Periódico Plural

banner tapa libro
Leandro Avalos
Leandro Ávalos Blacha nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, en 1980. Publicó Serialismo (Premio Nueva Narrativa Sudaca Border, Eloísa Cartonera, 2005).

El comienzo de la novela lo dio un personaje de la película El regreso de los muertos vivos, (Dan O’Bannon, 1985): Trash, una joven punk, semidesnuda, de fiesta en el cementerio en el momento en el que los zombis despiertan. Al finalizar la película, Trash es una «muerta viva» más en busca de presas, pero se diferencia del resto: ella sigue siendo atractiva y solo padece el deterioro de una palidez extrema.

Siempre me gustó ese personaje. En mi novela, me interesó retomarlo para imaginarlo en otra etapa de su «vida». Más precisamente, plantarlo en un tiempo y en un punto geográfico cercano o reconocible, aunque siempre distorsionado, y que su propia presencia contribuyera a esa distorsión. Mezclar un mundo con otro desde el título, el espacio y los personajes, sus vivencias, las distintas realidades que los atraviesan, sus puntos de vista. Por eso noté que la yuxtaposición de fragmentos de las historias era la forma más adecuada para el desarrollo del texto.

Ahora me resulta «más pensado» de lo que fue en su origen. Había terminado una novela narrada en primera persona por un solo personaje y quería que lo siguiente fuera lo opuesto: avanzar desde distintos ángulos. Luego, la ciudad, la intención de recrear un conurbano extrañado, fantástico. Así lo prometía la escena disparadora: unos personajes cercanos, como el grupo de docentes, que se encontraban con una zombi durante un paseo cotidiano para tomar mate. El resto se fue descubriendo al escribir, al abordar en ese escenario los temas que me interesaban, pensando si un zombi puede ser una amenaza significativa en el grado de brutalidad en que vivimos. Y permitiéndome todos los delirios.

berazachussetts
Mi mayor satisfacción fue ser leído por autores que yo admiraba: César Aira, Arturo Carrera, Daniel Link, Alan Pauls, y sentir su generosidad hacia quienes nos estamos iniciando en este oficio. Previamente hubo lecturas de escritores a quienes les confié el texto: entre ellos, mi maestro Alberto Laiseca y otros

amigos, como Alejandra Zina, Leonardo Oyola, Selva Almada y Sebastián Pandolfelli. Antes de publicar mi novela, pude trabajar el texto con dos editores de Entropía: Valeria Castro y Sebastián Martínez Daniell. De no haberla publicado, creo que incluso hoy seguiría escribiendo finales alternativos, que guardaría como «lados b». El definitivo, por suerte, solo fue el segundo.