Periódico Plural

editorial
mariano

Cada grupo de alumnos que recibimos al comenzar el año lectivo nos desafía a una nueva responsabilidad y, también, al orgullo por la confianza que muchas familias ponen en nosotros al delegarnos uno de sus valores más preciados. Luego, trabajando día a día con ellos, los descubrimos singulares, notamos sus rasgos, conocemos su forma de pensar y de sentir. Los discursos internacionales dicen que son todos iguales y, a la vez, diversos; pero de cerca, en la intimidad del aula, sería más adecuado decir que todos son «creaciones únicas e irrepetibles», parafraseando a Hermann Hesse en su introducción a Demian.

Pero a esas diferencias de carácter y de cultura que como sociedad seguimos aprendiendo a transitar y que enaltecen nuestra tarea, se suman también otras que no son del mismo orden. Algunos de nuestros alumnos –demasiados, lamentablemente– son pobres. Algunos salen de la escuela y trabajan. Algunos son víctimas de maltratos de distinta índole. Algunos sufren enfermedades evitables. Algunos la pasan mal fuera de la escuela y, por eso, dependen mucho más de nosotros para construir un proyecto de vida valioso y gratificante.

En este sentido, es inmensa y riquísima la actividad que están llevando adelante los docentes de la Ciudad con todos sus alumnos, pero es una tarea que no adquiere una justa visibilidad. En general, muchos titulares se interesan más en mostrar los bordes caóticos del sistema antes que su núcleo, que es este trabajo constante e idóneo. Pocas veces, reflejan el talento y el esfuerzo de los estudiantes. Por otro lado, un sistema educativo democrático e inclusivo es siempre muchísimo más complejo y, por lo tanto, más sensible al «no se puede» que un sistema fraccionado, burocratizado y autoritario.

A diario, cuando converso con los maestros y profesores, reafirmo la convicción de que la mayoría de los docentes se toman en serio aquello de que «la educación construye el futuro». Ellos muestran su capacidad de innovar y hacen crecer experiencias útiles y decisivas –desde nuestra perspectiva– para analizar la definición de políticas públicas. El criterio no es «primero, la norma; luego, la aplicación», sino que la política acompaña, regula y encauza los procesos socioeducativos que se producen en la realidad escolar con buenos resultados.

Cuando hablamos de la plasticidad necesaria para enseñar conociendo y respetando las diferencias, nos referimos a dos cosas distintas. Por un lado, a la diversidad de culturas que nos invita a ser abiertos, amplios, recíprocos. Por otro lado, a las desigualdades en la distribución de bienes (materiales y simbólicos) que nos obligan a compensar y a fortalecer la escuela donde es más necesario.

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