Biografía - Miguel de Cervantes Saavedra
(España, 1547-1616)

Dramaturgo, poeta y novelista español, autor de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, considerada como la primera novela moderna de la literatura universal, Miguel de Cervantes Saavedra tuvo una vida azarosa de la que poco se sabe con seguridad.

Si bien sabemos cuál fue la patria de Cervantes –Alcalá de Henares-, así como el día en que fue bautizado –el 9 de octubre de 1547–, la fecha exacta de su nacimiento no se ha podido averiguar. Tan sólo se supone que podría haber sido el 29 de septiembre, día de San Miguel.

Era el cuarto hijo de los seis que tuvo el matrimonio Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. El padre era cirujano-barbero, profesión de escasos ingresos y baja consideración social. Las estrecheces económicas, en las que sin duda se crió nuestro autor, forzaron a su padre a emprender un vagabundeo por Valladolid, Córdoba y Sevilla en busca de mejor suerte, nunca conseguida, sin que sepamos a ciencia cierta si sus hijos lo acompañaron en sus viajes o no. Si lo hicieron, Cervantes podría haber aprendido sus primeras letras en un colegio de la Compañía de Jesús de esas localidades. Desde 1566 el cirujano-barbero se estableció definitivamente con su familia en Madrid, iniciando por esos años el joven autor su carrera literaria.

Esos tempranos inicios poéticos se vieron truncados casi en sus comienzos, pues a finales de 1569, encontramos al joven escritor instalado en Roma al servicio del cardenal Acquaviva. Recorrió Italia, se enroló en la Armada española y en 1571 participó con heroísmo en la batalla de Lepanto. En el puesto de combate que se le asignó en la popa del navío y particularmente peligroso, recibió dos disparos de arcabuz en el pecho, y un tercero que le hizo perder el uso de la mano izquierda. A cambio, quedaría inmortalizado como El manco de Lepanto y conservaría hasta su muerte el orgullo de haber participado en “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.

En 1575, después de participar en varias batallas más y habiendo decidido retornar a su patria, lo que debía ser un rápido regreso a España se convirtió en el principio de una infortunada y larga peripecia. A poco de zarpar, la goleta en la que viajaba fue abordada por corsarios que lo llevaron a Argel, donde sufrió cinco años de cautiverio (1575-1580).

Así se inicia el periodo más terrible de su vida: cinco largos años de cautiverio en las mazmorras o baños argelinos, que dejarían una huella indeleble en la mente del escritor –traducida en una continua exaltación de la libertad–, a la vez que alimentarían numerosas páginas de sus obras, desde La Galatea al Persiles, pasando por El capitán cautivo del primer Quijote, y sin olvidar El trato de Argel ni Los baños de Argel. Intentó escaparse en cuatro ocasiones, sin éxito, y al final fue liberado gracias al rescate pagado por el fraile Juan Gil, con las monedas obtenidas de sus recorridos pedigüeños por la geografía española. Después de cinco años y un mes, Cervantes llegaba a las costas españolas.

A su regreso a Madrid, el escritor tenía treinta y tres años y había pasado los últimos diez entre la guerra y la prisión; su familia, empobrecida y endeudada, reflejaba, en parte, la profunda crisis general del imperio. Cervantes renunció a la carrera militar, se entusiasmó con las perspectivas de prosperidad de los funcionarios de Indias y trató de obtener un puesto en América. Pero fracasó.

En 1584 tuvo una hija, Isabel Saavedra, hija de Ana de Villafranca (o Ana de Rojas) y en diciembre de ese mismo año, Cervantes se casó con Catalina de Salazar y Palacios, hija de una familia de Esquivías, pueblo campesino de La Mancha. Meses antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una novela pastoril. El buen recibimiento y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a escribir comedias: "compuse en este tiempo hasta veinte comedias o treinta, que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni barahúndas" dice en el “Prólogo” a Ocho comedias. De ellas se conservan hoy El trato de Argel, La Numancia y, si admitimos su paternidad, la recién atribuida Conquista de Jerusalén.

Sin medios para vivir, marchó a Sevilla como comisario de abastos y recaudador de impuestos. Allí acabó en la cárcel por irregularidades en sus cuentas. Se sucedieron una serie de empleos miserables que lo arrastrarían a soportar, hasta finales de siglo, un continuo vagabundeo mercantilista por el sur, sin lograr más que disgustos, excomuniones, denuncias y algún encarcelamiento (Castro del Río, en 1592, y Sevilla, en 1597). Como contrapartida, el viajero entrará en contacto directo con las gentes de a pie, y los bajos fondos, adquiriendo una experiencia humana magistralmente recreada en sus obras. En esa época de extrema carencia comenzó probablemente la redacción del Quijote.

Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa, sus hermanas, su hija, así como sus sobrinas, se instalaron, junto con la corte, en Valladolid. En los últimos días de diciembre de 1604, vio la luz en una imprenta de Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y muy pronto se observaron los primeros indicios de su éxito: en marzo del año siguiente, se publicaron en Lisboa dos ediciones piratas y entró en el telar la segunda edición madrileña. Aunque la fama fue inmediata, los efectos económicos apenas se hicieron notar. El editor que publicó su obra lo engañó y le robó todo lo que podría haber ganado con la venta de los libros.

En 1606, la familia se mudó nuevamente a Madrid. Miguel de Cervantes, ya prestigioso novelista y escritor, fue redactando entonces gran parte de su producción literaria, aprovechando títulos y proyectos viejos. Tras ocho años de silencio editorial desde la publicación de la novela que lo inmortalizaría, publicó numerosas obras, una verdadera avalancha literaria: Novelas ejemplares (1613), Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615) y Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615 también). La lista se cerraría, póstumamente, con la aparición, gestionada por su mujer Catalina, de Los trabajos de Persiles y Segismundo, historia setentrional (1617).

En 1616, gravemente enfermo escribió en el prólogo de la novela de aventuras Los trabajos de Persiles y Segismundo: “Mi vida se va acabando y al paso de las efemérides de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida [...]. Adiós gracias; adiós donaires; adiós, regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida”.

El viernes 22 de abril*, Miguel de Cervantes da el último suspiro. Al día siguiente, en los registros de San Sebastián, su parroquia, se consigna que su muerte ha ocurrido el sábado 23, de acuerdo con la costumbre de la época, que sólo se quedaba con la fecha del entierro: como se sabe, es esta última la que se conoce hoy en día, y en que se celebra cada año el Día del Libro. Cervantes fue inhumado en el convento de las Trinitarias, pero sus restos mortales se perdieron.

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