Envejecer es crecer

A veces la soledad se convierte en la asidua compañera del jubilado. Soledad que luego deja paso a un doloroso vacío vital, que más tarde será ansiedad y que termina, no pocas veces, en depresión. La soledad es muy mala consejera.

La depresión es una respuesta frecuente a la jubilación obligatoria. Se manifiesta , primero, en forma de pérdida de la propia autoestima, para dar paso después a sentimientos negativos de cara al futuro, tristeza, desarrollo cada vez de menor número de actividades, ensimismamiento, fatiga, y hasta puede llegar al suicidio. Y ese aislamiento, esa melancolía, esa pérdida de interés por la vida, hace que también sea más vulnerable, esté más expuesto a contraer todo tipo de enfermedades.

Toda persona necesita estar ocupada, tanto en motivaciones y proyectos como en actividades laborales. La falta de ocupación se transforma en vacío existencial y el tiempo vacío en algo insoportable. La situación de jubilado consiste, precisamente, en que se le ha quitado la ocupación, el quehacer, que justificaba y daba sentido a su vida. Y esta situación resultad difícil de soportar.

Si una persona ha puesto toda su vida, sus intereses, incluso su valer y ser personal en el trabajo, lo normal es que, al ser apartada de él, se encuentre vacía, con una vida carente de sentido y de contenido. Por el contrario, si durante los años de vida activa ha desempeñado un trabajo duro, poco gratificante, del que no ha obtenido apenas más satisfacción que ganar dinero para la familia, entonces lo lógico es que se alegre al ser jubilado.

El paso de una vida de trabajo y ajetreo a una situación de ocio absoluto –que no es fácil saber vivir- exige una gran capacidad de adaptación ya que a partir de ese momento empieza una etapa nueva y distinta. Adaptarse a toda nueva situación requiere esfuerzo. Y todo esfuerzo necesita un entrenamiento previo. Entrenamiento que supone tiempo y que, además, debe ser progresivo.

Es una parte demasiado larga de la vida como para dedicarla tan sólo a tomar el sol, a jugar a las cartas, o a deambular por la calle. Es una etapa demasiado larga de la vida para pasarla “matando el tiempo”, en el sentido más literal de la expresión.

Algunos dicen que en lugar de buscar soluciones para que los jubilados aprendan a adaptarse a su situación, lo que hay que hacer es conseguir que este estado de cosas cambie.

Es cierto que la solución global al problema tendrá que venir de la mano de un cambio radical de esta sociedad, en la que hoy todo gira en función del dinero, el trabajo y la producción, entendida ésta en términos exclusivamente económicos.

Los cambios que han tenido lugar en estos años en la escala de valores de nuestra sociedad han alterado los modelos colectivos de conducta, y que la marginación social que sufren los mayores va unida estrechamente a su pérdida de ocupación. Lo que nada cambiará realmente mientras no variemos esto luchando contra los estereotipos y las ideas preconcebidas que hacen hoy del mayor un ser inútil e innecesario.

Será necesario buscar las soluciones a los problemas con los que va a encontrarse cuando llegue el momento de la jubilación.

El Dr Leopoldo Salvarezza (1996), cuando se refiere a la jubilación dice que la jubilación implica descanso. Pero descanso no es igual que no hacer nada. Llevar a cabo actividades físicas e intelectuales es imprescindible. Es esencial permanecer ocupados.

A partir de la jubilación todo el tiempo es suyo. Esto exige replantearse la vida, organizarla quizá de forma diferente a como lo ha hecho hasta ahora. Pero es imprescindible organizarla. La rutina anterior debe ser sustituida por otra, diferente, pero necesaria. De lo contrario, y sobre todo en un principio, ese tiempo de que se dispone se convierte en una carga. Una carga más pesada de lo que pueda imaginar. No saber cómo llenarlo de forma positiva y satisfactoria, se transforma en angustia. Es necesario, encontrar un nuevo equilibrio.

La mejor forma de vencer el tiempo es estar activo, mantener la curiosidad por las cosas, conservar vivo el interés. Interés de saber, de aprender cosas nuevas, de conocer gente y lugares, de estar informado de lo que pasa en el mundo, de entender por qué ocurren las cosas.

Se trata de estar despierto, con todos los poros abiertos para captar cuanto ocurra y en actitud activa.

Todo esto no se improvisa. Hay que prepararlo antes de que llegue el momento. Es la única forma de que ese enorme capital de tiempo libre sea de verdad, un tiempo constructivo que aporte felicidad, y no un ocio vacío, una pasividad total, un permanente estar sin hacer nada, porque es entonces cuando ese tiempo libre se convierte en un peso. Peso que puede llegar a ser insoportable.

Recordar el refrán que dice: “quien tiempo tiene y tiempo aguarda..., tiempo le falta”.

La ancianidad será lo que el mayor quiera que sea. Cada cual la prepara a su manera, pero no hay que olvidar que toda preparación requiere esfuerzo.

Vivir resignadamente la vejez lleva al sentimiento de fracaso vital, al empobrecimiento. Vivirla positivamente, como la culminación de la vida, como la etapa sin la cual la vida quedaría inacabada, inconclusa, cambia radicalmente la perspectiva.

La vejez, el sentir que se entra en esta parte de la vida, supone una crisis similar a otras que se pasan antes, en otros momentos; bien resuelta dará origen a un nuevo crecimiento personal.

Se habla de la crisis de la adolescencia, de la de los cuarenta años. Tal vez es el momento de hablar de la crisis de la vejez.

Como las demás, es compleja y tiene varias caras. Por una parte , es una crisis de identidad que puede hacer tambalear los pilares más profundos de nuestro ser. Para superarla hay que luchar contra ese estereotipo que hace de las personas mayores algo sin valor alguno, firmemente convencidos de que son personas dignas de amar y de ser amadas, de que son competentes e importantes. El paso de los años da canas y experiencias, pero no nos quita valor.

La vejez no es una etapa terminal y vacía de contenido. Es una etapa más de la vida. Envejecer no es un drama . Es tiempo para crecer.

 

Lic. Graciela Izaguirre