Periódico Plural

Durante el proceso de construcción de la escritura, los niños crean hipótesis originales y alcanzan logros cognitivos en cada etapa. Atraviesan un primer nivel presilábico, un segundo nivel silábico, un tercer nivel silábico alfabético para, finalmente, apropiarse del nivel alfabético estricto.

Mónica Stanchi, profesora para la enseñanza primaria, licenciada en Psicología de la U.B.A y docente de la Escuela Nº18 de Recuperación. Sin embargo, esto es solo «una cara» del proceso.

Expresa la generalidad; importantes investigaciones psicogenéticas informan sobre cómo los niños aprenden a «leer» y a «escribir» antes de hacerlo convencionalmente. Este conocimiento es de sumo beneficio para la práctica docente. La «otra cara» del proceso no está en los libros ni surge como resultado de investigaciones; la otra cara se inscribe con el deseo puesto en juego en la singularidad de cada niño. Generalidad y singularidad no son excluyentes. Si esto se pierde de vista, la adquisición de la práctica del lenguaje es imposible.

Karen es una niña que a los cinco añitos, llegó a mi sala de «Apoyo psicopedagógico» en una escuela de educación primaria porque no atiende, conversa, se distrae, le cuesta mucho... Los niños en primer grado deben iniciarse en la escritura y en la lectura, pero Karen no puede: Karen está «en otro lugar». No atiende porque, tal vez, esté atenta a otra cosa que no es precisamente lo que la escuela demanda que atienda.

Primero, reuní la información acerca de su historia escolar. Había cursado en la misma escuela la sala de 5 años. Así, tomé conocimiento sobre su desinterés manifiesto hacia la escritura (su nombre propio, inclusive). Pero también supe que le gustaba la representación en el rincón teatral, aunque siempre su papel era secundario. Entonces, indagué acerca de su núcleo familiar: madre, padre y un hermanito menor. La invité a dibujar, y aparecieron muy manifiestos los celos hacia su hermano. Karen se dibuja siempre aislada del grupo familiar, al margen de la escena, «en otro lugar». Este dato fue muy importante para abordar la tarea de apoyo, sumado al de la escasa estimulación desde el hogar y sus figuras parentales.

Ya estaba contextuada la problemática. Había que trabajar con Karen desde el afecto, esperarla, recibirla, sentarse a su lado, meterse en ese «otro lugar» y traerla de la mano.

Así comenzamos a trabajar con escrituras espontáneas: « escribilo como puedas » y traduciendo lo que escribía en su cuaderno.

El diagnóstico de su nivel de escritura era el presilábico, de las escrituras diferenciadas (Emilia Ferreiro). El valor y el aliento dado a sus producciones quedaban reflejados en su cuaderno, con palabras o con frases de reconocimiento, acompañadas de una florcita dibujada por mí. El recurso de la flor, que bien pudo haber sido otro, dejó una marca. Algo se inscribió e hizo huella. En los siguientes encuentros, Karen se mostraba contenta: «...le mostré a mi mamá lo que me regalaste» (refiriéndose a la flor).
Hoy Karen se encuentra en el nivel silábico y busca entusiasmada carteles que se encuentran en el aula, o en su cuaderno, para leer. Una nueva florcita la espera en cada encuentro. Se renueva junto al afecto en la tarea diaria con Karen. Eso es lo que no debemos olvidar los que trabajamos en educación: el afecto afecta, y no es sin consecuencias.

Tu experiencia docente puede ser singular. Escribinos a plural@buenosaires.gov.ar