La
Influencia que ha Sufrido Debussy
En la Elaboración de su Lenguaje Musical
Por
Tomás Barna
De
Claude Debbusy o lo sensible hecho música
1º
edición, 1964, Córdoba.
La influencia
más importante recibida por Debussy yace en la poesía simbolista,
y especialmente en la luz que proyectó Baudelaire sobre la totalidad
de las corrientes artísticas actuales.
El artífice de "Las Flores del Mal" aportó ese logro
del equilibrio entre la voluptuosidad de las sensaciones, la percepción
de la atmósfera sutil de los ensueños y la plasmación de
ambos dentro de la forma poética. Baudelaire fue quien transformó
en llama eterna ese anhelo infinito de partir; quien corporizó la angustia;
quien tradujo la melancolía a un idioma viril, donde la comprensión
y la hondura transformaban el mal, el vicio y la fealdad, en tristeza sublime.
A él se debe el nuevo acoplamiento entre la poesía y la música;
y su visión extraordinaria no sólo lo llevó a defender
el "Tannhäuser" de Wagner y comprender su música cuando
aún era rechazada por la mayoría de los "conocedores"
sino que también bregó por la necesidad de una cultura musical
que favoreciera la evolución del poeta. Debussy recogió su mensaje,
ese sentido de intimidad lírica, ese misticismo sensual, que le permitieron
convertirse en el mayor intérprete del alma de Baudelaire.
En Verlaine continuó la exaltación baudeliareana, y la sensibilidad
de Debussy absorbió esta ambrosía consustanciándose definitivamente
en él la música y la poesía. Verlaine -identificándose
en esto con una de las premisas de Baudelaire- había propuesto a los
poetas extraer de la música el máximo de expresividad. La aspiración
de ambos poetas fue germinadora de esos poemas fluidos donde los paisajes crepusculares
se tornan visiones; donde el otoño, la lluvia y los grises lánguidos,
pasean sus congojas entre latidos colmados de evocaciones y de confidencias.
La intimidad de Verlaine afloraba, así, al impulso del movimiento espontáneo
provocado por alguna sensación fugaz. Hay composiciones suyas en las
que transita apenas un leve balbuceo, con lo que nos introduce en ese mundo
encantador de pequeñas cosas y signos indescifrables cuya vibración
agita silenciosamente el alma. Son realidades abstractas que el poeta percibe
y cuyo encantamiento le obliga a transferirlas con un lenguaje musical, simple,
mediante el cual logra rescatar la unidad de aquel pequeño mundo. He
aquí presente la "tenebrosa y profunda unidad" de Baudelaire.
Esta aprehensión y su automático transvasamiento a la forma poética,
es un fenómeno de auténtica índole mágica que nos
coloca en pleno simbolismo. Con el advenimiento de Mallarmé, el simbolismo
espontáneo de Verlaine sufre un cambio que lo torna cerebral, pero sin
perder sus caracteres esenciales: levedad, frescura, transparencia. La sensibilidad
y la inteligencia de Mallarmé le permiten fundir las evocaciones de la
realidad objetiva y de la subjetiva en una visión poética donde
el tiempo, el espacio, el ser y el no ser quedan suspendidos en la inmovilidad
del estado estético puro -fuente espiritual en la que también
había abrevado Baudelaire-.