The Outsiders -título original del film- significa los extraños,
los de afuera, los marginados, y hace referencia a los que están fuera
de juego y, lo que pareciera peor aún, sin ningún tipo de chance
para alguna revancha.
El término puede pensarse dentro de lo que el sociólogo francés
Loic Wacquant ha denominado en la actualidad los parias urbanos. (1)
Los jóvenes son los protagonistas casi exclusivos de la película.
Los personajes principales, Ponyboy, Johnny y Dal, se muestran con un profundo
repliegue sobre sí mismos. Hay una clara autodiscriminación entre
estos jóvenes, situación que desde el inicio los lleva a sentirse
fuera de carrera.
El filme muestra los enfrentamientos que se producen entre dos pandillas que
conviven en un mismo lugar. Los "greaser", (2)
reconocidos entre los jóvenes del pueblo, por ser basura con pelo largo
y groseros, y los "socrs", "basura que anda en Mustang", quienes representan
a los afortunados y a los de arriba.
Para los integrantes de estas pandillas, señalar las diferencias entre
ellas es confirmar, revalidar la propia posición. Los chicos y chicas
del lugar de antemano conocen las particularidades de cada pandilla.
Es así como el film pone la mirada en los integrantes de la pandilla
más desfavorecida, donde los personajes sueñan con escapar de
las marcas que llevan consigo, con poder ser otra cosa, con salir de la inercia
en la que se encuentran y correrse de los estigmas que la mayoría de
los habitantes del lugar tiene de ellos. Puede ser útil para mostrar
la escena donde un integrante de los "greaser" molesta a una joven
en un autocine y otros integrantes de la misma pandilla le piden que la deje
tranquila, situación que la joven agradece invitándolos a sentarse
junto a ella y su amiga. Los jóvenes parecieran intentar subvertir la
idea de su aparente maldad o peligrosidad, para más tarde considerar
que esas chicas son mucho para ellos. Por otra parte, el hecho de pertenecer
a una pandilla les permite a los personajes poder tener un lugar de filiación,
un espacio, un territorio de demarcación, ya que no sólo socialmente
están fuera, sino que desde su entorno familiar no son tenidos en cuenta.
Carlos Feixa define a las bandas como una (…) agrupación juvenil
de carácter, propia de ámbitos urbano-populares, que se caracteriza
por la vinculación a un territorio local, por un liderazgo situacional
y por la solidaridad moral que se da entre sus miembros. (3)
Silvia Duschatzky va más allá señalando que las bandas
no son simples agrupamientos juveniles. A los ojos del vecindario se perfilan
como un signo de vandalismo. En general, los miembros de las bandas han roto
todo tipo de vínculo con las instituciones oficiales, como la escuela
y la familia, centrando sus actividades en las esquinas y en las calles. Las
bandas constituyen fuertes marcas de identidad. Estos estilos de agrupamientos
juveniles se configuran en una relación de enfrentamiento que funciona
confirmando lugares recíprocos. La banda es para sus miembros escenario
de exposición, gracias a ellas pueden ser mirados e identificados.
Duschatzky también plantea que el sustrato moral de las bandas son las
lealtades. De este modo, la medida que tiene que tomar Johnny en una de las
escenas del film, tiene que ver con la idea de salvar su propia vida y la de
su amigo, es decir, su supervivencia o la del otro, es uno o el otro. Y es así
que los personajes huyen ayudados por sus amigos que los esconden de la policía
y de los miembros de la otra pandilla, ninguno duda en brindar ayuda. Las escenas
nos muestran la lealtad que tienen entre sí los integrantes de esta pandilla.
El criterio de autoridad esta garantizado en la figura del líder, que
aquí aparece representado por el hermano mayor de Ponyboy.
Aunque la existencia de las pandillas o bandas juveniles tiene larga data, cabe
la pregunta de si actualmente poseen el mismo significado. Duschatzky señala
que actualmente las bandas no sólo expresan uno de los rostros de la
exclusión social sino que ponen al descubierto los quiebres de algunas
instituciones públicas. (4) Cuarenta
años más tarde de filmada esta película, la vida de los
jóvenes en los diferentes barrios de EE.UU y de cualquier lugar del mundo
se ha acelerado de una forma mucho mayor, debido a todos los procesos de fragmentación
social, desempleo, falta de proyectos, violencia, drogadicción, SIDA,
embarazos adolescentes -entre otros problemas-. La pertenencia institucional
que estaba dada por poseer un trabajo y por la confianza acerca del rol de la
educación son algunos de los indicadores que nos estarían hablando
de un imaginario social distinto.
En nuestro país y en Latinoamérica la juventud también
ha experimentado cambios y transformaciones muy profundos por el particular
contexto económico, social y político. Este último puede
caracterizarse esquemáticamente diferenciando dos etapas: la etapa modernizadora
(1950-1980) y la etapa de crisis (1980-1990). La juventud tuvo un rol protagónico
en ambos procesos, situación acentuada por su enorme peso en la estructura
de edades de la región. Primero, fue objeto del proceso de incorporación
a las formas modernas de organización social; luego, cuando la recesión
frenó o desarticuló la modernización, pasó a ser
un grupo de edad particularmente afectado por la exclusión. (5)
Si los jóvenes del film viven en un barrio de trabajadores, los jóvenes
de sectores populares hoy viven en una situación radicalmente opuesta
a la de sus padres por ser unos y/u otros desocupados. Loic Wacquant, en una
entrevista publicada por el diario Página/12, (6)
afirma lo siguiente:
"No existen categorías como históricamente 'la clase obrera', que era una categoría homogénea que designa una relación común (fuerza de trabajo y venta de esa fuerza), definida positivamente y todo lo que entra en esta categoría participa de una misma relación social. Sin embargo, ahora los habitantes de estos barrios relegados conforman una categoría heterogénea, fragmentada. (...) Hace treinta años se podía decir 'los trabajadores' para designar a la mayoría de los barrios pobres. Ahora, se los designa como 'habitantes de los barrios pobres', por un territorio, un lugar de residencia, que sólo es un receptáculo de las diferentes relaciones sociales. Entonces, se puede decir que los 'parias urbanos' desarrollan un lenguaje propio, pero no existe un lenguaje sociológico que los designe y los unifique…"
En Los marginados, la cultura de la calle es el mediador simbólico a
través del cual estos jóvenes se vinculan al mundo. Vemos que
la calle resulta un lugar de interacción y comunicación. La esquina,
la casa de PonyBoy, el bar, los espacios públicos, son espacios que se
transforman en lugares de tiempos compartidos frente a la situación en
la cual estos jóvenes se encuentran, sin obligaciones que cumplir, ya
sean éstas escolares o laborales.
Hoy la calle no ocupa el mismo lugar que en otras épocas. I. Lewkowicz
y M. Cantarelli, en su libro Del fragmento a la situación, se preguntan
alrededor del lugar actual de la calle en la experiencia subjetiva, para plantear
que, agotado el Estado Nación como paninstitución donadora de
sentido, la calle altera la condición que tenía asignada, que
era la de ser un espacio público y político. En condiciones de
mercado, la calle se transforma en esa distancia desértica que separa
al consumidor de sus objetos de consumo. La calle actualmente genera exclusión,
argumentan estos autores, exclusión que también describe la eliminación
de ciertas prácticas como posibles en ese sistema social, (7)
porque si la calle era el lugar donde uno compartía con el otro, de las
salidas, de las luchas, los conflictos, ahora se está convirtiendo en
un lugar amenazante, que produce miedo o situaciones que no soportamos ver.