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Salvatore Caputo Hasta hace unas semanas, dirigió el Coro Estable del Teatro Colón. Después de cinco años de residencia en la Argentina, regresó a su Italia natal para responsabilizarse del coro del Teatro San Carlo de Nápoles, considerado el más antiguo del mundo. |
Desde 2008, dirige ad honórem el coro En Voz Alta, integrado por 130 maestros y profesores de escuelas estatales y privadas de la Ciudad de Buenos Aires. En 1996, se graduó en el Conservatorio Estatal de Salerno.
Allí recibió formación en dirección coral y piano, con la guía de Franco Pinna; se perfeccionó en el repertorio operístico con Pieralba Soroga, y en dirección orquestal, con Bruno Rigacci. Fue asistente trabajando junto a importantes directores de orquesta, como Claudio Abbado, Bruno Bartoletti, Richard Bonynge, Zubin Mehta y Riccardo Muti, entre otros.
¿Cómo se inicia su vínculo con la música?
Mi padre era de familia bastante pobre y no había
tenido la oportunidad de estudiar música. Entonces,
cuando le dije que quería estudiar teclado
–tendría diez años–, me compró uno. Eso fue muy
positivo porque él pudo «canalizar» conmigo y,
a la vez, me permitió tener recursos para poder estudiar.
¿Dónde transcurrió su infancia?
Soy de un pueblo del sur de Italia, muy lejano de
los centros de estudio. Iba a la escuela y paralelamente
hice mis estudios de música. Era mi segunda alternativa, aunque al final fue la que me
dio trabajo. Pensaba dedicarme al estudio de la
historia, pero la música me brindó trabajo desde
chico. A los 14 años, ya tocaba jazz y música pop
italiana. Tocando los fines de semana durante los
veranos, ganaba mucho dinero, así que tenía una
autonomía económica inimaginable en relación
con los otros chicos. A los 20 años, terminé mis estudios de música y me ofrecieron ir a trabajar a
Roma. Allí entré en una orquesta, y me descubrieron
las autoridades del teatro de Florencia en la ópera. Yo hacía música clásica que, por lo general,
da una estructura de la cual es muy complicado
salir, pero el haber tocado música popular me dio
otra formación y me permitió la variedad.
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¿Cuándo llega al Teatro Comunal
de Florencia? |
¿Cómo recuerda su ingreso
al Teatro Colón?
En febrero de 2005, llegué como invitado. La gente
del coro apostaba a que yo duraría dos días, porque
tenía 30 años. Luego, nombran a un director
general que inicia una búsqueda de director en
Europa. Firmé un contrato de 7 ensayos con la condición
de que si no le gustaba mi trabajo, yo me
volvía a Italia. Al poco tiempo, lo echaron. Parecía
una película de terror; todos los días, echaban a
uno. Un día me di cuenta de que yo era el único
que quedaba de los que habíamos entrado juntos.
Después me confirmaron, y pasé 4 ministros de
Cultura, tres jefes de Gobierno, 4 directores, en
una situación de mucho estrés porque con cada
uno, se empieza de cero. Estoy a favor de los cambios
y en contra de las reelecciones. La gente necesita
cambios, escuchar otras perspectivas, tener
otras miradas, pero ¡la velocidad de cambio de los
argentinos...! Mientras dirigí el coro, ¡cambiaron a
los directores de ballet siete veces!
¿Qué significa para un director trabajar
en el Teatro Colón?
A pesar de su posible decadencia, el Teatro Colón
tiene el encanto de una «miss mundo» de hace
cuarenta años. Fue muy fuerte para mí entrar a
los 30 años al Teatro Colón de Buenos Aires, algo que la conservadora sociedad italiana no hubiera
permitido debido a mi edad.
¿Cómo imagina su regreso a Italia?
Europa está muy decadente actualmente. Falta
ambición de futuro. Mi generación está sufriendo
mucho porque es la primera vez que los hijos están
peor que sus padres. Mi abuelo fue campesino;
mi padre –él pudo estudiar primaria y secundaria–
fue obrero; yo fui a la Universidad. Ahora, eso
se cortó. Mis compañeros de estudios están sin
trabajo y no lo van a conseguir, o tienen contratos
precarios, no estables... hay un gran malestar.
Después de estos cinco años,
¿cómo deja a la Argentina? |
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En su afán por llevar la música clásica
a ámbitos no tradicionales, ¿qué conciertos recuerda?
Hicimos un concierto en el Hospital Italiano, una
ópera en la cancha de Vélez. Un capítulo especial
merece el trabajo que hicimos con las escuelas
estatales del Ministerio de Educación. Con «La ópera va a la escuela», trabajamos con los
niños, pero también con docentes de distintas
áreas: Plástica, Música, Lenguas extranjeras,
Lengua y literatura. Entre todos, logramos que
los chicos estudiaran la obra en su idioma original,
comprendieran el contexto social que describe,
dibujaran y pintaran la escenografía y que
diseñaran el vestuario de los cantantes líricos. El
desarrollo de esta parte creativa es fundamental.
Así, el día del concierto es una verdadera fiesta.
Todos se sienten parte y se acercan a un género
que, en la mayoría de los casos, es ajeno a sus
gustos musicales.
¿Cómo definiría un coro?
Creo que un coro expresa, de manera incomparable,
las virtudes y defectos del colectivo social.
Esto lo pude observar especialmente cuando dirigí
el Coro de Docentes En Voz Alta: un conjunto
de 130 docentes donde cada uno aporta desde su
singularidad a la expresión del todo.