Periódico Plural

el placer

Liliana

Graciela Esther Coutado, maestra de sección en la sala de Lactario de la Escuela Infantil N.º 6 D.E. 19.

Cuando ingresé en la sala de Lactario, comencé a pensar en la forma de crear un ambiente facilitador que les permitiera a los bebés interactuar con diferentes objetos para que los observaran, manipularan y pudieran, poco a poco, percibir y vivenciar sus propiedades.

Los bebés suelen observar su ambiente y se vinculan con los objetos más próximos. Por ello, es sustancial reflexionar sobre las características del espacio físico y acerca de los objetos que elegimos, y de la manera en que favorecemos la vinculación de los niños con tales elementos. Esas primeras experiencias son tan importantes que resulta primordial reflexionar sobre qué entorno visual se les ofrece.

Un claro objetivo encauzó mi tarea: buscar y crear objetos donde prevalecieran elementos esenciales de la naturaleza con los que el hombre se contactaría en el transcurso de su vida. Son elementos que despiertan y estimulan todo el aparato sensorial y perceptivo: tienen aroma, textura, sonidos, color y sabor. De este modo, se pueden abrir canales de aprendizaje para incorporar esquemas de acción con placer desarrollando espontáneamente la sensibilidad en el niño.

tango

Así fue como comenzamos a construir móviles y «atrapasueños» con calabazas, semillas, mimbre, chauchas, piñas, flores secas... e incorporamos mayores estímulos sonoros mediante cascabeles y con llaves metálicas. Y fuimos por más: creamos –en talleres junto con los padres– instrumentos musicales, maracas con cestas de mimbre, palos de agua decorados con papeles reciclados, hojas secas y pétalos de rosas, tumbadoras con maderas y con calabazas. Incorporamos tambores hechos con envases de cartón.

Los nenes de la sala de 4 años se unieron a la propuesta y construyeron maracas transparentes. rellenas de semillas de distintos colores; usaron maíz, porotos blancos y marrones, etcétera. Luego, nos regalaron sus creaciones.

Ese cálido y acogedor universo cautivó mágicamente a los pequeños. Nuestra labor continuó porque en un cesto de mimbre colocamos caracolas, piedras, esponjas de mar, trozos de madera, metal y objetos de cuero; y observamos absortas cómo, día a día, ellos exploraban ese codiciado tesoro. Siempre de manera diferente, siempre en forma más compleja.

En esta sociedad -vivimos con un ritmo vertiginoso- donde los televisores, las computadoras y las propagandas nos inundan ocupando nuestras mentes y nos hacen olvidar de contemplar una flor, de oír el canto de un pájaro o de respirar la fragancia de un fruto, busco –desde mi tarea docente y con un serio compromiso– que los bebés que hoy están en la sala de Lactario lleven consigo esta experiencia grabada para que sus huellas les permitan, en un futuro, detenerse a contemplar las bellezas de este mundo desde un lugar más cercano que una gélida pantalla.

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