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Sábado / Los jóvenes viejos
Sugerencias para una "lectura" en clave pedagógica
por Fabiana Bertín


"Estoy rodeado de viejos vinagre, todo alrededor."

Sumo


"Se dice que los jóvenes y adolescentes están abúlicos, apáticos, desinteresados, desmotivados, dormidos, irrespetuosos, indiferentes, distraídos, no tienen límites, están en otra, todo les da lo mismo, están aburridos, no participan, no tienen valores". (1) Estanislao Antelo repara en lo negativo de los calificativos que hoy nombran a la juventud. Estos argumentos -nos dice- comparan un ser joven hoy en la Argentina que nada tendría que ver con los jóvenes de "antes". Esos que pareciera sí sabían cómo ser jóvenes. "Habría ya una forma de ser joven, con la cual medir a las distintas generaciones de jóvenes que se suceden. Y a partir de ahí se desprenden los diagnósticos. En este caso, los disgustos, los malestares, las preocupaciones. Ningún alimento es tan pesado para un profesor como el de los lugares comunes. El remedio para las contraseñas que la opinión diseña es la desconfianza. Cuando todos estamos de acuerdo tan rápidamente en el nombre de lo que está mal, debemos desconfiar".
Desconfiar -nos dice Antelo- de los diagnósticos, de las evidencias, de eso que veo a diario. Pensar en contra de uno mismo. No parece algo fácil. Pero es factible hacer el intento.
Dos películas nos sirven para poner a prueba esta recomendación: Sábado, un film del año 2001, y Los jóvenes viejos, realizada en 1962.
Casi cuarenta años separan estas dos realizaciones cinematográficas. Cuarenta años después, ¿los jóvenes son otros? ¿son otras las preocupaciones adultas que se plantean? ¿Es otro el diagnóstico?
Sábado nos habla de esa jornada en la vida de seis jóvenes. Jóvenes de clase media, media alta, profesionales algunos y de los otros poco sabemos.
El sábado suele ser un día sujeto al azar. Sin obligaciones, sin tener que trabajar o estudiar, sin nada predeterminado para hacer. En este marco aleatorio cualquier cosa puede suceder, las condiciones probabilísticas que preocupan a algunos de estos jóvenes se mezclan y a veces hasta "chocan" produciendo encuentros casuales entre ellos, que aun cuando parecen prometedores no logran producir ningún "efecto especial". Los diálogos entre los jóvenes son retóricos, elípticos, sin sentido, y se caracterizan por una enorme pobreza argumentativa.
Es interesante observar la mirada que sobre los jóvenes hace este largometraje. Intenta mostrarlos suspicaces, desaprensivos e indiferentes, pero el resultado es una falsa inteligencia. Veo jóvenes aburridos y tristes, que no saben qué hacer, ni dónde ir; que no tienen pasión, ni miedo, ni amor.
Si nos remontamos cuarenta años atrás, en el film Los jóvenes viejos observamos a tres jóvenes de clase media que enfrentan un fin de semana sin grandes expectativas. Cansados de Buenos Aires, deciden viajar al mar. Ellos se nombran a sí mismos como aburridos. Dicen estar cansados de hacer concesiones y que por ser una generación en transición, no tendrían posibilidades de decir ni de hacer cosas. Sus diálogos plantean como ideal la rebeldía y el hacer cosas importantes, pero siguen sosteniendo como emblemas la buena posición, el dinero, la seguridad y la virginidad femenina. Se sienten imposibilitados de ir más allá de lo que de ellos se espera y por esto se nombran como cobardes.
Nuevamente nos encontramos con jóvenes aburridos y tristes, sin ideales, sin pasión, sin miedo, sin amor.
Gruner, en su texto "El sitio de la mirada", (2) sostiene que hay una política de la mirada, que así como Althusser afirma que no hay lecturas inocentes tampoco hay formas "puras" de la mirada. El dice que "... para situarse, sartreanamente, ante un mundo que aspira a una abyecta transparencia visual, es necesario empezar por confesar de qué maneras de mirar somos culpables". (3)
¿De qué "mirada" son responsables (ya no culpables) estos films? ¿Podemos pensar que hoy se adscribe a una mirada similar cuando de los jóvenes se trata? ¿Es ésta mirada nueva, o es un mal tan viejo como años tiene la diferencia generacional?
Obviamente los siglos cambian, las culturas cambian y las miradas también. Jóvenes hubo siempre, pero aún irreverentes e invencibles, algo perdidos y poco preocupados por el futuro, llenos de vida y desmentidores de su muerte, se les suponía capaces de beber la sabiduría que el cáliz de la experiencia les daba.
¿Hay alguna experiencia en aquel sábado? ¿Marcó alguna diferencia en la vida de aquellos jóvenes ese viaje a Mar del Plata?

Desconfiemos...
Cuarenta años atrás la abulia se hace presente de la mano de la imposibilidad. Privados de voluntad para romper los cánones de los años 50, estos jóvenes ya son viejos. Sin embargo, pensando en contra de toda la evidencia que los muestra abatidos o entregados, ellos no dejan de hablar de esta imposibilidad y los años son testigos de que los jóvenes de esa generación (abuelos de muchos de los jóvenes de la generación de Sábado) permitieron que se generen diferencias entre ellos y los que los sucedieron, enfrentando su disconformidad, soportando los cambios; aun cuando hoy se quejen de la abulia de sus propios nietos.
Estanislao Antelo repara en un comentario de Witold Gombrowicz: "Frente a la juventud, los adultos son cobardes, serviles, sin energías, y sus juicios carecen de peso (...) El hombre maduro siente que su estilo ha envejecido, todos lo sentimos. Desarmados frente a la juventud, los intelectuales buscan profundos problemas en ella para filosofar después. Pero justamente es palabrería de intelectuales que quieren brillar sobre el tema de la juventud, la que le ha dado esta forma a la crisis. La juventud está en contra de esquemas preestablecidos, pero ya se les están preparando otros esquemas igualmente caducos".
Estas crisis de abulia, desinterés, desmotivación, etc. diagnosticadas en los jóvenes, no son un mal actual. Otras miradas retrataron y diagnosticaron, con similares adjetivos de imperfección, a los jóvenes de otras épocas. Este mismo prurito caracterizó a un adulto como Hesíodo, quien 720 años A.C. decía: "No tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma el poder mañana, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible". O a un Sócrates -ya mayor- quien replicaba: "nuestra juventud adora el lujo, es mal educada, falta de autoridad y no tiene el menor respeto por los más viejos. Nuestros hijos hoy son verdaderos tiranos. Ellos no se levantan cuando una persona mayor entra, responden a sus pares y son simplemente malos".
Desconfiar entonces implica reparar en la mirada adulta, en el lugar en que ésta se posiciona, juzga y sanciona. Sujetos a la evaluación adulta, los jóvenes deberían dar cuenta de dónde están, qué hacen, cómo lo hacen y para qué. Sin embargo el desfasaje generacional es constante, nunca están donde se los espera y por esta razón se los juzga poco inteligentes, superficiales y faltos de valores. El sitio de la mirada adulta deberá cuestionar su propia imposibilidad, la imposibilidad de un cierre, la hendidura propia del cambio que supone el traspaso de una generación a otra. Soportar la incertidumbre, lo incierto del devenir, trabajar sobre lo que se transmite y hereda. Algunos sugieren acompañar, educar, o simplemente estar. Las posibilidades son varias. Lo que no es posible hacer, es desentenderse de que como adultos algo tenemos que ver con lo que los jóvenes son.

[1] Antelo, Estanislao, Instrucciones para ser profesor, Santillana, Buenos Aires, 1999, La cita corresponde a la página 101, pero recomendamos el Capítulo III completo. Subir
[2] Gruner, Eduardo, El sitio de la mirada. Secretos de la imagen y silencios del arte, Editorial Norma, Buenos Aires, 2001. Subir
[3] Ibídem. Subir

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