Periódico Plural

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Ari Paluch. Periodista. Egresado de la Escuela Superior de Periodismo del Instituto Grafotécnico, comenzó su carrera profesional en 1985 con el programa Feedback en la radio Rock & Pop. En 1996 inició su programa de actualidad La Batidora, que en 1999 pasó a llamarse El Exprimidor. Este programa lleva 13 exitosas temporadas consecutivas y ha sido distinguido con varios premios: Martín Fierro, Premio Clarín, mención especial del Buenos Aires Herald y varios Broadcasting. En 2008, publicó El combustible espiritual.

¿En qué momento, se produce en vos el cambio a una vida más espiritual?

Progresivamente, me fui dando cuenta de que estaba golpeando bastante el ego, que estaba desvinculado de ciertas cuestiones que luego me hicieron bien, como algunas lecturas, en particular El Poder de la Intención, de Wayne Dyer. Otro motivo fue el fallecimiento de un allegado. Además, cambié de terapeuta, yo iba a un psiquiatra con el que no me sentía a gusto y empecé con un psicólogo más espiritual. Es decir, no fue un momento, sino una serie de situaciones en las que empecé a sentirme mal, y afortunadamente empecé a transitar este camino.

¿Qué cambios implica en tu vida cotidiana?

Justamente la mía es una espiritualidad aplicada a la vida cotidiana, no para místicos ni para elegidos ni para pocos; es una espiritualidad que tiene que ver con preocuparse menos, enfrentar más la situación, entender que si sucede, conviene. Creo que eso hace que también entiendas cuál es tu misión, que trabajes con mayor compromiso; así, se vive más aliviado. Respecto a la alimentación, desde 2002, estoy mucho mejor físicamente: adelgacé 13 kilos, hago más actividad deportiva –juego al tenis, tengo un personal trainer– y me cuido más en la comida. Tiene que ver con un concepto espiritual, para nosotros el cuerpo es el templo del alma, y generalmente los templos están en buenas condiciones.

¿Cómo conviven el éxito y la espiritualidad?

Creo que una cosa no excluye a la otra. En mi caso, la espiritualidad propició mi éxito: a partir de esto, me va mucho mejor: recibo más afecto, más respeto. Cuando uno transita un camino espiritual, el éxito es inevitable, porque uno fluye con aquello

¿Por qué decidiste escribir un libro?

Primero porque soy periodista y siempre tuve aptitud para la escritura. Luego, porque la editorial me propuso escribir un libro con una temática, diferente de la que finalmente concreté, sobre el ser argentino. Les agradecí y les expliqué que quería escribir sobre espiritualidad porque estaba leyendo muchos libros con los que me iba a dormir en paz, en los que veía que había mucho para contar, pero que a lo mejor no son muy masivos aquí; quería escribir un libro con el objetivo de contar y generar en la gente lo que me transmitían a mí: que disfrutaran de una lectura o que se pudieran ir a dormir tranquilos. Afortunadamente, me apoyaron. Se ve que ayudó mucho a la gente, porque se han vendido muchísimos ejemplares; también se editó en Brasil y, ahora, en algunos países de Europa.

¿A qué atribuís esa respuesta de la gente?

Por supuesto que no me propuse el éxito al escribirlo, simplemente entregué algo con lo que me sentía a gusto y, en consecuencia, vino el éxito. Quizá había cierta avidez de parte de la gente de querer vivir en paz, de vivir mejor. A esto se suma que el libro no es un objetivo en mi vida, sino una consecuencia, en el sentido de que no cuento lo que me propongo, sino lo que me propuse. El libro tiene bastantes tintes autobiográficos, muchas de mis miserias, y creo que eso hizo que la gente viera que «el cambio es posible».

¿Creés que tenés algo para enseñar y que los medios pueden contribuir a eso?

Lógicamente, no soy el mismo en radio que tiempo atrás. Tengo, gracias a Dios, otra capacidad de análisis, estoy más enriquecido para comentar política, deportes o una situación polémica. Eso –me parece– inspiró el ejemplo; si bien no me propongo serlo, puedo brindar un ejemplo en muchos aspectos, y gran parte de mi vida se da en los medios.

¿Qué fue lo último que aprendiste?

Ahora estoy muy entusiasmado con el tema de la«sincronía», pienso volcarlo en mi próximo libro, esos acontecimientos inesperados que vienen para armonizar con lo que nos pasa por dentro y, cuando mirás para atrás, te permite comprobar que todo cierra. El aprendizaje permanente es tratar de diluir el ego, que prevalezca el espíritu, dar un lugar a la humildad, entender que todo es un aprendizaje, y que esas cosas que se demoran no es que no van a llegar, sino que simplemente se demoran.

¿Cuándo se publica tu próximo libro?

Me propusieron hacer un segundo libro inmediatamente, pero sentí que todavía no estaban dadas las condiciones. Por eso, no va a haber otro libro hasta octubre de 2010, de manera tal que, durante este tiempo, pueda elaborar mejor el material.

¿Es más fácil ahora pedir perdón o llorar?

Sí, por supuesto, es más fácil pedir perdón. En la radio, a veces ocurre que digo cosas equivocadas e inmediatamente tomo el micrófono para pedir disculpas porque yo no quiero tener la razón, no quiero convencer a nadie de nada. Si están de acuerdo conmigo, bien. Y si no, también: aprendí que no es tan grave –como creía antes– que alguien no piense como yo. En cambio, para llorar tengo un gran problema, no soy de llorar mucho. La última vez fue a raíz de una discusión con mi mujer.

¿Pensás en tener un contacto con la gente sin mediaciones?

Tengo bastante contacto con la gente, y es un lindo contacto. Doy muchas charlas, me convocan de empresas e, incluso, voy a la cárcel o recorro las provincias. Pero más allá de eso, no. El hecho de estar en la radio, en la tele o publicar un libro me parece suficiente.

¿Cuál creés que es tu misión?

Tiene que ver con la palabra y con la comunicación. Creo que soy un acompañante, un tipo muy didáctico que, donde sea que esté haciendo mi tarea de comunicar, soy muy práctico para explicar y trato de hacer entender lo que sucede con objetividad porque, si bien todos tenemos cosas que nos gustan más o nos gustan menos, trato de ofrecer el plato de comida para que el otro haga la digestión; y cuando pongo un condimento, lo aclaro. Quizá por eso me suele pasar que mucha gente me escucha, aunque no coincida conmigo. Ese es mi don: el de trasmitir los hechos despojados de malas intenciones.

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