Periódico Plural

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Raanan Rein. Es profesor de Historia Española y Latinoamericana y vicerrector de la Universidad de Tel Aviv. Es miembro correspondiente en Israel de la Academia Nacional de Historia Argentina. Publicó Peronismo, populismo y política: Argentina, 1943-1955 (1998); Argentina, Israel y los judíos: Encuentros y desencuentros, mitos y realidades (2001); Entre el abismo y la salvación: el pacto Franco-Perón (2003); (con C. Panella) Peronismo y prensa escrita: abordajes, miradas e interpretaciones nacionales y extranjeras (2008). Fue condecorado con la Orden del Libertador San Martín, por su aporte y difusión a la cultura argentina.

¿Por qué se dedicó a estudiar el peronismo?

Primero me interesé por la historia de España y, en especial el franquismo. Pero al decidir la temática de mi tesis doctoral, se me presentó el tema de las relaciones entre la España franquista y la Argentina de Perón. Entonces, fui a investigar durante un año a España. Pero en 1989 vine a la Argentina y me quedó claro que, cuando terminara el doctorado, ya no me dedicaría a estudiar Historia Española. En los últimos veinte años, me dediqué a estudiar la historia argentina de la segunda mitad del siglo xx; y para entender este período, es imprescindible conocer el peronismo, tan crucial para la historia política, social, cultural y económica argentina.

¿Cómo percibe el peronismo un extranjero?

Los historiadores extranjeros que trabajamos con el peronismo tenemos muchas desventajas. Es cierto que perdemos algunos matices. Pero como no estamos inmersos en la política ni en las internas argentinas, no estamos obligados a pronunciarnos a favor o en contra. Por lo tanto, podemos analizar este fenómeno tan heterogéneo en sus luces y sombras. Eso nos ayuda a desafiar ciertos mitos relacionados con el Gobierno de Perón. El fenómeno peronista lo entiendo en el marco de los gobiernos populistas en América Latina durante el siglo xx. El problema es que del término «populismo » se ha abusado mucho en sentido negativo. Para mí no es así: se trata de un movimiento con una agenda social bien clara, pero que se aleja del socialismo o del fascismo, y que incluye el componente nacionalista en el imaginario que ofrece. al pueblo. Tengo una anécdota al respecto: El año pasado, me invitaron a un congreso en la Habana para hablar sobre el populismo en América Latina. Al terminar mi presentación, muchos estaban muy contentos; sin embargo, otros casi me linchan... me acusaron de ir a sembrar confusión en el seno de los movimientos de liberación nacional como representante del Estado de Israel. Alguien dijo que tenía que ver con mi castellano tan pobre y limitado, que, de hecho, yo quería hablar de movimientos «populares» y hablé de «populistas». Hasta ahí llegaría mi castellano: en saber diferenciar entre popular y populista.

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¿Cuál es esa diferencia?

Un movimiento popular se basa en la movilización desde abajo sin definir necesariamente el programa o la agenda de ese movimiento; puede hacer demandas de cualquier tipo y en cualquier momento. Sin embargo, un movimiento populista tiene cierta clase de disciplina, como por ejemplo asignar al Estado un rol fundamental en la dirección de los asuntos económicos y sociales, basado en un liderazgo carismático –cuestión que el popular no necesariamente tiene–. Es un movimiento que intenta combinar el énfasis social con el énfasis popular y que, al glorificar al pueblo, tiende a rehabilitar la cultura popular y el folclore. Tiende a reescribir la historia nacional, a dar luz a distintos sectores que no han recibido la atención y a dejar escuchar otras voces, con cierta retórica antiimperialista. Creo que un movimiento populista tiene que ser popular, pero un movimiento popular no necesariamente es populista.

¿Cuáles son los mitos relacionados con el Gobierno de Perón que mencionaba?

Uno se refiere a la imagen de la Argentina como refugio de los nazis después de la Segunda Guerra Mundial. Creo que hay mucho de exageración, lo que no implica justificar la entrada de ni un solo criminal de guerra a este país. Es necesario analizar este fenómeno desde una perspectiva comparativa. Han ingresado criminales de guerra nazis a Rusia, Estados Unidos, Canadá. Además, no todo alemán que hubiera ingresado a la Argentina era necesariamente nazi. Otro se refiere a la supuesta hostilidad de la colectividad judía hacia el peronismo. Es cierto que el establishment de las instituciones judías tenían sus reservas acerca del peronismo, pero también muchas personalidades judías tenían puestos claves en el movimiento obrero y jugaban un papel importante en la movilización del apoyo al peronismo. Por ejemplo, en la Unión Ferroviaria, en ese entonces el sindicato más importante, el Secretario General, Rafael Kogan, puso todo su empeño para convencer a los dirigentes del sindicato de que apoyaran a Perón. En el diario La Prensa –que pasó a manos de la CGT a principios de los años cincuenta–, todo el equipo editorial estaba compuesto por judíos: César Tiempo, Bernardo Koremblit y otros, y esto nadie lo sabe.

¿A qué atribuye este apoyo?

No es que apoyaran al peronismo por su condición judía. Ocurre que el peronismo le dio un nuevo significado político, social y cultural a la ciudadanía y, de este modo, abrió la puerta para la integración social de distintos grupos étnicos que estaban al margen de lo político. Muchos judíos sintieron que, a través del peronismo, podían identificarse como ciudadanos argentinos. Perón nunca habló de una doble identidad: para él era totalmente legítimo que un argentino de origen español se identificara con España como que un argentino judío con el sionismo o con el Estado de Israel. No vio ninguna contradicción. Con el peronismo, empieza un cambio, representa una etapa importante hacia la argentina pluralista y multicultural de hoy.

¿Por qué no se hizo visible ese apoyo?

Al caer Perón en 1955, las instituciones comunitarias judías hicieron un esfuerzo sistemático por borrar el vínculo entre sectores judíos y Perón. No les era conveniente mencionarlo durante la llamada Revolución Libertadora. En ese entonces, el vicepresidente del club Hebraica invitó a César Tiempo a dar una conferencia; fue un escándalo porque no debía invitar a un intelectual judío vinculado al peronismo.Dicen que los judíos tienen mucha memoria, pero como cualquier grupo social o étnico, tienen una memoria selectiva. Intento rescatar la memoria de los judíos que sí apoyaron a Perón, presentar un cuadro un poco más matizado y evitar los estereotipos.

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¿Por qué algunos sectores asocian el peronismo con el fascismo?

Tiene que ver con la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos, los medios de comunicación, los departamentos de Estado tenían que explicar la neutralidad argentina en su apoyo al Tercer Reich y su posición hostil hacia los EE. UU. A partir de 1941, se instala la imagen de la Argentina como un país pronazi y de Perón como nazifascista. Este mito tiene raíces tan profundas que llega a la cultura popular norteamericana. Hace unos años, vi una comedia romántica norteamericana en el cine. La película no tiene nada que ver ni con la Argentina ni con el fascismo ni con la guerra; sin embargo, en una escena, están sentados en la mesa, piden carne y dicen: «Argentina, tienen una carne excelente y muchos nazis».

¿Qué diferencias hay entre el primer período peronista y los posteriores?

El cambio fundamental del peronismo se relaciona con dos hechos bien claros: la caída y el exilio de Perón y la Revolución Cubana a fines de los años cincuenta. El clima político ideológico en todo el continente cambia, y también el peronismo tiene que reformular su propuesta político-ideológica e identitaria. Lo que en los cuarenta y los cincuenta era una tercera posición que se aleja tanto del capitalismo como del socialismo, ya es difícil de mantener en los sesenta y principios de los setenta. Perón entiende que tiene que ganar el apoyo de la nueva generación. Por lo tanto, intenta elaborar un nuevo programa que integre ciertos contenidos revolucionarios sin ir demasiado lejos y sin acercarse a la revolución cubana. Si en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX podemos hablar de un intento de traducir el modelo norteamericano del New Deal, de Roosevelt, a la realidad argentina de los 40-50, en los setenta, podemos hablar de un intento de traducir el clima revolucionario de los 60-70, a una sociedad industrial y sofisticada como la sociedad argentina. Estaba claro que los mensajes de movimientos en Asia y en África no podían llevarse como estaban a la Argentina de los setenta. Lo único que Perón quería dejar bien claro dentro de su movimiento era que no debían llegar demasiado lejos; por eso, la ruptura con Montoneros. Intentó una vez más cierto modelo corporativista y cierto diálogo entre los empresarios y los asalariados manteniendo su rol dirigente.

¿Cómo han sido las relaciones entre el Estado argentino y el Estado de Israel?

Las relaciones con el Estado de Israel eran excelentes. Ambos, Perón y Evita, así como el canciller Juan Atilio Bramuglia y el ministro del Interior Ángel Gabriel Borlenghi apoyaron mucho la lucha tenaz del pueblo judío para concebir su propio Estado soberano. Desde que se establece el Estado de Israel, a mediados de 1948, la Argentina está ahí para apoyarlo. Israel –Estado recién nacido– tenía que enfrentar muchos desafíos económicos, y la Argentina firmó un acuerdo comercial muy importante para Israel, aunque no tanto para la Argentina. Se relaciona con otro mito por desafiar: los intereses supuestamente complementarios que tiene el Estado de Israel y la diáspora. Muchas veces, el Estado de Israel –por sus razones de Real Politik– sigue cierta política, aun si implica ir en contra de los intereses de la comunidad judía. Si el establishment tenía ciertas reservas respecto al peronismo, no fue así para el Estado de Israel que ha mantenido lazos estrechos. Si el Estado de Israel decidió secuestrar al criminal de guerra

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