio
Marqués de Sade; la diferencia de que su obrar no sea considerado violento,
sólo depende del lugar desde donde él opera y el reconocimiento
que se hace de éste como "lugar de autoridad" o "poder".
La crueldad con la que se desempeña el médico para intentar "curar"
al Marqués excede, a los ojos del cura encargado del manicomio, lo que
él considera necesario o "bueno". Hay en estas escenas imágenes
que muestran claramente cómo el médico no soporta ser desafiado,
se hace necesario para él dominar a este sujeto y encuentra en el aval
científico el soporte de su propia crueldad. De este modo, se observa
que los efectos de poder centralizadores están ligados al funcionamiento
y la institución de un discurso científico.
El personaje del cura encargado del manicomio es afectado increíblemente
por el Marqués. Podríamos decir que casi al modo de un maestro,
el Marques provoca en el cura una transformación en el modo de leer las
prácticas del médico que en un determinado momento él avaló
y luego deja de autorizar. Pero en el instante en que deja de reconocerlas como
válidas, pasa a ser él (el cura) considerado como un loco más.
Hay en este sentido una legitimación de la violencia, ¿es que
podemos pensar la dominación sin una cierta forma de subjetividad que
acompañe y consensúe los discursos dominantes? Se "naturaliza"
una forma de violencia con la que los pueblos acuerdan, a partir de la cual
el Estado ejerce su hegemonía y serán ciertos mediadores o intermediarios
los encargados de disciplinar a las personas. Recordemos que la película
cuenta la historia del Marqués de Sade, escritor francés quien
atravesando su vida el marco de la revolución francesa presenta paradojas
tanto para el antiguo como el nuevo régimen; se considera un republicano
y es, al mismo tiempo, un noble. Esto le permite escribir y mantenerse con vida
pero molesta con sus comentarios "inmorales" el gobierno de Napoleón
I, a quien le es más fácil encerrarlo y considerarlo un loco que
matarlo.