El lenguaje del Quijote
| Uno de los aspectos más notables del
Quijote, el que concita de inmediato la atención del lector apenas
iniciada la aventura de leerlo es, sin lugar a dudas, el lenguaje. Nos
sorprende realmente la manera en que Cervantes juega con las palabras,
con las estructuras lingüísticas, con los significados, para
ir configurando y relacionando de manera muy sutil los distintos planos
del mundo de la ficción. Cuando leemos el Quijote llevados por
el juego del lenguaje no podemos menos que sonreírnos, reírnos
a carcajadas, admirarnos, sentir ternura, sufrir, quedar en suspenso a
la espera de nuevos hechos... Esta novela es un conjunto de voces cada una de las cuales representa
un mundo. En ella aparecen todas las voces de su época: las formas
de habla de los letrados, de las clases populares, de los distintos oficios
y profesiones, de las cortes, de los condenados… Y en medio de todas
ellas, se hace escuchar la voz disonante y arcaica de un caballero. Las lenguas, o más precisamente los dialectos, que usan los personajes
al hablar nos revelan, con singular vivacidad, cuál es su condición
social, a qué estrato socioeconómico pertenecen, de qué
región provienen, cuáles son sus acervos culturales, cuáles
sus estudios. Estos modos de hablar son casi como la “piel”
de los personajes, perduran en ellos en los distintos momentos en que
se presentan en la obra, constituyen su comportamiento lingüístico
habitual; salvo cuando se ven obligados por los imperativos de la situación
comunicativa en que se encuentran a adoptar un habla, un registro diferente.
Como se ve, se caracteriza este modo de hablar por el empleo de f en lugar de h: fuyan, desfacedor, desfecho, ferido; utiliza non en lugar de no: non fuyan, non fuyáis; palabras anticuadas como ca, aína, desaguisado, aqueste…, ya en desuso en los tiempos de la aparición de la novela. |
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