Periódico Plural

Rosa Claudia Saad, docente de la Escuela N.° 17 Gauchos de Güemes D.E. 15.

Los docentes solemos estar generalmente preocupados por las cuestiones pedagógicas, organizativas, administrativas e
institucionales; pero ¿qué hay del afecto? ¿Qué lugar ocupa en nosotros la atención o cuidado del vínculo con nuestros alumnos? ¿Qué sucede con la corriente afectiva que se establece (o no) a diario en el aula, en medio del quehacer educativo? Sobre esta temática, ¿existe un espacio para la consideración y para la reflexión como parte de la excelencia en nuestro quehacer docente?.

En las aulas, nos encontramos con niños que padecen vulnerabilidad afectiva, familias poco contenedoras, en muchos casos en situaciones críticas, hijos que son «padres de sus propios padres»... Los cambios en los valores sociales y económicos sumados a la falta de modelos saludables de identificación generan en los niños actitudes que el docente ve en la clase: niveles importantes de agresión, indisciplina, conductas desafiantes. Esta irrupción de conductas inapropiadas e insalubres para los niños son, también, factores que terminan generando altos niveles de estrés en el docente, quien desenfoca su tarea y se centra en ser un contenedor de los desbordes de las dinámicas. del aula. Hay una especie de falta de ingenuidad, inocencia y de frescura en la niñez de hoy y que pretendemos formar.

Sobre la base de mi experiencia diaria, me propuse indagar esta situación con recursos que me permitieran abordar el afecto en toda su dimensión. Lo demás estaba para mí «garantizado» si yo construía un espacio placentero, de amor y de contención en la relación con mis alumnos. Indagué diversas estrategias para mi tarea, que fueron muy oportunas y tuvieron resultados acumulativos en el tiempo. Menciono las más importantes: la demarcación de límites precisos a mis alumnos desde el discurso y la acción. El límite es cuidado; resulta formativo y enriquecedor para el crecimiento. La creación con el grupo del «Reglamento de Convivencia Escolar», útil para establecer acuerdos de comportamiento en el aula y para compartir un espacio de intercambio sobre los valores que nos gratifican y nos unen en la comunicación interpersonal. Cuidar el clima en el aula. Compartimos muchas horas con los niños, y es muy loable pretender «pasarla bien» mientras aprendemos en un entorno recreativo y de empatía. Empezar cada jornada con el «Consejito del día». Con participación y con aportes de todos, para proponer situaciones que nos permitan mejorar la calidad de relación en el grupo de chicos y entre el docente y los alumnos. «El cuaderno viajero». Este recurso escrito facilita que los alumnos tengan un espacio para contar con su maestro y a su maestro. Los niños escriben lo que quieren compartir con el docente: problemas en casa, amores secretos, peleas entre amigos... La conversación periódica, el espacio presente de la comunicación, el ir sembrando espacios de conocimiento, de vínculos con ternura.

En síntesis, rescatar el valor y la importancia del afecto, la comunicación y la creación de redes vinculares positivas dentro del espacio del aula garantiza un lugar de salud, de bienestar para el aprendizaje y de pertenencia.

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