Periódico Plural

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Roberto L. Elissalde

Nació en Buenos Aires en 1952. Es profesor de Historia Americana en la Universidad Católica de Salta y es miembro del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades y de la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta. Publicó, entre otros, Historias ocultas en la Recoleta (coautor con María Rosa Lojo) y Los Pueyrredón, ambos en 2000. Hace casi 30 años, el escritor Alberto M. Salas publicó Diario de Buenos Aires 1806-1807. Como el tema me interesaba, le pedí una entrevista. A pesar de ciertos comentarios sobre el agrio carácter de don Alberto, me recibió con la mayor amabilidad en su casa cerca del Parque Rivadavia.

Con la inexperiencia de mis pocos años, se me ocurrió decirle que a esa obra, que fue un éxito editorial, debía agregarle una sobre el año 1810. Su amabilidad cambió de repente; me dijo que fueron muchos años de investigación y de fichas, y que él no iba a tener vida para hacer otro libro... y me desafió con un guiño cómplice a acometer esa tarea. Lo escuché con amabilidad y nada le respondí porque mis trabajos de Historia, aunque serios, eran como si armara aviones en madera balsa; y semejante obra representaba construir el Concord.

Por azar, me encontré muchas veces con Salas, y siempre... su pregunta inquisidora sobre mi trabajo. Un día, para no quedar mal, hice unas cien anotaciones y se las llevé; me felicitó, y su «entusiasmo de maestro» fue tal que me entusiasmó. Desde ese momento, comencé a juntar apuntes de lo que sucedió cada día de ese año 1810 en Buenos Aires, consulté memorias, ejemplares del Correo de Comercio y de la La Gaceta, libros sobre el tema, el Archivo General de la Nación, el de La Plata, el del museo Mitre y muchísimos otros que finalizaron con este ejemplar que, después de quince años de investigación, acaba de publicarse.

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Inventé un personaje que es el autor del Diario de Buenos Aires 1810, un comerciante próspero, de unos setenta años de edad, que para disfrutar de su familia y de un buen retiro, ha dejado el manejo de sus intereses a sus hijos. En su tiempo libre, él escribe un diario, donde anota lo que pasa cada día en la ciudad, las noticias que llegan de España y del interior del Virreinato.

Hay personajes conocidos y otros no tan expuestos: pulperos, almaceneros, soldados, esclavos, hombres decentes y de los otros; todos pasan por estas líneas avalados por una documentación de más de dos mil citas documentales y bibliográficas. El lector interesado en la novela histórica encontrará una lectura rápida, amena e interesante. El que pretende investigar el pasado hallará pistas por donde seguir ahondando el tema. Y seguro que al docente le resultará útil por una visión exacta y real de la vida cotidiana de aquellos hombres que, hace dos siglos, se hacían cargo de su propio destino, como afirma Félix Luna en el prólogo.

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