Periódico Plural

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Juan Casimiro

Es graduado del Programa de Negocios Fast Trac de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia (1990).

Obtuvo una maestría en Educación Empresarial en la Universidad de Nueva York (1989) y una licenciatura en Ciencias, en la especialidad de Trabajo Social de la Universidad de Ohio (1986).

Invitado por la Embajada de los Estados Unidos, visitó la Argentina y participó del ciclo de conferencias organizado por la Dirección de Inclusión Educativa «Jóvenes y desarrollo local generando proyectos innovadores».

¿Por qué se dedicó al liderazgo en desarrollo empresarial para jóvenes?

Desde muy joven, siempre me gustó hacer mis propias cosas sin tener que depender de otros; he lanzado varios negocios en los últimos treinta años y, en cada uno de ellos, puse el énfasis en desarrollo social, en cómo crear un proyecto o una iniciativa para reducir la pobreza en centros urbanos mediante el «emprendedurismo» (‘emprendimientos’) y desarrollo económicos. Algunos Gobiernos u organizaciones me invitan para brindar asesoría en implementar estrategias que promuevan desarrollo económico, que se enfoque en motivar a jóvenes, como a directores y a padres, para que tengan la habilidad en su vida de sobrevivir económicamente bien. Cómo alguien sin recursos puede estudiar en la Universidad o comprarse una casa o poner un negocio. La agenda en los últimos años ha sido cómo montar un negocio, pero al mismo tiempo cómo impactar en la comunidad socialmente.

¿Qué es el espíritu empresarial?

Ser emprendedor no implica que uno tenga que empezar un negocio; uno puede ser emprendedor en lanzar algo: una nueva estrategia, una nueva filosofía, un proyecto creativo que se haga posible para «impactar» en la comunidad. Los jóvenes, los padres, el Gobierno, los directores, todos, tenemos que llegar a un acuerdo en una misión: que sí se puede lograr, sí se puede aprender y desarrollar esa característica empresarial no solo como estudiante, sino como profesor o como director de una institución. Hay muchos casos en los cuales una organización empieza con mil pesos y termina con millones de pesos destinados a servicios comunitarios.

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¿Recuerda alguno en particular?

Sí, varios. Por ejemplo, Save the Children, que empezó en el departamento de su fundador y hoy es una ONG (Organización No Gubernamental) que promueve desarrollo comunitario en más de treinta países. Otro caso, dos hermanos que, siendo jóvenes, vendían camisetas en un estadio, comenzaron con una veintena de camisetas y hoy conforman una empresa de tres millones de dólares; tienen una fundación, Life is Good, que está en sociedad con el sistema educativo de Boston, para desarrollar a jóvenes con ese mismo espíritu y para ayudarlos a que tengan éxito en lo que sea: su carrera, su negocio, su vida.

¿Cómo encuentra a los jóvenes hoy?

Veinte años atrás, no había una compañía que quisiera patrocinar educación empresarial; en cambio hoy día, no hay una que no quiera hacerlo. Los jóvenes ahora son mucho más avanzados. Mucho tiene que ver la tecnología, el apoyo en educación empresaria, el ejemplo de los que ya han tenido mucho éxito en su vida –jóvenes empresarios, como el fundador de Facebook a los 17 años–, pero también hay muchos dueños de empresas exitosos que no son conocidos en sus comunidades: nosotros los identificamos e intentamos que compartan con los demás su experiencia.

Estos jóvenes, ¿tienen alguna característica especial respecto de los demás?

En general, son individuos que toman riesgos, si empiezan un negocio basado en su idea y no les va bien, empiezan otro, tienen mucho menos que arriesgar que un hombre de 30 ó 40 años, con deudas, familia u otras responsabilidades. Además, no les gusta seguir reglas, son innovadores, trabajan mucho y, cuando están enfocados en algo, nadie los puede mover de ese foco. El joven quiere tener su propio acceso e independencia, poner en acción su creatividad, tener experiencias únicas y experimentar cosas nuevas. Una de ellas es cómo lanzar su negocio basado en sus intereses y sus pasiones. La escuela pública o privada, las ONG y otras organizaciones deberían promover esa creatividad en la juventud a una edad temprana, 12 ó 14 años. Cuanto más jóvenes comienzan, más reducen el riesgo de quebrar en sus negocios.

¿Cómo se articula la singularidad de estos jóvenes con su comunidad?

«Emprendedurismo» no es algo malo; yo no estoy promoviendo capitalismo ni explotar a la gente. Emprender se refiere al sentido de que deberíamos ser más creativos, más innovadores, con la conciencia de que «si tú progresas en tu negocio, también puedes ayudar» y generar cambio en las comunidades. Por eso, creo que hay que empezar con los adultos y con los jóvenes hoy... ya.

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Por ejemplo, un joven argentino graduado del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts), a quien le está yendo muy bien, regresó al país para hacer actividades sociales. Tuvo la opción de quedarse allá, pero quiso regresar para comenzar una empresa de tecnología, y ese tipo de chicos es a quienes tenemos que contactar y, a su vez, contactarlos con el público para demostrar que se puede ir a estudiar afuera, regresar y tener repercusión en tu país. Incluso quizás no haga falta salir, tienen todo aquí, según como se muevan, tienen muchos recursos. Hay que enseñarles el modo de invertir en este tipo de proyectos e inculcarles que no se trata solo de crecer en una empresa inmensa para beneficiarme yo solo, sino que incluso puedo generar empleos e invertir en la comunidad.

¿Cómo se capacita a los jóvenes en países en crisis?

Ser pobre no significa que no puedas lograr algo. Todos los jóvenes tienen un talento. Hay estadísticas basadas en investigaciones de Harvard que indican que los jóvenes en crisis han demostrado más características empresariales que los jóvenes que están establecidos económicamente porque tienen que averiguar cómo defenderse y cómo sobrevivir; y toman riesgos a diario y cuentan con menos recursos... Por lo tanto, tienen que ser más creativos para vivir. Por eso, trabajo con mercados de alto y de bajo ingreso y tanto en comunidades rurales como urbanas, ricas o pobres.

¿Qué les diría a los maestros para incentivar a los jóvenes?

Es una buena pregunta. El joven de 14 a 19 años en los EE. UU. escucha por día unos cuatrocientos mensajes negativos de padres, de educadores, de música, de videos, de la prensa. Como adultos, tenemos que «repensar» esa forma de pensar y tener cuidado en qué dejamos entrever a nuestros niños porque ellos creen lo que decimos y lo escuchan constantemente. El educador en una clase se va a encontrar con algún estudiante al que le cuesta concentrarse, quedarse quieto; o con uno que se aburre, que no quiere estar ahí. Por lo común, a ese chico se lo saca de la clase, y se le dice que está haciendo las cosas mal, que no estudia: todo negativo. Ese joven está demostrando una inquietud que nosotros como adultos deberíamos analizar. Los padres, cuando ven que el joven se demuestra creativo, tienen que identificar esa vocación, y apoyarla. Una vez, un padre se me acercó y me dijo: «Mi hijo quiere empezar algo con software, con tecnología, no sé como apoyarlo», pero al mismo tiempo me dijo: «...no es la realidad de la Argentina que un joven a los 21 años pueda empezar una compañía». Y ahí ya le mataste su sueño; son palabras muy fuertes. ¿Por qué no creer lo contrario? El mundo brinda oportunidades dependiendo de cómo uno se mueva hacia adelante, según el modo en que uno cambie su manera de pensar.

¿Qué papel tiene el Estado?

Hay que pensar cómo lograr ser más innovador, más creativo, para generar más oportunidades para uno mismo, su familia y la comunidad. Esa es nuestra dinámica; no tenemos que depender siempre de las instituciones; podemos crear las propias y hacer más efectivos nuestros negocios en nuestra comunidad. Ahora bien, los Gobiernos tienen un papel muy importante en el desarrollo de «emprendedurismo» en todos los países, y debería ser parte del proceso que apoyen y creen plataformas para poder lanzar compañías, crear empleos e «impactar» en la economía. Una escuela pública de un barrio pobre que produce bombones es un ejemplo de cómo el Gobierno genera la plataforma para un emprendimiento; eso se va despegando y se extiende a otros sectores; puede ser el Gobierno, las empresas privadas, un educador o un padre.

¿Qué hay que tener en cuenta antes de emprender un proyecto?

Quien quiera empezar un negocio tiene que tener un plan definido. Pero antes deberían preparase mentalmente: primero, decirse que «todo es posible», al menos tener la actitud positiva de que se puede lograr lo que uno quiera hacer; segundo, seguir hacia adelante con sus pasiones, identificar la pasión y hacer un estudio para ver si nuestra pasión puede convertirse en un producto, en un servicio, etc.; tercero, ser responsable por sus acciones, sea pobre o rico, alguien tiene que existir en la vida de esos jóvenes que le diga: «...dijiste que ibas a hacer esto hace un año y no lo hiciste, ¿por qué?». La gente que ha progresado hace lo que ha dicho que iba a hacer constantemente; cuarto, deberían vivir sus sueños, no perder esperanzas en su país, en sus Gobiernos, en sus comunidades, en sus padres, especialmente los jóvenes; y por último, pensar que «el tiempo de empezar es ahora», y no dejar para mañana. Podemos planificar durante diez años y no hacer nada; hay que arrancar y aprender durante el proceso.

¿Cómo se conjuga la educación formal y la educación empresarial?

Se puede hacer las dos cosas. En una escuela pública donde no había buenos resultados, me di cuenta de que al joven hay que motivarlo en un materia basada en su interés. Cuando se le habla de su negocio, se le enseña matemáticas; cuando se le habla de abrir una cuenta de banco, se le enseña finanzas; cuando se le habla de empezar un negocio, se le habla de riesgos, planificación, cómo negociar, cómo plantearse metas. Y debe escribir un plan de negocios: allí está la escritura, cómo tiene que comunicarse, hacer una investigación y sumar la tecnología. También, es muy importante enseñar cómo crear una red con individuos que son poderosos que le pueden dar apoyo; y esto es algo que se aprende desde muy jóvenes. Ahora bien, hay que identificar las mejores escuelas de negocios universitarias con escuelas y Universidades que ofrecen «emprendedurismo» y crear asociaciones con escuelas secundarias y con Universidades, para que hagan un plan para seleccionar 20 estudiantes por escuela para estudiar negocios en la Universidad. Estos son los proyectos que la Embajada está promoviendo.

¿Qué resultados se obtienen?

Primero, te voy a dar estadísticas negativas, en los EE. UU., el 83% de los jóvenes que se gradúan en la Universidad cambian de trabajo dos o tres veces en solo 5 años; eso indica que no estudiaron lo que querían estudiar o que siguieron un mandato. El 70% de los que se gradúan hace carrera en algo distinto de lo que estudiaron; otra vez lo mismo. El 14% de los jóvenes que reciben training entran a un negocio y se quedan allí; si se busca un padrino o un mentor, sube a 31% y se quedan más de tres años; si el apoyo proviene de los padres, sube a 51%, y se quedan para el resto de su vida. Más del 70 % quiere empezar un negocio y el 90% dice: «Nadie me enseña cómo». Por eso, se ha incrementado la educación empresarial en los últimos diez años. Lo mismo se puede hacer aquí; no será de un día para el otro, pero se puede lograr.

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