Periódico Plural

Leandro Avalos
Elsa Drucaroff nació en Buenos Aires en 1957. Novelista, ensayista, crítica literaria y docente. Es profesora de Castellano, Literatura y Latín. Investiga y dicta seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Publicó el ensayo Roberto Arlt, profeta del miedo (1998) y la novela La patria de las mujeres. Una historia de espías en la Salta de Güemes (1999), entre otros.

Escribir esta novela tuvo cuatro momentos. 1.°: cuando supe que ese tema me tocaba algo interno indefinible, pero por descubrir mientras escribiera; 2.°: cuando se me ocurrió la trama básica (se mantuvo, aunque aparecieron personajes inesperados y pasaron mil cosas asombrosas); 3.°: la larga investigación histórica, la mutual judeo-polaca Zwi Migdal, de tratantes de esclavas, la complicidad de policías, políticos y médicos sanitaristas, que se enriquecían con la prostitución («mal necesario», según el sexismo, perfecto para que lo exploten judíos, según el poder argentino).

berazachussetts
Cuando me informé y extraje mi propia interpretación (social, histórica y política de género y de clase), empezó el 4.° momento: hacer literatura. Exploré lo que me contaban mis abuelos sobre su pueblito de Ucrania. Aldeas donde malvivían los judíos pobres de la Europa oriental,

sin derechos políticos, sufriendo pogroms. Y empieza mi historia, y así fui sacando de la niebla de mi imaginación a Dina con su gran desgracia. La entendí como mujer, con sus contradicciones, con su dificultad de encontrar argumentos cuando la sociedad patriarcal le echa la culpa; me conmovió su voluntad de resistir y su intuición de que lo dicho por los demás no terminaba de ser justo. La escuché sin moralizar y sin ser políticamente correcta. No le tuve piedad, sino respeto; pensé a Dina sin prejuicios ni lugares comunes: como una hermana.Amo que mis personajes hagan cosas que no espero, que piensen diferente.

Llegué a querer a su cafishio, aunque repugnante. En Buenos Aires, se sumó el Loco Godofredo, inspirado en Roberto Arlt. No tuve que buscarlo en la niebla como a los demás: tal vez porque lo leí mucho y le discutí con rabia y con amor, llegó a mí con toda su complejidad, mezcla de nobleza y resentimiento, prejuicios, comprensión profunda, talento, puritanismo no asumido, violencia y sexismo, inmensa capacidad de amor. El Loco, Vittorio y el Juez Tolosa, quienes enloquecen por Dina, estaban en mis planes desde el comienzo, pero ellos me sorprendieron. Una recién sabe cómo serán sus personajes cuando los deja actuar y los escucha; se entienden sus razones profundas y se los ama aunque sean atroces.

Se me planteó el problema de las voces del yiddish, lengua de mis abuelos y de mi padre. Usé la música de ese idioma inentendible en mi infancia, usé refranes populares, palabritas de afecto, palabrotas. Para transcribir el castellano de Dina, que aprende como puede, encerrada atendiendo hombres cada 15 minutos, recordé errores de mis tíos: un castellano roto, urgido por comunicar.

Mi compromiso fue tal que fantaseé con quedarme ahí a vivir. Es una tierra cruel, pero aventurera, intensa. Terminar fue un duelo. Como toda puérpera, dejaba lo que más amaba en las imprevisibles manos de la vida. Ya no me pertenecía más.