Las huellas de Don Quijote

Agradecemos las autorizaciones para reproducir las obras que se encuentran a continuación, brindadas por el Presidente de la Fundación León Felipe -el escritor Sr. Alejandro Campos Ramírez, , por el poema "Vencidos".
la Sra. Sabina de la Cruz García, viuda de Blas de Otero, por el poema "Letra". La editorial Corregidor por el cuento "Dulcinea del Toboso" de Marco Denevi.

Marco Denevi

“La locura original es la de Aldonza que crea a Dulcinea.”

¿Qué pasaría si la historia del Quijote la viviera otro personaje? Si, en realidad, no fuera don Quijote quien enloqueciera sino Aldonza, por ejemplo, y fuera ella quien se creyera princesa, a pesar de ser fea y vieja, y soñara, inventara un caballero que la adorase. Este destacado escritor argentino nos narra un breve cuento de una Aldonza que sueña ser Dulcinea...

Todo libro recreado en la lectura es “otro libro”. Marco Denevi desde muy niño sintió una fuerte atracción por la lectura. Y la lectura lo llevó a fabular historias. Cuando llegó a ser miembro de la Academia Argentina de Letras, en 1987, agradeció a sus padres que en sus manos de chico "depositaron un billete de un viaje que desde entonces no ha dejado de emprender: el de la lectura, con un atracón, a los 12 años, de Stevenson, Dumas, Pérez Galdós...". "¿Qué condiciones debe reunir una novela para atraer al lector?", le preguntó a Denevi una vez María Esther Vázquez. "Que la lectura sea una felicidad", le contestó. "Mi mayor ambición es que el acto de la lectura sea de disfrute, de goce para quienes me leen -dijo en la entrevista-. En estos tiempos en que tanto dolor y humillaciones nos inferimos unos a otros, hacer feliz a alguien es tan hermoso... A mí no me importa más que eso."

Denevi nació en Sáenz Peña, provincia de Buenos Aires, en 1922, y falleció en la Ciudad de Buenos Aires en 1998.

Dulcinea del Toboso

Leyó tantas novelas que terminó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso (en realidad se llamaba Aldonza Lorenzo), se creía princesa (era hija de aldeanos), se imaginaba joven y hermosa (tenía cuarenta años y la cara picada de viruelas). Finalmente se inventó un enamorado al que le dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacia remotos reinos en busca de aventuras y peligros, tanto como para hacer méritos y, a la vuelta, poder casarse con una dama de tanto copete como ella. Se pasaba todo el tiempo asomada a la ventana esperando el regreso del inexistente caballero. Alonso Quijano, un pobre diablo que la amaba, ideó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en su rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas que Dulcinea atribuía a su galán. Cuando, seguro del éxito de su estratagema, volvió al Toboso, Dulcinea había muerto.

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