Tocando al viento -film centrado en las consecuencias de las políticas
económicas llevadas adelante por la "Dama de Hierro" y profundizadas durante
la década de los '90 en Inglaterra- forma parte, según algunos críticos, de
un estilo más esperanzador de abordaje del fenómeno de la desocupación, que
no se veía en las películas de la época de Thatcher.
La referencia al proceso de reestructuración de los Estados-Nación a nivel mundial,
en consonancia con las modificaciones desarrolladas al interior del modelo de
producción capitalista en las últimas décadas, nos conduce directamente a las
políticas neoliberales implementadas por Margareth Thatcher y a las consecuencias
de las mismas en los planos económico-social y subjetivo. Las decisiones llevadas
a cabo durante esos tiempos en que el Estado-Nación como unidad relativamente
independiente pierde vigencia, en un momento histórico de creciente mundialización
de la economía, implicarían el puntapié inicial para la instalación del neoliberalismo
como doctrina hegemónica que, en gran medida, se constituye como tal deslegitimando
al modelo "keynesiano" o "interventor".
En ese sentido, creo que Tocando al viento es válida para pensar las
modificaciones a nivel de la autoridad del Estado y de la estructuración de
los lazos sociales producidas en consonancia con los procesos mencionados.
Grimley es una pequeña localidad inglesa centrada en la explotación minera que,
como tantas otras debe enfrentarse al cierre inminente del principal medio no
sólo de subsistencia sino de socialización de sus habitantes. En un tiempo que
podríamos llamar "estatal", para resaltar la centralidad del Estado-Nación en
su vertiente proteccionista y planificadora en la configuración de identidades
sociales, el trabajo y sus rutinas organizaban y daban sentido a prácticamente
la totalidad de la vida de los sujetos. Tengamos en cuenta que dicho modelo
de Estado ordenaba su funcionamiento y reproducción sobre la base de la regulación
de la producción, tendiendo a garantizar el "pleno empleo" y los derechos sociales
constituidos a la luz de la crisis internacional del capitalismo liberal de
1930.
Como puede verse en el film, las relaciones sociales de los trabajadores exceden
el ámbito de la mina para abarcar otros espacios de reunión vinculados a ella.
En este caso, la banda de música ocupa un lugar central, pero también hay escenas
que muestran a los mineros reunidos en el bar o relacionándose en el barrio,
las calles.
Es decir, el trabajo aparece como un lugar privilegiado de socialización y de
constitución de identidades, como así también de organización para la defensa
de los derechos sociales: salario digno, salud, educación, seguridad social,
etc.
Sin embargo, la recesión económica de mediados de los años '70 produjo el renacimiento
de doctrinas monetaristas y liberales caracterizadas por sostener fuertes críticas
contra el Estado "benefactor". (1)
Dichas críticas apuntan fundamentalmente a socavar el papel del Estado como
interventor en la economía, argumentando -en líneas generales- que la imposición
de una carga fiscal y normativa al capital equivale a un desincentivo para la
inversión; y que garantizar pretensiones, títulos y posiciones de poder colectivo
a trabajadores y sindicatos es sinónimo de desincentivo para el trabajo.
Considero pertinente citar aquí a Friedrich Hayek -Premio Nobel de Economía
en 1974 y uno de los economistas neoliberales más conocidos-. Este teórico,
en Camino de servidumbre, escrito en 1944, asimila el concepto de intervención
económica al de totalitarismo: "El liberalismo económico se opone, pues, a que
la competencia sea suplantada por métodos inferiores para coordinar los esfuerzos
individuales. Y considera superior la competencia, no sólo porque en la mayor
parte de las circunstancias es el método más eficiente conocido, sino, más aún,
porque es el único método que permite a nuestras actividades ajustarse a las
de cada uno de los demás sin intervención coercitiva o arbitraria de la autoridad".
(2)
Aquí se evidencia claramente que para Hayek cualquier intervención de la autoridad
estatal en detrimento de la autoridad del mercado para autorregularse, implicaría
coerción, arbitrariedad, amenaza contra la libertad, sin hacer mención a la
necesidad de ciertas decisiones e intervenciones estatales para evitar fenómenos
tales como el de la desocupación.
Frente a estas teorizaciones, Pablo Gentili sostiene que la postura de Hayek
es clara: si los hombres no afirman en su vida cotidiana el valor de la competencia
y si las sociedades no aceptan las posibilidades de modernización que el mercado
ofrece, las consecuencias son nefastas para la democracia. (3)
En nombre de la democracia y de la libertad individual,
lo político, como ámbito público de deliberación, de discusión, de acuerdos,
sería, de este modo, puesto cada vez más en cuestión. Pero también tenemos que
destacar aquí que para Hayek no habría una relación necesaria entre el libre
mercado y la democracia política. (4)
Aproximadamente treinta años después de haberse escrito dicho libro, los principios
allí expuestos se irían estableciendo como hegemónicos.
Entrarían en estado de crisis todos aquellos ámbitos anteriormente regidos por
la lógica del Estado keynesiano. Éste, a través de su intervención en
la economía y en lo que respecta a los llamados derechos sociales, como así
también a través de su reconocimiento del papel formal de los sindicatos, mitigó
durante algunas décadas los conflictos de clases propios del capitalismo. Veremos
entonces en el film, en toda su crudeza, la crisis de las organizaciones colectivas
como los sindicatos, partidos políticos y demás corporaciones públicas, que
basaban su autoridad en la centralidad del Estado-Nación como entidad de articulación
social y como organizador de una lógica en la cual tenía sentido pensar en lo
público-estatal como algo ineludible.
El capitalismo en su versión neoliberal "liberaría" a los ciudadanos de la tutela
estatal "dejándolos librados" a la incertidumbre, dejándolos "a la deriva".
Resuenan aquí las palabras del sociólogo Richard Sennett, quien sostiene que
en el nuevo capitalismo, al no estar ya regido por la lógica del "largo plazo",
se experimentaría la sensación de estar "a la deriva", perdiendo el control
de la propia vida. (5)
Este estado de incertidumbre, de desamparo, es graficado perfectamente en la
película en casi todos los personajes, pero más específicamente en Phil, el
hijo del director de la banda. Éste es despojado de sus pertenencias,
pasa por dramas intensos que debilitan las consistencias que organizaban su
vida.
¿A quién recurrir ante situaciones de desmantelamiento total de las condiciones
que daban sentido a la existencia? Se quedaría, de este modo, a expensas de
las solidaridades de los otros: amigos, familiares, etc., entendidos como individuos
aislados (en este sentido es gráfica la escena en que la esposa de uno de los
mineros le entrega discretamente a la de otro algo de dinero). Liberar las reglas
del mercado no implica precisamente sujetos liberados, sino mayores ataduras,
mayores exclusiones, como así también la constitución de nuevos lazos sociales
que pueden estar caracterizados por un aislacionismo individualista pero también,
como veremos a continuación, por la resistencia y la unión en defensa de lo
público como espacio sostenedor de las identidades colectivas.
Quisiera introducir aquí una cuestión que encuentro central en el film, en lo
que concierne al riesgo de quiebre de los lazos sociales duraderos, propio del
neoliberalismo: me estoy refiriendo específicamente a las tensiones que tienen
lugar en relación con la banda de la mina de Grimley. La misma tiene más de
cien años y está constituida por mineros que encuentran en ese espacio de producción
cultural un lugar en que el placer por la música ocupa el centro de una actividad
ligada al trabajo, pero que lo excede. Allí, además puede vislumbrarse una perspectiva
de género determinada: la banda está integrada sólo por hombres. Aceptan la
entrada de una mujer que, además de ser muy talentosa, es la nieta de un minero
que había formado parte de la banda.
La banda no es cualquier banda: es la banda de los mineros. Al correrse el riesgo
de destrucción de la mina comienza a tambalear la banda como ámbito social dador
de sentido. (6)
Uno de los músicos es claro respecto a esto: "Se cierra la mina, se termina
la banda". Danny, el director, no puede entenderlo, ya que para él la banda
es su vida, lo que le da sentido a la misma y se obstina en conservarla, argumentando
que pudieron sobrevivir a muchísimas crisis; entre ellas, dos guerras mundiales.
"Pero esta es la peor catástrofe de la historia", recibe como respuesta.
Aparece entonces la necesidad de ligar, sostener, en lugar de subvertir, romper,
desligar. (7) Defender espacios de lazo
social como el de la banda, podría ser un modo de habitar y construir, de sustraerse
al menos por un rato de la lógica del mercado. Esto es claro en el diálogo de
uno de los mineros músicos con su mujer. Le dice ella: "Hace diez años eras
un luchador, estabas lleno de pasión, ahora estás vencido. Lo único que haces
es tocar tu trompetita". A lo que él responde: "Sí, pero al menos nos escuchan...
Y es una tuba menor!".
Trata de significar que las antiguas luchas ya no provocan efectos en las autoridades;
pero además que el ser escuchado en la banda implica un reconocimiento, una
autorización a continuar tocando, a esforzarse por alcanzar mayores reconocimientos,
en un contexto de desocupación que afecta en gran medida a la integridad masculina,
basada fundamentalmente en la posición central del hombre en lo que respecta
a lo laboral. Danny -el director-, figura revestida de autoridad por los músicos,
especialmente por su hijo, sí los reconoce, cuenta con cada uno de ellos para
que la banda funcione.
Slavoj Zizek (8) toma a Tocando
al viento y Todo o nada como dos versiones del punto muerto de
despolitización en que estamos, dos modos de enfrentarse con la pérdida catastrófica.
Dicho autor sostiene que cuando los mineros pierden la batalla política, la
actitud de darle tanta importancia a la música, su insistencia en tocar y participar
en un concurso nacional, se convierte en un gesto de desafío, un verdadero acto
de afirmación de fidelidad a la lucha política.
Hacia el final de la película, tras las conmovedoras palabras de Danny, se ve
un posicionamiento político que tiene que ver con sostener lo colectivo, con
autorizar a lo público como ámbito privilegiado de lazos sociales. Y allí reside
parte de la esperanza: en la creencia en que todavía se pueden rescatar espacios
simbólicos de sostén, en que hay decisiones en las cuales todavía se puede intervenir
y en la posibilidad de que lo político irrumpa con todo el peso de lo incierto
pero con la intencionalidad firme de esquivar los efectos desestructurantes
de estar "a la deriva".