Periódico Plural

mariano

editorial

Nadie duda de la verosimilitud acerca de la existencia de Sarmiento. Hubo un hombre con ese apellido que ocupó un lugar importante en nuestra historia. Quisiera sugerir, sin embargo, que no fue solo un hombre. Fue –es– una función social simbólica que encarna el sentido de la justicia educativa y la relación entre educación pública y proyecto nacional.

Todos los países tienen alguna figura emblemática que permanece en los libros y en la iconografía escolar (la «función Sarmiento») sosteniendo el sentido de este lazo imprescindible entre escuela y sociedad.

Desde esta circunstancial panorámica que nos da la gestión, hemos impulsado con convicción el restablecimiento de su figura, pues posee esa fuerza aglutinante aunque sea, en parte, contradictoria. Aunque se critique de Sarmiento su a veces ciego afán de «progreso» (que en efecto lo llevó muchas veces a ver «barbarie» allí donde solo había diversidad), este aspecto no predominaba por sobre su humanismo. Sin duda, hubo en su época hombres con mayor sensibilidad que él hacia lo que muchos años más tarde llamaríamos diversidad, pero probablemente no hubo quien como Sarmiento aplicó sistemáticamente sus principios humanistas al diseño de un sistema de educación, con resultados más que significativos. Únicamente desde esta cómoda actualidad, se lo puede acusar de «racista», pero también podemos recordar que fue en su pensamiento que se inspiró una decisión histórica
elocuente: que nuestra escuela sea gratuita, laica y obligatoria.

Desde mis tiempos de maestro en las escuelas de Villa Lugano, muchas cosas cambiaron, mientras que otras siguen en tensión o permanecen. Y cuando ahora recorro escuelas, tengo presentes a mis maestras de la infancia y a mis colegas de aula, patio y sala de profesores. Y mantengo la convicción de que todos los chicos pueden aprender, y que los maestros enseñan responsablemente. Me pregunto, entonces: ¿En qué otras profesiones, las personas saben estar a la altura de circunstancias socialmente comprometidas y de tan alto impacto en la cultura, como lo hacen los maestros? Algunos especialistas, ciegos a esta realidad contundente, elaboran sofisticadas pedagogías «a prueba de maestros» y suponen que solo con libros, computadoras y «escuelas 2.0», es posible mejorar la educación.

La función Sarmiento sirve para recordarnos que eso no es cierto. Se puede aprender mucho de muchas maneras, pero solamente se puede educar a un pueblo con la guía de maestros apoyados por el Estado. ¡Agradezco en nombre propio y de todo el equipo del Ministerio de Educación de la Ciudad el esfuerzo constante y el compromiso cotidiano por las chicas y chicos porteños a quienes nos debemos, y ¡les deseo un muy feliz día!

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