Periódico Plural

editorial
mariano

 

Por estos días, llevamos adelante campañas públicas para alentar a los jóvenes a elegir la docencia. Lo hacemos sobre la base de la creencia de que optar por esta profesión –se incluye el aprender a enseñar– es una decisión cargada de contenido social y político. En nuestro tiempo, se demandan personas comprometidas, capacitadas y con entusiasmo para ser educadores en un lugar tan importante como lo es la escuela.

Las aulas son, en ese sentido, pequeñas comunidades que replican muchos de los conflictos, tensiones y debates que se dirimen en la sociedad. Y si un aula es reflejo de la comunidad más amplia a la que pertenece, entonces el modo en que se gestionen en ella los saberes, los derechos y las reglas es también una muestra de qué y cuánto podemos esperar de los espacios sociales en general.

Por eso, la educación de todos nos interesa a todos, y no a cada uno la suya. En un debate digitalizado entre especialistas en educación –se publicó el libro hace algunos años–, Herbert Gintis argumentaba con palabras similares lo siguiente: no tengo mayor interés sobre la marca de dentífrico que utilices, pero la educación que recibe tu hijo, aunque yo no te conozca, es algo que sí me interesa, y mucho. ¿Por qué? Porque, por supuesto, la educación tiene que ver con la comunidad a la que todos pertenecemos. Porque en la escuela, se construyen valores compartidos, se aprende a negociar, a tolerar, a proponer. Y no nos da lo mismo vivir en un ambiente de respeto, apertura y diálogo que en uno que no posea esas cualidades.

Desde el Estado y desde la academia, además, se ofrecen herramientas para que esa comunidad funcione: currículum, métodos de enseñanza... El currículum es una selección que guía la enseñanza y pretende orientarla en una dirección pero, en definitiva, el recorrido lo traza la escuela: sus maestros, sus alumnos. Y en ese recorrido, los grados de conquista, descubrimiento y aventura están únicamente en sus manos. Los métodos de enseñanza, por su parte, ayudan a transmitir e inspiran vocaciones e ideologías, pero no hacen el trabajo por nosotros.

No hay, entonces, método alguno que garantice éxito en este desafío que es educar, pero sí existen innúmeras recetas abiertas que, como en las que se confeccionan para la cocina, se admiten condimentos a discreción, reemplazos, ingredientes adicionales y tiempos variados. Por todo esto, hoy más que nunca, ayudemos a quienes están cerca de nosotros a darse cuenta de si su lugar es la escuela y acompañemos a los nuevos maestros que llegan a la escuela a desarrollarse como profesionales de la educación.

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