En Padre Padrone los Taviani ponen en imágenes la historia del escritor Gavino Ledda, un pastor analfabeto, hijo de una familia pobre de Cerdeña, que vive hasta los veinte años aislado de la sociedad y casi mudo, y que llegará a ser profesor de lingüística. Paolo y Vittorio Taviani llevan al lenguaje del cine el relato del escritor (me refiero al libro Padre, Padrone, l'educazione di un pastore). Ahora bien, este pasaje de la literatura al cine necesitó de un trabajo que podríamos llamar de "traducción". Recordaba en este sentido algo que Benjamin escribió alrededor de la tarea del traductor; las traducciones que intentan ser "literales" siempre amenazan con la incomprensión y el sinsentido. Por el contrario, decía: "como sucede cuando se pretender volver a juntar los fragmentos de una vasija rota que deben adaptarse en los menores detalles, aunque no sea obligada su exactitud, así también es preferible que la traducción, en vez de identificarse con el sentido del original, reconstituya hasta en los menores detalles el pensamiento de aquel en su propio idioma, para que ambos, del mismo modo que los trozos de la vasija, puedan reconocerse como fragmentos de un lenguaje superior"(1). Primer "gesto" básico, entonces, que ubica de entrada al film alrededor de la idea de autoridad.
Me interesa abrir dos entradas posibles a este concepto. Quisiera recurrir para esto a la primera escena de la película, que es también la escena final, ya que allí se muestra magníficamente el cruce de dos "autoridades" que históricamente se disputaron su lugar alrededor de la figura del niño: la autoridad de la escuela, legitimada a partir de una ley de obligatoriedad escolar, y la de un padre violento que no reconoce en esta Ley sino una forma de atentar contra su economía, ya que necesita los brazos, el trabajo de su hijo para su propia subsistencia y la de su familia. Si la familia y la escuela constituyen instituciones claves en la producción de subjetividad infantil; al separarlo de ambas el padre borra la diferencia entre su mundo adulto y el mundo de su hijo. Al obligarlo a compartir con él la lucha por la supervivencia, lo destituye de su lugar de niño; le impone su adultización.
El primer concepto de autoridad que me interesa discutir está quizás más vinculado a la idea de dominación, y podemos pensarlo a partir de la figura del padre-patrón. Cuando pensamos en la operación de transmisión de la cultura como la forma misma de constitución de sujetos, reconocemos la necesidad de una autoridad, de un Padre que ordene, que autorice, que delimite y nombre; pero que al mismo tiempo "renuncie al orden de la omnipotencia", ya que es sólo en esta parte cedida que el otro podrá constituir un espacio para recibir lo trasmitido, que podrá instaurar una discontinuidad.
Desde esta idea me interesa discutir la figura de la autoridad del padre-patrón y cuales son las inscripciones que propone o -en realidad- que impone, y si se deja algún espacio para la recreación de esa trasmisión-tradición.
Por eso, me parece útil diferenciar en esta primera "entrada", como hacen algunos autores, el concepto de autoridad de poder o coacción; ya que entendemos que el ejercicio de la "autoridad" excluye el uso de medios externos de coacción, y que precisamente se recurre a la fuerza cuando la autoridad fracasa.
Como podemos reconocerlo desde el título mismo del film, lo que tenemos aquí es una autoridad rígida, afirmada a partir de una jerarquía que se impone como incuestionable, y que inhabilita al niño reduciéndolo casi a una condición de animalidad. No es mi intención comparar al personaje de Padre Padrone con una especie de Kaspar Hauser o niño salvaje, sin embargo, algunas escenas del film (la vida solitaria en el monte, la comparación que el mismo personaje hace entre el ser pastor-campesino y ser siervo de la gleba con las condiciones de vida que esto implicaba, entre ellas el "no tener nombre", que nadie "te llame por tu nombre", sino ser siempre "el siervo de...") remiten a condiciones de vida, y a un "ofrecimiento" de un mundo que es demasiado limitado. Gavino está atravesado por la cultura y el lenguaje desde el limitado marco que prioriza su Padre, "el trabajo". En este sentido es demandado a aprender y a conocer "con el sudor de sus sovacos"; y hay alguien que le enseña, y que espera que él aprenda.
Pero como trataré de argumentar, es en el momento que su entorno cambia cuando puede poner sus aprendizajes en circulación, los anteriores en relación con los actuales y establecer una diferencia, diferencia que está vinculada a algo del orden de la humanidad -a la que accederá a través de una educación que le había sido negada-.
Aquí se abre entonces otra perspectiva para pensar el ejercicio de la autoridad, vinculada a la posibilidad misma de la constitución de lo humano. Aquí, la autoridad aparece vinculada a aquello que instituye, que determina un sentido de cambio, que le propone una ligazón, una inscripción en la cultura, autorizándolo a ser otra cosa que un pastor casi animal.
El psicoanálisis nos ha enseñado que la naturaleza "humana" no está determinada de por sí, que lo que nos hace ser "hombres" no es un dato dictado por la pertenencia genérica a la especie; que la humanidad es irreductible a una estructura biológica. Para que haya humanidad son necesarias una serie de marcas sobre la indeterminación de la cría sapiens.
Es en este sentido que, a lo largo del tiempo, las diversas sociedades se han preocupado por establecer distintos procedimientos de humanización, procedimientos para inscribir al individuo dentro de los cuadros sociales que serán, para él y los suyos, sus soportes principales(2).La educación es uno de los nombres de estas prácticas que operan sobre el cachorro instituyendo algo del orden de la humanidad faltante. La educación es, según la define Estanislao Antelo, "el conjunto que se reúne alrededor de las operaciones históricas tendientes a la acogida, cuidado, formación y modelado del cachorro humano a partir de la transmisión más o menos programada de un fondo cultural común de conocimientos. Sin esta vinculación entre cuidado y conocimiento (...) no hay humanidad(3).
Sabemos que no hubo educación que no instaurara una batalla contra el bárbaro, el salvaje, el inculto, el incivilizado. El padre del aula no ha dejado de informarnos sobre los avatares de esa lucha y sobre el papel casi siempre triunfante de la educación en esa batalla. Nos ha enseñado también, y es útil recordarlo aquí, la cercanía de los términos barbarie, animalidad e inhumanidad.
Me parece importante este planteo porque podría decirse que lo que la película
pone a jugar desde las primeras imágenes -cuando el Padre lo saca de la escuela
para recluirlo en la soledad de la vida del monte, donde vivirá hasta los
veinte años enmudecido (4), hasta el
momento en que aprende a leer y escribir y obtiene su título de profesor de
filología, es esta estrecha vinculación entre el ser, la transformación del
ser y la trasmisión de la cultura.
A mi entender no es casual que sea el encuentro con una música, y con el instrumento
que la produce, un acordeón, -es decir el encuentro con la cultura-, lo que
lo lleve a preguntarse, a querer saber, a querer ser otra cosa de lo que es;
definición misma de la educación. Para el sociólogo Norbert Elías, la institución
de humanidad es un proceso que se vincula claramente con el acceso al conocimiento,
con lo que él denomina "ese conjunto de símbolos construidos por los hombres
que tienen la capacidad de proporcionarnos a los humanos medios de orientación".
Los seres humanos, dice Elías, tienen que adquirir de sus mayores y por medio
del aprendizaje estos conjuntos de símbolos sociales con sus correspondientes
significados. Elías aclara: "específicos conjuntos de símbolos sociales significativos
tienen a la vez la función de medios de comunicación y de medios de orientación
y sin el aprendizaje de los símbolos sociales dotados de esta doble función,
no podemos convertirnos en humanos".(5)
Las imágenes de la película muestran con mucha fuerza que es el acceso a ese "fondo social de conocimientos" lo que le abre el acceso a la humanidad. En este sentido creo que es importante recordar como lo hace el filósofo Peter Sloterdijk que los humanizados no son en principio más que la secta de los alfabetizados. No hubo -hasta hoy dirá Sloterdijk- educación sin humanismo, es decir, sin el compromiso de rescatar a los hombres de la barbarie. "La cuestión del humanismo es de mucho mayor alcance que la bucólica suposición de que leer educa. Se trata nada menos que de una antropodicea, es decir, de una definición del hombre teniendo en cuenta su apertura biológica y su ambivalencia moral. Pero sobre todo, se trata de la pregunta por cómo puede el hombre convertirse en un ser humano verdadero o real, ineludiblemente planteada desde aquí como una cuestión mediática, si entendemos por medios aquellos instrumentos de comunicación y comunión a través de cuyo uso los propios hombres se conforman en eso que pueden ser y que serán" (6).
Gavino había sido obligado a vivir en un mundo sin palabras, no es entonces
azaroso que sea la misma entrada a las palabras la vía que lo conduzca en
cierta forma a la liberación (7);
diríamos casi desde un punto de vista freireano, como forma de comprender
el mundo. En este sentido, Hanna Arendt nos recuerda que la facultad del "habla"
era lo que diferenciaba a los griegos de los bárbaros y al hombre libre del
esclavo. Dice: "Los griegos, que vivían juntos en una polis trataban
sus asuntos por medio del lenguaje, mediante la persuasión y no por la violencia,
mediante la coerción sin palabras". En cambio "los bárbaros tenían gobiernos
violentos y eran esclavos obligados a trabajar, y ya que la acción violenta
y el trabajo pesado se semejan porque ninguno de los dos necesita del habla
para concretarse, los bárbaros y los esclavos se definían como (...) seres
que no vivían unos con otros primariamente gracias a las palabras" (8).
Me parece importante rescatar la cita para poder pensar en su complejidad
el significado de aprender las palabras, nuevamente como la posibilidad de
humanizarse. Los esclavos y los bárbaros, podríamos agregar aquí a los niños,
en tanto no tienen palabras no son aún humanos.
Quisiera destacar principalmente la escena donde la cámara recorre los espacios
de su infancia y puede "poner nombres" a sus recuerdos: Niño, Párvulo, Salvaje,
Agreste, Siervo, Lánguido, Frío, Entumecido, Masturbación, Exclusión, Deportación,
y -una asociación desde mi punto de vista central y cruda- Obsceno, Padre-Patrón-Patrono-Padre
nuestro-Patriarca-Padrino.
La asociaciones que hace con la palabra "Padre" dan cuenta del lugar que éste
ocupaba en su vida, figuras todas de una autoridad imposible de cuestionar
o desobedecer, que no acepta la duda. También las palabras le permitirán acceder
a la cultura de su país. Algunos analistas nos recuerdan que el film es una
crítica fuerte a la sociedad patriarcal de Cerdeña de los años 50 (el niño
sólo conocía el dialecto local, el sardo); y que es en el servicio
militar donde aprende la lengua de su país, y podríamos decir se pone en juego
allí algo de la identidad nacional, allí aprenderá por ejemplo el sentido
de la Bandera. Dejo abierta aquí la exploración alrededor de la relación entre
la liberación y el servicio militar, lugar que le abrirá a Gavino el acceso
a la civilización. Quizás una de las cuestiones que más se repite en el film
es la lucha constante del personaje por correrse -en muchas escenas en un
sentido literal de "salir corriendo"- del lugar que los mandatos, mandatos
en tanto inapelables, le tienen asignado. La figura del padre-patrón quedará
desdibujada frente al triunfo intelectual de su hijo que, aún asumiendo las
marcas de la memoria, se puede autorizar un futuro diferente. Podríamos decir
que algo del orden de una trasmisión se pone en juego en el momento en que
Gavino puede "traicionar" la autoridad paterna (9).
En el texto que citamos de Estanislao Antelo se explica una de las formas
del invento pedagógico, como aquella que se arroga -de manera desmesurada-
la posibilidad del pasaje, del intercambio de los palos (golpes) a los palotes
(palabras). La educación como el pasaje de la violencia a las palabras. ¿No
es este el pasaje que opera en el film a partir de la educación? Remarco la
escena donde Gavino vuelve a su pueblo, ya sabiendo leer y escribir, y se
enfrenta a su Padre en la calle. El Padre ya no podrá pegarle. Y si bien el
hijo volverá a trabajar con él para seguir estudiando en Cerdeña, la relación
ya no será la misma. Hay allí un pasaje que lo ubica de otro modo frente a
la autoridad paterna. Incluso podríamos hipotetizar que el conocimiento lo
ubica a él como autoridad frente a su Padre. El final del film me deja, sin
embargo, una pregunta abierta; el propio escritor Gavino Ledda, de regreso
en su pueblo para escribir su historia, aparece y nos dice: "Quizás sólo
un cálculo egoísta me retiene aquí, el miedo a que lejos de mi cueva,
de mi gente, vuelva a enmudecer, como cuando estaba en el redil..." Toda la
película, y quizás con más fuerza esta imagen final, me remitieron a una frase
de Freud: "Ocurre como si lo importante fuera ir más allá del padre y al mismo
tiempo no poder superarlo". Esas dos fuerzas antagónicas, siempre en tensión,
son las que se ponen continuamente en juego en el personaje.