Periódico Plural

Leandro Avalos
José Montero nació en Buenos Aires en 1968. Periodista, escritor y guionista de teatro, cine y televisión. Publicó novelas policiales: Los chantajistas y Robos y hurtos. Libros para chicos: La noche infinita, Cuentos de misterio y La pantalla indiscreta, entre otros.

Hace muchos años, en un edificio de Mar de Ajó, encontré una llave colocada en la puerta de uno de los departamentos. Estaba lista para abrir. Toqué timbre y no tuve respuesta. Toqué el portero, nada. ¿Qué debía hacer? A las pocas horas, volvía a Buenos Aires, era de noche, la gente dormía. No había a quien consultar. Al final, me pareció que lo más lógico era evitar que otra persona pudiera usar la llave para entrar sin permiso. Y entonces... la deslicé por debajo de la puerta. Durante mucho tiempo, esa situación dio vueltas en mi cabeza. Fantaseaba que podía ser el punto de partida para una película de terror que transcurriera por completo en el interior de un edificio, pero la historia se agotaba en sí misma.

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Más recientemente, unos familiares se mudaron a un complejo de torres con parque, pileta y con juegos. Ahí las posibilidades eran mayores, y aproveché cada visita para averiguar datos y para recorrer el lugar. Entonces salió la convocatoria al «Premio Sigmar de Literatura Infantil y Juvenil».

Yo reivindico los concursos como generadores de literatura. A los autores nos dan un buen motivo para dejar de dar vueltas y para sentarnos a trabajar. Si tienen pautas estrictas, mejor, porque las limitaciones a veces ayudan a concentrarse en un objetivo. En este caso, las bases obligaban a entregar un texto de entre 31.000 y 33.000 caracteres. Se me ocurrió una pregunta: ¿qué pasaba si, después de deslizarla por debajo de la puerta, la llave volvía, como si alguien la pateara desde adentro del departamento? La situación se volvía más perturbadora, pero las situaciones solas no cuentan una historia.

Para contar una historia, se necesitan personajes que creen identificación con el lector o con el espectador. De a poco, apareció Manuel, un chico de 10 años a quien una mudanza altera mucho su ritmo de vida. Es verano, y ya no puede retomar la colonia de vacaciones porque queda muy lejos. Sus padres tienen problemas. De pronto se encuentra solo buena parte del día. Y en las torres, suceden cosas extrañas que llaman su atención. Stephen King dice que la segunda versión de un texto es igual a la primera versión menos el diez por ciento. Es decir, hay que sacar todo lo que sobra. No pretendo fanfarronear, pero yo le gané a Stephen King. La primera versión de mi relato tenía 45.000 caracteres. La última, después de una decena de correcciones, quedó casi en 33.000. Saqué todo lo que sobraba. Quedó únicamente lo que servía a la historia. Así nació Veinte pisos de terror.