Atentado al pueblo argentino

Las instituciones en Pasteur 633 

El edificio volado en el atentado del 18 de julio de 1994 en el corazón del céntrico barrio porteño del Once, albergaba varias importantes instituciones de la comunidad judía argentina: la "Asociación Mutual Israelita Argentina", conocida por su sigla AMIA, ente comunitario central de esta colectividad, constituido en 1894 -el año del atentado cumplía precisamente un siglo-; la "Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas", DAIA, representación política del judaísmo argentino, fundada en 1935 a raíz del auge del antisemitismo en la Argentina y en el mundo en esos años, y el "Instituto Científico Judío", IWO, creado en la Argentina en 1928, en el que funcionaba una importante biblioteca, un archivo histórico-cultural y un instituto de investigaciones judías. 
El edificio de Pasteur 633, destrozado por la bomba, había sido inaugurado en 1945 y constituía en sí mismo un valioso testigo de medio siglo de historia judía argentina, dado que en sus ámbitos tuvieron lugar una infinidad de acontecimientos que hicieron al desarrollo de la cultura y de la vida comunitaria judía en el país.  

El instante del horror 
Fue a las 9:53 del 18 de julio de 1994 que manos asesinas descerrajaron una bomba que, sembrando desolación y muerte, demolió la casa de la Comunidad Judía de Buenos Aires y sumió a la sociedad argentina en la indignación y el espanto. 

Las primeras horas, el caos 
Resultan indescriptibles los primeros minutos, horas y días que siguieron a ese instante en el edificio de Pasteur 633 y en sus cercanías. Reconstruyendo esas larguísimas, trágicas horas, surgen cuadros de hondo dolor y tristeza por las víctimas, sus familiares y amigos, pero también de admiración y gratitud por las múltiples expresiones de entrega, ayuda y solidaridad por parte de personas, grupos e instituciones de defensa civil, del país y del exterior. 
La búsqueda de sobrevivientes entre los escombros en los momentos inmediatos posteriores a la voladura de la AMIA estuvo marcada por un clima caótico en el que se mezclaban los intentos de rescate de quienes permanecían en lo que quedaba del edificio o cubiertos por sus ruinas, con la afluencia de voluntarios deseosos de colaborar en medio de pedidos de silencio total para detectar las mínimas señales de vida de la gente atrapada.  

La gente en las calles 
En diferentes lugares, en diferentes días y a diferentes horas, la gente buscó el modo de expresar su indignación, su dolor, su protesta y su reclamo por lo sucedido

 La tarde de los paraguas
Lo único que se hizo fue fijar un lugar, un día y una hora, y la gente tuvo la oportunidad que necesitaba, de expresar su indignación, su dolor, su protesta y su reclamo por lo sucedido tres días antes con la AMIA. La consigna de la convocatoria era “De pié frente al terror. La auténtica solidaridad es hacer justicia.”
Esa tarde del 21 de julio, convocadas por las entidades centrales de la comunidad judía argentina, se hicieron presente en la Plaza de los Dos Congresos, pese a la lluvia, unas 150.000 personas. Esa multitud con sus paraguas dio su nombre a esa tarde que ya pertenece a la historia y a la leyenda.  
Al acercarse la hora de la convocatoria, columnas de jóvenes y mayores, de hombres y mujeres, con chicos en brazos y de la mano, judíos y no judíos, fueron confluyendo en silencio desde todas las calles laterales cubriendo hasta sus últimos rincones todo el espacio de la enorme plaza frente al Congreso.  
En el palco levantado a la altura de la calle Paraná y de cara al Palacio Legislativo se encontraban el Presidente de la Nación y otras autoridades nacionales y religiosas, representantes de comunidades judías del mundo y de Israel, y dirigentes de instituciones judías argentinas. Tras entonar el Himno Nacional Argentino y el del pueblo judío, el Hatikva, se leyó un kadish de duelo. Los discursos centrales fueron los del Dr. Alberto Crupnicoff, presidente de la AMIA, y del Dr. Rubén Beraja, presidente de la DAIA, quienes pusieron palabras al dolor y a la protesta por el atentado del 18 de julio. Se leyeron mensajes de personalidades e instituciones, llegados de diferentes lugares del mundo. 
La desconcentración mantuvo la misma atmósfera de recogimiento casi religioso de una multitud que en silencio, bajo la lluvia y lentamente, fue dispersándose por las calles que rodean la plaza, dando fin a una conmovedora concentración multitudinaria que recibió una gran cobertura por parte de todos los medios del país y del exterior. Ese mismo día y a la misma hora, en diferentes ciudades del interior del país, también tuvieron lugar concentraciones similares de expresión de dolor y reclamo de justicia.
A esta primera concentración masiva convocada en repudio del atentado del 18 de julio de 1994, le siguieron, desde el lunes 8 de agosto de ese año, las de todos los lunes en plaza Lavalle, frente a Tribunales, convocadas por “Memoria Activa” y “Familiares y amigos de las víctimas del atentado a la AMIA”, y también, a partir del primer mes, las convocadas por “Familiares” el 18 de cada mes frente al lugar del destruido edificio de la AMIA. Con un acto de envergadura especial se recuerda en Buenos Aires cada 18 de julio, y también se lo recuerda de esa forma en ciudades del interior argentino y del mundo (Nueva York, Jerusalem y otras)