Periódico Plural

mariano

editorial

Conversando con docentes en una escuela hace unos días, escuché que alguien decía: «...en medio de la crisis, no se puede hacer nada». Del fructífero debate que siguió a esa idea, extraigo algunos puntos salientes para compartir con ustedes en este, nuestro cotidiano punto de encuentro en plural.

Una crisis es por definición ‘una situación caracterizada por la dificultad y por la complicación; un momento decisivo de consecuencias importantes donde se duda de la continuidad, y en el que se esfuman las certezas’. Momento crítico y destacado del resto del tiempo, en la crisis, no necesariamente funcionan las formas habituales de razonar y de proceder. Hanna Arendt escribió alguna vez que el signo más claro de la crisis es la desaparición del sentido común.

Pero la idea de «crisis» es también una idea de carácter local. No es posible concebirla como no sea desde adentro mismo de la crisis. A la distancia, la historia siempre se encarga de adjudicarle a aquello que cada época definió como un período crítico, un enclave más general en los procesos de conjunto de la escuela, en los ciclos de la política pública y el Estado, en los péndulos de la economía y en los giros ideológicos y culturales. Vale la pena, entonces, examinar nuestras ideas desde esta perspectiva.

Puede afirmarse que algunos fundamentos pedagógicos de la escuela se están revisando: la infancia que la pedagogía inventó hace pocos siglos ha mutado, y por ende, las instituciones que la educan y protegen deben cambiar también. Incluso es lícito reconocer que las dificultades económicas inciden en la disponibilidad de recursos estatales para la educación. En estos sentidos generales, las crisis sí inciden en la escuela, y las escuelas sí están en crisis. Sin embargo, la necesidad de los alumnos de aprender y la profesión de enseñar no están en crisis. La iniciativa para mejorar las prácticas del aula no está en crisis.

Y el deseo de las familias y los chicos de labrarse un porvenir mediante la educación y el de los educadores de especializarse en cumplir esa promesa, definitivamente, no están en crisis. La crisis no es argumento suficiente para la inacción, la resignación o la inmovilidad. Por supuesto que hay contextos en los que la tarea de educar se hace más difícil, pero desde este punto de vista –el de la gestión estatal–, también se ve con más claridad que en la inmensa mayoría de las escuelas de la ciudad, se está trabajando con mucha fuerza y entusiasmo desde los Proyectos Escuela, y que, sin duda, las condiciones objetivas de la tarea han tendido a mejorar y no a empeorar.

Definitivamente, no estamos en un momento crítico en el que se amerite suspender el sentido común, sino en un tiempo de apertura a las innovaciones, a las iniciativas y a las propuestas. Estamos en el momento de –como dice Estanislao Antelo– no ceder en la enseñanza: de creer y crecer, de ofrecer un aporte, de seguir adelante y de darnos cuenta de que juntos estamos construyendo en nuestras escuelas valiosísimas experiencias educativas.

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