Periódico Plural

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Canela

Escritora, periodista y productora. Nació en Vicenza, Italia. Estudió en la Escuela Superior de Lenguas y Letras Modernas en la Universidad de Córdoba. Es locutora nacional del ISER (Instituto Superior de Enseñanza en Radiodifusión). Desde los 20 años, trabaja en radio y en televisión. Y hace 20 años que se dedica a la literatura infantil como editora y autora.

Condujo El periodismo que viene (TN) y, junto a su hija, el programa radial Generaciones (Radio Nacional); actualmente conduce Colectivo Imaginario (TN). Como autora, publicó más veinte libros para niños y adultos. Recibió numerosos premios. Fue madrina del certamen de Plástica «Yo quiero a mi maestra/o», organizado por el Ministerio de Educación de la Ciudad.

De sus profesiones, ¿en cuál se siente más cómoda trabajando?
Más que cómoda, donde me siento más feliz, es en el lugar de escritora. También me fascina producir –que es una manera de escribir– notas, hacer reportajes, contribuir a todo aquello que, con la pasión que ponemos, pueda aportar a la cultura.

Justamente, su labor se ha caracterizado por la difusión de la cultura en los medios... ¿cree que estos también contribuyen a educar?
Los medios son cultura, forman parte de la oferta cultural que recibe la gente. Tienen una incidencia muy profunda y muy difusa sobre la vida de una familia, cualquiera sea su condición social. Según investigaciones, los adolescentes consumen 5 horas de televisión por día. Y en esas 5 horas, aprenden y desaprenden: aprenden a convivir «a la manera de», aprenden a comer de una determinada manera, aprenden una forma de violencia, reciben información descontextualizada... y en este horario tan amplio, no tienen lugar ni la educación formal, ni la escuela –ni lugar ni prestigio–, ni la docencia, ni el libro. Por lo tanto, ese mundo que ellos reciben de una forma indiscriminada, aparentemente displicente, sin esfuerzo –a veces, ni siquiera se dan la oportunidad de elegir– no digo que entra en competencia directa, pero es como una balanza con dos platillos: uno es el mundo de la televisión y el otro, muy en desventaja, es el mundo de la escuela, la educación, el docente... Es como la liebre y la tortuga, donde la tortuga es la escuela, pero según la fábula, es la que llega primero. Con esto no desestimo la fuerza, el valor potencial que tiene la escuela en la vida de los chicos, sino que tiene que ver con la dificultad que ha tenido la educación en general, al menos en los países menos desarrollados, de «aggionarse» tecnológicamente.

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¿Cómo fue la experiencia de ser madrina del certamen de Plástica?
Para mí el arte es el eje de la rueda. El arte no sirve para nada, pero es vital; parece un juego de palabras, pero no lo es. Es como si me preguntaras «¿para qué sirve el aire?», es vital... Por eso, hay que apoyar todo lo que sea liberar las fuerzas creadoras que tienen las personas desde muy pequeñas hasta el último momento de su vida. Es muy saludable y liberador producir; no solo se produce cuando se dibuja o al cantar, también se produce cuando se escucha música o cuando se mira una pintura. Porque lo que tiene de interesante para mí el arte es que conforma un círculo virtuoso: están frente a frente quien produce el cuadro y quien lo mira. El sentido de la obra se completa cuando alguien la recibe, y cada uno le da un sentido diferentea esa obra.

En su visita a las escuelas, ¿qué impresión recibió de los chicos?
Lo más valioso para mí en estos casos es lo que recibo, más que lo que doy. Tuve el privilegio de entrar en un aula y ver a los chicos mostrando sus trabajos. Respecto a su producción, creo que ellos sienten placer con toda seguridad –basta verlos–, tienen la posibilidad de expresarse y lo hacen dejando su marca y su mensaje; y ese conjunto de mensajes puede significar un diagnóstico, además de despertar sonrisas y asombro. He visto unos trabajos de una calidad estética sorprendente. Esto merecía todo mi apoyo.

En su trayectoria, ¿reconoce a algún maestro?
A diario, tengo la fortuna de conocer gente de la cual aprendo. La gran ventaja de nuestro trabajo es que se nos abren todas las puertas, ya sea porque tenemos un micrófono o una cámara fotográfica. Y se corre el riesgo de «creérsela», porque en cierto modo, una representa el poder, pero lo importante es apartarme de este poder y salir enriquecida. Para mí, cada reportaje es un aprendizaje.

¿Cuál es su próximo libro?
A mí me gusta escribir porque me impone una disciplina; estoy escribiendo ahora un libro que se llama Cuentos y encuentros con pintores argentinos; son diez cuentos con respecto a un cuadro por cada pintor. Primero trabajé los cuentos, lo que me llevó tres meses. Ahora estoy escribiendo las biografías para niños –serán otros tres meses– de pintores, como Antonio Verdi o Quinquela Martín, que son muy interesantes. Es un trabajo de mucha responsabilidad; primero hay que absorber mucha información y luego conservar los datos que puedan interesarles a los chicos: ese trabajo me encanta...

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¿Cómo surge su interés por el arte?
Mi familia era muy humilde; mis padres nacieron en el campo, pero no eran campesinos, eran comerciantes en un pueblo muy pequeño. Yo nací en Vicenza de Palladio, ciudad italiana que fue destruida durante la guerra y que fue reconstruida hasta el último clavo. Es una ciudad muy hermosa, creo que me viene de ahí, y conste que no siempre el arte puede ser bello, también puede ser inquietante...

¿Algún proyecto pendiente...?
Tengo pendiente una novela cuyo punto final dirá si es para adolescentes o para adultos, y, además, tengo cuatro trabajos pendientes: uno está concursando, el otro está con el ilustrador... este ha sido un año muy productivo para mí.

La «cultura del trabajo», ¿fue parte de su educación?
Mi educación ha sido muy rigurosa; si no trabajábamos, no podíamos compartir entre todos. Nací durante la guerra, tengo una historia en donde si una no hacía el esfuerzo, no podía salir adelante... Si algo heredé sobre todo de mi madre –porque a mi padre no lo conocí– es el instinto de supervivencia y lo digo en el sentido más profundo de la palabra. No hablo de la supervivencia de estar arrastrándome por el suelo, sino del crecimiento: el dejar una semilla o varias, que mis hijos pueden recurrir a mí, que mis amigos pueden recurrir a mí... y que yo pueda plantearme un desafío y resolverlo.

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