Periódico Plural

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Gaby Fujimoto especialista sénior de Educación de la OEA, es doctora en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Educación en Lima, con 25 años de experiencia en América. Es posgraduada en Educación Inicial, líder en el desarrollo de políticas y programas innovadores de educación infantil, indígena, calidad de la educación básica y no escolarización. Ex funcionaria de Unicef y del Ministerio de Educación del Perú. Fue declarada Huésped de Honor por la Legislatura porteña; la diputada Diana Martínez Barrios le entregó el Diploma por tal reconocimiento.

¿Cuál es la importancia de la educación en la primera infancia?

Investigaciones de los últimos treinta años demuestran que la atención de la primera infancia es importante no solo para la educación, sino para todo el desarrollo humano posterior. La educación debe comenzar desde el vientre materno. Al mismo tiempo que se procesa información, se logra la base para la comunicación y los cimientos del aprendizaje, del desarrollo de la inteligencia y de la personalidad. La madre es la principal mediadora de aprendizajes no solo cuando está en su vientre, sino también desde el nacimiento. Si damos esa tarea a Salud, controlar la gestación y la salud de la madre, al sector Educación le corresponde atender las formas de dar aprendizajes a los niños desde que nacen.

¿Qué estímulos debe brindar la madre?

Hay dos elementos principales que puede utilizar cualquier madre, ya que no depende del nivel socioeconómico ni de la profesión, que son el «afecto» y la «comunicación». Cuanto mayor es el afecto hacia el niño, este tendrá mayor seguridad y, por lo tanto, mayor oportunidad de aprovechar el aprendizaje. Si hay comunicación, hay mayor posibilidad de que el niño desarrolle procesos cerebrales para dominar el idioma, para resolver problemas... Como educadores y como padres, tenemos que lograr que el niño aprenda a usar su cerebro y aprenda a comunicarse.

Entonces, ¿a qué edad deben ingresar a una institución escolar?

Según la Psicología, las Neurociencias y la Sociología, los niños a partir de los 2 ó 3 años comienzan un mayor proceso de socialización del que le puede dar su familia. Quizá el niño empiece a socializarse en ambientes diferentes del hogar a partir de los 2 años; pero hasta los 2 años, no hay mejor ambiente educativo que el hogar. Para eso, hay que preparar a la familia; y los medios deberían ser los mejores aliados para educar a los niños en sus hogares. En algunos países más desarrollados –Alemania, Finlandia, Suecia, Francia, Italia–, esos procesos de socialización comienzan desde el año de edad porque son sociedades con más ingresos y con mayor inversión de sus gobiernos para el trabajo con los niños. En Japón la madre acompaña al niño desde los 2 años a tocar el violín, a aprender inglés; están llevando procesos cognitivos y pedagógicos más allá de lo que el niño debería desarrollar a su edad y lo logran.

¿Cómo es la situación en América Latina?

Nuestra cultura latina es muy hogareña, de familia y de vecindario; si no está la madre, está la vecina, la tía, la abuela. Creo que no hay que forzar, sino esperar según lo que se dice en Psicología hasta los 2 ó 3 años. Por otra parte, la educación inicial tiene su origen en Europa, y la corriente ingresa en América por la Argentina y por Uruguay; los primeros jardines de infantes están aquí. La Argentina fue pionera respecto de los demás países. Repitiendo la tradición de que primero se hace en Europa y luego en América, espero que no tardemos mucho en comenzar aquí lo que ya están implementando allá.

¿Influye la desigualdad socioeconómica de nuestros países?

Puede ser un factor de incidencia, pero no siempre. Hay países, como Israel o Corea, cuyo desarrollo socioeconómico es muy diferente del de países europeos, que tienen una educación inicial avanzada. Cuba tiene el ciento por ciento de atención a niños de 0 a 6 años. Por lo cual, el factor socioeconómico no es fundamental para establecer el servicio; es más una decisión política, de voluntad, y la percepción de que no solo hay que tomar medidas de infraestructura: está comprobado que la atención del niño se puede realizar en otros ambientes, como la casa de alguien del barrio, la parroquia, el parque, el mercado... Hay que sentarse, tomar la decisión y pensar cómo se lleva a cabo.

Para comenzar, ¿qué decisiones deberían tomar?

Los gobiernos deberían rediseñar sus sistemas educativos para darles más peso a los primeros años, más presupuesto y más docentes. Y habría que realizar cambios en las Universidades para preparar adultos en la atención de los chicos.

La diversidad cultural de nuestros países, ¿cómo enriquece a la educación inicial?

La atención infantil debe trabajar sobre la base del contexto y de la realidad. La atención del niño debe ser la adecuada: hay que valorar y respetar la cultura, el idioma, el contexto. No se trata de importar modelos, sino que hay que trabajar dentro del contexto sociocultural en que se desarrolla el niño, poniendo el acento en que es la madre su principal educadora. Como educadora, defi endo el desarrollo de contenidos educativos respetando la diversidad cultural. Tenemos que recrear cultura con el currículo, y no al revés. Para esto, se debe capacitar a los docentes para que no desvíen el tipo de orientación que hay que brindar al niño y a los padres.

El docente, ¿cómo debe abordar la diversidad cultural en el aula?

Un primer consejo: el niño tiene que ser el centro de atención. Trabajar desde la realidad de los niños. Si hay chicos de diferentes culturas, el maestro tiene que aprender de esas culturas. Una metodología de trabajo –para mí, la principal– que se está olvidando es el juego. El juego tiene que ser supervisado por la maestra, y ella misma tiene que jugar con los niños, no solo en el recreo. Hay que descubrir con ellos qué es lo que necesitan. Incluso hay una etapa de análisis de la realidad de los docentes, que requieren mejores remuneraciones; el docente es un profesional y debe comportarse como tal. Así como el médico tiene que saber qué es lo que necesita su paciente, el docente tiene que saber qué es lo que necesita el alumno. Por último, creo que los maestros no tienen que invertir mucho en comunicación: bastaría con que leyeran a diario junto a los niños, y luego dialogaran e intercambiaran ideas. Así, con acciones tan pequeñas, ganaríamos mucho más.